Ojalá hubiese empezado esta historia un poco más temprano, tendría más tiempo para relatar lo que está sucediendo, pero no se me había ocurrido hasta ahora. Estoy aquí, sentado, viendo todo. Pero sólo me quedan siete minutos.
Número cabalístico, idea idiota de sobrevivir. Nostalgia de una vida que alguien leerá. No sé cómo puedo tener cabeza para desperdiciar mis últimos seis minutos en algo así, tal vez sean sólo mis últimos minutos de conciencia. Tengo unos audífonos puestos y escucho la quinta de Mahler. No lo decidí yo, ella me buscó. Y ahora me quedan sólo cuatro minutos porque me quedé pensando en Mahler, en su quinta, en mis oídos, en mis sentidos. Un minuto, indispensable.
Ya escucho los gritos, escucho el ruido de la muerte cuando no se anuncia, el ruido de un silencio puro y sutil. Un silencio que me dice que algo sucederá, lo alcanzo a percibir tal como un perro percibe un temblor en la tierra. Y ahora sólo me quedan dos minutos para terminar de relatar lo que estoy viendo, a quién le importa qué es lo que estoy pensando, esto lo puedo pensar en cualquier momento, pero saber qué piensa una persona en el último minuto de su vida cuando sabe que está a punto de morir. Mahler o Chopin da igual, todo da igual menos lo que veo. Y ya no me queda tiemp
Y mientras en el caos un impulso egoísta se apodera de la luz, el mundo simplemente para de girar. Como corazón dejando de latir. Sin más, sin nuevas lunas ni soles viejos. Sin humanos inocentes que crean que podrán sobrevivir.
Sus cuerpos y sus mentes. La explosión del instrumento del placer. Ingenuas almas que pensaban que sabían. Nadie sabe.
Nos encontraremos tarde o temprano. En donde menos lo esperes.