miércoles, 31 de marzo de 2010

OCTAVIO PAZ: LA POESÍA EN LA POLÍTICA

No soy historiador. Mi pasión es la poesía y mi ocupación la literatura…” escribe Octavio Paz en su Advertencia al lector de Tiempo Nublado.
            En su ensayo El arco y la lira, Paz define la poesía, y a lo largo de su obra, su compromiso con el lenguaje. Lo demás es pensamiento, la Idea. Es plasmar definiciones de la historia, dar significado a la política, expresar de manera crítica la naturaleza de los regímenes de la era en que vivió. De ahí su cuidado por el detalle, por la veracidad y por la palabra.
            Octavio Paz nace el 31 de Marzo de 1914, teniendo como cuna la literatura, el activismo político y la Revolución. Su abuelo, Irineo, era escritor liberal y en su momento, seguidor de Porfirio Díaz; de él sacó las letras, la pasión por lo que sería su profesión años después. Su padre, también Octavio, fue seguidor de Zapata, activista de la Revolución. Imagino las discusiones en el teatro familiar de las que fue testigo en su primera infancia, antes de mudarse a Estados Unidos. Así que la historia de México venía circulando por sus venas; y, pese a que la literatura fue su ocupación, la política venía tatuada en su frente. Desde siempre. Desde que se apellidó Paz. A partir de esto, trazó una línea que duraría toda su vida: el papel de las letras en la política.

En su época de estudiante, vivió de cerca el vasconcelismo y comenzó a comprender (cosa que años más tarde documentaría en las revistas Plural y Vuelta) qué se requería de un intelectual en el sistema, en la crítica al sistema y en la ejecución de las leyes del sistema. “Un intelectual, ante todo y sobre todo, debe cumplir con su tarea: escribir, investigar, pensar, pintar, construir, enseñar.”, dice a Julio Scherer en una entrevista en noviembre de 1977. Plantea que casi todos los escritores (al menos los de su época) habían servido de una u otra forma al gobierno y ese desempeño era parte de la responsabilidad moral y social de las voces de una generación, sin embargo, el hambre de poder era una tendencia clara entre los mismos. Para él, Vasconcelos fue el intelectual que estuvo más cerca del poder “de verdad” y el no haber ganado las elecciones le hizo un bien porque siguió siendo (así lo dice Paz) genial. Escritor a escribir y legislador a legislar: zapatero a tus zapatos. Pero siempre, con presencia de las letras en los gobiernos para plantear las ideas, para señalar los errores, para comunicar masivamente lo que sucede en verdad dentro y fuera del país.
            Conforme pasa el tiempo, la significación y la Idea van evolucionando, van degenerando y convirtiéndose en una charlatanería alejadísima de su intención original. Hoy en día vemos esto claramente con el PRD, lo vemos con el PAN, lo vemos en la demagogia que la mera búsqueda del poder promueve con fuerza, dejando atrás los principios. Esa es una de las grandes necesidades de pensadores y escritores en los sistemas: definir, explicar, poner en palabras lo que se busca o no con un gobierno, lo que (a su juicio) está bien o mal en la forma de gobernar, lo que busca o rechaza el posible candidato o grupo que gobernará.
            Octavio Paz trazaba sutilmente su postura, pero marcaba tajantemente y explicaba a detalle aquellas posturas que repudiaba. Sin miramientos. Con un compromiso mayor con el no que con el sí. De nuevo, su ocupación era la literatura. Su lugar como pensador y ordenador del lenguaje era su principal tarea. Era justo lo que creía que debía ser un intelectual.
            En 1937 se opone a los regímenes fascistas que crecían rápidamente en Europa, y como resultado de esto se une a la causa rusa y al comunismo. Pero se desencanta rápidamente: en 1939 (justo ates de estallar la Segunda Guerra Mundial) se firma el pacto entre la Alemania Nazi y la Unión Soviética, esto indigna y escandaliza a Paz, quien rompe relaciones con amigos y publicaciones comunistas “…la ruptura con Pablo Neruda y con otros fue total y dolorosa.”. A partir de aquí se le comienza a acusar de “anticomunista” y comienza también la verdadera investigación de Paz contra los “Jefes” y jefecillos y contra las dictaduras, contra la burocracia. Quedándose fuera de la “izquierda” en 1950, cuando publica información sobre campos de concentración en la URSS. Paz se sienta en su escritorio, ve al mundo, va al mundo y trabaja en su labor de análisis y síntesis de aquello que observa. “Día a día se hace más patente que la casa construida por la civilización occidental se nos ha vuelto prisión, laberinto sangriento, matadero colectivo. No es extraño, por tanto, que pongamos en entredicho a la realidad y que busquemos una salida.” Dice el poeta en una conferencia de surrealismo en 1954. Consideraba a Breton como “hombre de conciencia”. Eso era Paz, un poeta de conciencia.
           
En diciembre de 1977, luego de que Octavio Paz recibiera el Premio Nacional de Literatura, Salvador Elizondo escribe un artículo en Unomásuno titulado Saludo a Octavio Paz. Meses después, en junio de 1978, en el mismo diario,   Elizondo escribe acerca de la publicación de Manual del distraído, de Alejandro Rossi. En el segundo artículo habla de la importancia de la prosa apoyando la introducción de Manual del distraído, habla también del estilo, del amor simple a la literatura por el hecho de ser literatura. En el primer artículo, defiende a la poesía, defiende a Paz, alaba al poeta cerrando así: “El muy merecido reconocimientote que ha sido objeto Octavio Paz en estos días convoca, creo, un asentimiento unánime. Eso es la mejor prueba de que los mexicanos todavía podemos unirnos en torno a algo: la Poesía”. Así, con mayúsculas y todo.
            La fuerza estilística que defiende y predica Elizondo no es siquiera equiparable con el perfeccionamiento del lenguaje que concreta Paz en su obra poética, es su compromiso con la palabra misma, con la palabra dicha, con la palabra escrita. Como poeta es cuidadoso, independiente y puntual. Deja a la poesía dentro del poema como una entidad autónoma que viaja más allá del intelecto para convertirse en parte del lector. Desde 1935 explora la técnica y la deshace, la convierte y camina hacia el estilo trabajando con la prosa. La poesía y el poema son dos cosas separadas.
            En Salamandra hace de México naturaleza, en Ladera Éste imprime en español una ideología contraria a la occidental que siempre criticó. La poesía de Octavio Paz se lee palabra por palabra y se relee, avanza hasta el punto en que se cuela en toda su obra ensayística y en el corazón de la crítica política nacional.
            El legendario, el poeta, el “anticomunista” de izquierda, el que odia a la derecha, el no historiador que escribe historia, el erudito, el Nobel de literatura, el “amigo/enemigo” de Fuentes. El escritor. El Octavio Paz de México nos cuenta nuestra propia historia como no nos gusta escucharla, su poesía es inyectada a través del siglo veinte en nuestra sangre y nos hace saber aunque no queramos; se vuelve parte de la genética de nuestro pueblo. Despotricando con estilo, como el que sabe y habla de lo que sabe, con la fluidez de una disertación clara.
            Dice que la izquierda de hace treinta años en México piensa poco y discute mucho. Tal vez esa aseveración sea válida en estos días. Ni derecha ni izquierda. Ruido.
            “Inocencia y no ciencia: / Para hablar aprende a callar.” Octavio Paz, 31 de Marzo 1914 – 19 de Abril 1998

viernes, 26 de marzo de 2010

ÉTICA PROPIA

Al regresar a casa los papeles cambiaron. Ella no era sino un distante reflejo de lo que había sido unas horas atrás. En el coche todo era silencio. Nada sería igual que antes. Ella se volcaba en sus pensamientos, no encontraba un solo rincón seguro en su mente, cada lugar, por más pequeño que fuera en ésta era un doloroso castigo. Eran las consecuencias de sus propios actos, lo sabía. Ella sabía todo lo que había hecho, sin embargo. El dolor, merecido o no, se siente igual: no hay filtros. Escapar sería una ridícula e infantil ilusión. Ya era demasiado tarde para eso. Imposible escapar de ella misma. Imposible correr de su propio dios que la destruía como consecuencia a sus acciones. Sólo ella sabía lo que había hecho, sólo ella sabía la gravedad de sus pecados, sólo ella entendía el castigo de sus dioses ante una vida como la de ella.
         En silencio, el auto avanzaba. La carretera era larga. Habían cambiado los papeles y ella merecía su destino. Sus pensamientos la acosaban como fantasmas descomunales que se apoderaban del aire. Todo era negro por dentro y por fuera, su mente y su alma, el camino, el bosque, el coche. Todo era negro y ella era la única causa de la ausencia de luz en su interior.
         Todo había comenzado días atrás, cuando ella sentía que podía controlar sus demonios internos, cuando los retaba –pobre de ella– suponiendo que saldría victoriosa. Al principio lo logró, acertando en sus ideas, apuntando correctamente al blanco adecuado, disparando palabras en el momento indicado y saliendo por la ruta precisa de salida. Al principio se sintió toda una maestra de la retórica, de la evasión del delirio para azuzar a la tentación. No lo logró, cedió ante el deseo e intentó escapar corriendo cuando era ya demasiado tarde.
         Llegó a su sentencia. En medio de lo que parecía un bosque, o un desierto, parecía algo: oscuridad total. Bajó del auto. Caminó despacio hacia la oscuridad, sabía hacia dónde dirigirse. Su acompañante bajó del coche y la siguió, escoltándola hacia el corazón negro de la noche. El silencio continuaba apoderándose del aire, emitiendo un ruido cada vez más tenebroso, cada vez más ensordecedor, cada vez más directo hacia el fondo de su ya evidente perdición. De esa locura que pocas cosas podrían acarrear. Ella había estado del otro lado, del lado de la conciencia tranquila, del lado acusador. Ella había estado apuntando traiciones, las reconocía. No sabía cómo había podido ceder a la tentación. Imbécil. Imbécil.
         Siguió caminando hasta que escuchó el sonido esperado que siempre sorprende. Ya no notó la bala traspasar su cabeza, tampoco notó cara despedazada.
         Cuando vendes no consumes y no te coges al cliente. Nunca hubiera pensado violar la ética del narco. 

ME DESVÍO

Desviado por la carne
hacia el encuentro con tus sueños
Voy despacio
Voy ruido
Viendo el claro de la noche
Madrugada entrometida

Desviado por tu sangre
voy viajando hacia el olvido
Pobre idiota
Desvelado
Siento el frío de tus manos
Respondiéndole a mi piel

Viento ingrato
En tu pelo me dibuja
Viento absurdo
Me devora
con tu olor

Desviado por tus manos
en mi espalda
el sentido se disloca
Se hace mar
Es tu sal
Es tu cintura
Son tus piernas
Entreabiertas para mí

Es tu paz
Y me desvío
Es tu viento
El motivo más audaz
de mi razón

jueves, 25 de marzo de 2010

LA VENTANA Y LA TORMENTA

Con un cansancio desalmado y un destino descubierto voy soñando con tu espalda y retando a mi pasado. Voy viviendo si es que puedo por tus ojos. Muero, sin quererlo, y respiro de tu ser. Respiro el esqueleto de tu esencia, te descubro escondida en mi colchón.
            Ansiedad hermana, ansiedad paciente, te desvelas decidida y desolada por mis venas. Te renuevas y te escapas del esquema del deseo. Ansiedad amorfa, ansiedad maldita. Camino hacia la calle y regreso rápidamente al sillón, te encuentro como siempre, la mirada en el espejo que refleja la tormenta. Te descubro como siempre y regreso hacia la puerta, camino en círculos, ida y vuelta. Me pregunto qué será aquello que lees en tu cara, ¿qué será aquello que tú misma encuentras en tus ojos? ¿Qué verás sólo tú debajo de tu ropa? Me convertí en tu cuerpo para entenderte. Una experiencia inolvidable. Pero el cansancio me consumía, cada vez me costaba más trabajo respirar siendo parte de tus pulmones, me disfracé de piel. Comenzaste a rozar tu cuerpo con las palmas de tus manos. Te sentí. Todo era un espejo. Voy viviendo, si es que puedo por tu pecho, por la sensibilidad de tus recuerdos. Te descubro y te acompaño, escucho el calor de tu aliento, me rebeló ante ti, te confundo, te hago dejar a un lado aquel espejo, te tumbas en mi sillón, tal vez extrañándome, tal vez esperando que no regrese.
            Según tu imaginación yo sigo fuera de la casa, con un paraguas caminando bajo la lluvia, recorriendo nuestro rincón minúsculo de la ciudad. Tú te tocas, más bien, yo te toco con tus propias manos. Grito. Grito tu nombre y tu lo sientes, te buscas en un espejo que quedó fuera de ti, en un espejo que no refleja más que muerte. Te buscas, me buscas. Te grito, ahogas con tus propios labios un salvaje alarido de placer por miedo a que yo mismo te escuche. No tienes idea. La noche se refleja en tu memoria y yo no puedo entrar a tus más profundos pensamientos, tengo que conformarme con estar dentro de tu sangre, acariciándote los huesos, haciéndote sentir desde la médula. Tú no sabes nada, no tienes idea.
            Somos viejos y lo conocemos todo, todo de nosotros y todo de los otros. Somos viejos y sólo nos queda el espejo, la oscuridad y la tormenta, aquello que fue. Los sonidos, el sonido. Nuestras voces, la música que no reconocemos. Somos viejos y viajamos por generaciones. Haciendo el amor en un solo cuerpo, en un solo humano, en la edad que siempre soñamos: en nuestra plena juventud. Te imagino como eres, con tu piel estable, firme, suave. Te imagino como te sueño, perfecta. Tú te imaginas así, te sabes así cuando me tienes dentro. Te acaricias con más fuerza, con una pasión que desconoces en ti. Porque no es tuya. Revives en mí. Revivimos juntos.
            Hasta que yo abro la puerta. Te encuentro satisfecha, viendo tu rostro en el espejo, dejando a tu espalda la ventana y su tormenta.
            Descanso en el sillón, casi a tu lado. Existo de nuevo. De regreso a la vejez.

martes, 23 de marzo de 2010

¿SURREALISMO?

Hace unos días me había comprometido a escribir aquí acerca del surrealismo. Creo que la mejor forma en la que puedo cubrir este compromiso es con un pasaje amorfo de mi imaginación, sensual y distraído. Una suerte de fábula que pueda ayudarme tanto a calmar mi ansiedad como a poner en claro de forma surrealista lo que pienso del surrealismo.
            El mundo extraño de los sueños en el que mis manos me piden un solo favor, poder escribir por mí, mis manos se levantan con sus ojos y me dicen al oído que impida a mi cerebro filtrar lo que ellas quieren hacer con el teclado, les doy permiso, mi cerebro (o la entidad que sea responsable de pensar por mí) se sale de mi cuerpo y comienza a hablarme de frente, haciendo lo posible para que mis manos dejen de escribir. Yo (o lo que quiera que sea eso) me voy. Los dejo peleando, en una encarnizada lucha de sangre y soledad, en una patética excusa de los unos a los otros (la misma) para hacerse cargo del placer, del sentido más puro de la tinta.
            Mis manos se desnudan y buscan la salida, la salida de la seducción. Una mujer hermosa, con un cuerpo hermoso y una sonrisa hermosa. Con una tentación hermosa que se hace evidente en la posición de sus labios, en la forma en que los usa, en el tacto perfecto de sus dedos con tu piel, buscando los lugares más poderosos para hacer estallar tu imaginación, sí tu imaginación, no tus sensaciones, no tu parte física, tu imaginación, esa misma que te cortará la respiración. La mujer se convierte en hombre y las manos siguen escribiendo, el cerebro se pierde de la escena dispuesto a aparecer en cualquier momento, bajo cualquier otra circunstancia, el hombre se vuelve mujer y se redobla. Se unen, se funden. Se hacen uno solo, un ser andrógino descubriendo la verdad.
            Se aman, se destrozan, se hacen el amor con todas sus letras, con esa forma tan perfecta del amor que desmenuza la parte más débil de los nervios, de la piel. Con ese amor que provoca humedad, deseo, que saca las lenguas enredadas haciendo el amor por sí mismas, en su propio coito, al igual que las gotas de sudor. En un mismo ser, que se divide en dos, que se renueva como raíces en la tierra. Un mismo ser que gime siendo dos, que se penetra de verdad, con toda la piel, con toda la sangre. Gotas de humedad. Lenguas encontradas. Manos engullendo pedazos de carne. Completos. Perfectos. Las mismas manos que se deslindan del cerebro para escribir. Las mismas manos que me piden permiso para utilizar mi firma.
            Las mismas manos que se convierten en las tuyas, que te hacen gemir, que te buscan por todo el cuerpo hasta encontrar la fuente de tus orgasmos, las mismas manos que viven en su propio mundo y procuran tu ansiedad, se alimentan de ella. Las mismas manos que viven sin vivir. Pero viven. Las mismas manos que se convierten en una idea que se mete en ti para hacerte gritar.
            Personajes distraídos. Asumidos en su personalidad de nada. En su papel de nada. En su esencia de nada. Personajes de la nada sin vida ni muerte, sin sentido. Regresando a mí para que yo pueda decir todo aquello que esa parte de mí que no conozco quiere decir. La parte que quiere gritar.
            Y que dice que no acepta el mundo en el que vive. 

martes, 16 de marzo de 2010

YO NO LA MATÉ

Un día de invierno. Me resultaba difícil concentrarme, el frío era lo suficientemente cruel como para que mi mente sólo pensara en vencerlo, sin pedirme permiso. Yo la recordaba. ¡Cómo no la iba a recordar! En estos minutos es cuando más falta me hacía. Yo la recordaba. La necesitaba.
            Ella había regresado a casa finalmente, después de tres largos meses de separación, había vuelto con los ojos más oscuros, la piel más reseca, el alma consumida. Lo noté pero nunca se lo dije, es una de las cosas que nunca le podría decir. Yo la amo tanto… ¡la amaba tanto! Yo no estaba acostumbrado al invierno, y menos sin ella, la estufa no calentaba lo suficiente en aquel pequeño apartamento. No podía moverme. Y el frío no me dejaba pensar.
            Necesitarla no era la parte más difícil, pensarla lo era. Recordar su mirada antes de marcharse por segunda vez, aquella ocasión en la que me había dicho que era definitivo, la ocasión que dio pie a mi huída, a la escapada que me tiene hoy viviendo el frío. ¡Cuánto la amé! Era una mujer maravillosa, bella. Era bella de joven y fue bella en su etapa más madura. Siempre fue bella y yo siempre la quise.
            Ella se fue. Yo no. Yo pensaba quedarme para siempre, no terminar en el frío que me congela las ideas que vivo en este instante. Todo fue su culpa. Yo la amaba. Y yo no la maté. Ella decidió marcharse. Llevaba en su brazo aquel libro de símbolos extraños, llevaba en sus manos sus propios ojos negros, apagados, llevaba en su mano el corazón que dejó secar. Llevaba en sus manos la poca paz que le quedaba, y la dejó en camino. Mientras yo la veía, la observaba caminar lejos de mí, marcharse para siempre. Dejarme solo. Sin frío. Sin ella. Sin dioses y sin diablos. Sin todos esos viejos símbolos que a ella le dictaban el camino. Yo sin ella no tenía nada.
            Pero no la maté. No podía matarla cuando la amaba.
            Ella me encontró en la puerta. Impidiendo su partida, me empujó por las escaleras. Yo había perdido las fuerzas al saber que se iba. No pude agarrarme del la barda, no pude sujetarme a nada. Caí. Mi cuello golpeó, mi nuca golpeó, la escalera hizo su parte. Yo no la maté.
            Ahora aquí. Soy yo, yo soy ella. Yo no la maté. Ella me mató. Me maté al matarlo. Soy ella. La extraño. ¡Cuánto la amé! ¡Y cuánto la extraño en esta celda rota para gente como yo! ¡Estoy atrapada en él! En ella. ¡Cuánto la amé! ¡Cuánto la recuerdo!

jueves, 11 de marzo de 2010

LA ÚLTIMA HORA

Esperé con paciencia a que llegara la mañana, no quería levantarme de la cama antes de tiempo, así la espera sería más cruel, o más larga, o más cruel por larga. Me quedé en la cama, con la luz apagada, como si sufriera de insomnio o todavía estuviera dormido. Esperaba con los ojos abiertos enfocados a un techo que la misma  oscuridad no me permitía ver. Las líneas de luz roja formando números en el despertador informaban: 4:45. Faltaban al menos dos horas para poder ver la luz del sol. Yo sólo necesitaba una para estar lista. Para ducharme, maquillarme, perfumarme, vestirme. Sólo necesitaba una hora para ser una mujer completa, bella, deseable. Sólo necesitaba una hora para ser yo. La otra hora salía sobrando, yo, acostada, salía sobrando en el tiempo. En el espacio, necesitaba la luz. Necesitaba que los rayos de sol naciente me acariciaran, que el aire del amanecer me hiciera suya, que la luz iluminara mis ojos y me hiciera sentir. Necesitaba revivir. Que el momento llegara. Y ese momento sería después del amanecer.
            Un día importante. Eso es lo que todos me decían, sería un día importante. El más importante, pensaba yo. Les decía yo. Sí, el más importante. Todos estaban de acuerdo. La cama no era mía todavía, ni aquel reloj despertador, ni el espacio ni la noche. Nada era mío todavía. Pero lo sería al amanecer. Luego de ducharme, de transformarme, de hacer más clara mi belleza, de hacerla sentir.
            Apenas había pasado un minuto. ¿Qué haría durante los próximos 59? ¿Y si no llegaba el día? No, no podía pensar eso. Era el día más importante. El más grande. Tenía que llegar, todos los días sale el sol, ¿o no? Sí, sólo estaba un poco desesperada porque me sobraban muchos minutos, 58. Un mundo de tiempo. Yo necesitaba ducharme, pero no ahora, sino a las 5:45. Faltaban 58 minutos. Tenía que respetarlo. No sabía por qué, pero el día no empezaría hasta que saliera el sol. Abrí la persiana, seguía oscuro. No tanto como antes, ahora alcanzaba a ver los entornos de mi recámara bajo la oscuridad. Abrí la ventana. El fresco aire de madrugada se coló por mi cuerpo. Pero no era el aire que necesitaba, no era el que me haría sentir una mujer, el que apoyaría a mi maquillaje y mi perfume, a mi vestido y a mi ropa interior. Nada era lo que parecía.
            Una hora, lo restante de una hora. Un mundo entero. Una vida. Miré por la ventana. La ciudad estaba muerta. Yo no estaba ahí, nunca había estado. Estaba soñando, la vida no podía ser así. Necesitaba estar maquillada, perfumada. Empezar mi día. Era muy importante.
            Estaba desnuda. No podía ver mi cuerpo desnuda. No podía darme una ducha aún. No podía despertar, tal vez seguía dormida, como lo hacía todos esos años bajo los medicamentos. No podía soñar, no podía despertar, no podría llegar al día que comenzaría en 57 minutos, ¿para qué lo haría? Con qué propósito, mi vida estaba acabada. Estaba arruinada, yo misma había arruinado una vida que apenas comenzaba.
            ¿Por qué? Miré por la ventana. La ciudad estaba muerta y yo desnuda. Faltaban 56 minutos. Una vida. Una eternidad completa.
            Mi vida empezaría muy pronto. Miré por la ventana. Los autos estacionados se veían minúsculos desde el piso diez. No me gustaba mi cuerpo desnudo. Lo toqué. No me gustaba. Faltaba mucho tiempo para que pudiera yo vestirlo. Una noche antes todavía me habían vestido con aquella bata. Pero ahora no, era un día importante. Me vestiría yo misma, viviría yo  misma. Estaba curada.
            Pero faltaba tanto tiempo. Tanto. Nunca lo podría aguantar. La mañana estaba fría, lo sentí cuando miré por la ventana. Los autos minúsculos vistos desde ahí. No podía resistir más. No sé cuántos minutos faltaban.        
            No lo pensé, o tal vez sí. Me tiré por la ventana.
            Intenté alcanzar con gravedad al tiempo. Nunca empezaría mi vida. O tal vez sí. Al fin y al cabo, la muerte es parte de la vida, ¿o no?
            

miércoles, 10 de marzo de 2010

SINFONÍA DEL DESENCANTO

Sinfonía ocasional del desencanto
Desterrada golondrina en equilibrio
Somos todos
Fuimos todos
quienes solos acudimos al olvido

¿Y para qué llorar sin voz?
¿Para qué soñar sin votos?
Si el amor es un encuentro deslindado
y la presión de un Estado sin Estado
¿Hacia dónde nos lleva la tristeza?

Es la paz y es la bandera
Sinfonía equilibrada del absurdo
Golondrina equivocada de razones
Vive y vuela
Viaja y canta
Como todos
quienes fuimos a la noche del olvido

Hoy nos llena el corazón y los oídos
el tumulto de lo infame
el tambor de los perdidos
La locura del fracaso

Son los años
Los colores
quienes lloran en nosotros
El presente no obedece a sus canciones
Ni a los ojos del Estado sin Estado
De la gente sin memoria
Del destino desterrado

Caminamos mientras gozan los actores
Se revuelcan en su arena
tibia y suave
Caminamos con los sueños de futuro
Perfección de los vencidos
Apatía colectiva en sinfonía
En el fracaso
En el olvido

En la risa de las risas de los grandes
De los guías
En las risas de las risas del que llora
Del que vive
Del que sufre y ya no sufre por callarse
Y se calla de rodillas
En silencio se despide de su paz
Y su bandera

martes, 9 de marzo de 2010

LEER PARA CREER

Lo que más me dolería de morir hoy mismo sería no haber leído más. Intento dar tanto tiempo como puedo al placer de la lectura. Intento soñar mientras leo, abrir un cuaderno y tomar notas mientras lo hago, intento recortar desesperadamente los artículos que me faltaron en un periódico para darles oportunidad en otro momento. Procuro aprender, ensanchar mis horizontes: buscar nuevos lentes para observar el mundo en el que vivo. Nunca es suficiente.
            Sigo sin entender qué es lo que más me gusta de leer, si entretenerme, enterarme, aprender, o simplemente disfrutar de cómo están acomodadas las palabras de cierto texto. Los periódicos me dan el punto de vista que quiero escuchar de la noticia de la que ya me enteré, para eso los leo. Ya sea para reafirmar un punto o para burlarme de lo estúpido que es el que escribe del “otro” bando. En fin, intento buscar plumas para admirar, para entender su concepción de una parte del mundo y, hasta cierto punto, hacerla mía o repelerla. Pero siempre busco a alguien realmente de letras en los diarios, tal vez sólo para que la lectura sea entretenida, sin comulgar en específico con el fondo.
            Cada mañana, esa necesidad despierta un hueco que cada vez se hace más grande. No entiendo el mensaje. Espero al sábado para leer a Juan Gelman mentando madres de Obama, me gusta leerlo. Esté o no de acuerdo con él. Su línea me gusta, su crítica me gusta, su forma de escribir y de documentar me gusta. No se mueve un milímetro de su postura. Y pensar que ese hombre es el mismo que escribió una de mis frases favoritas en su libro Valer la pena: “No sé por qué te amo / sé que por eso te amo”.  Es un hombre de letras. Sin duda. Recordarlo, hace más grande la carencia que descubro con más claridad cada mañana.
            Me doy cuenta (cada día más) que lo que falta es gente que crea, no gente que crea en, sino gente que crea, punto. Y estoy convencido que una de las máximas responsabilidades de los hombres de letras es lograr que la gente crea, es guiar y llevar la voz. Es tener en su pluma la voz de tantos. Y no sólo me refiero al mero proselitismo, sino a ideales de verdad, de esos que hacen que cambian vidas, que logran que la gente renuncie a sus trabajos, asista a conferencias, haga tertulias (por no decir muera y mate). Hace falta gente que crea y gente que haga al pueblo creer.
            Esto me lleva a otro punto. Los líderes de México no creen en nada. Y eso se refleja en lo que leemos cada mañana en los diarios. Los líderes de México creen en ellos mismos, solamente. ¿Cómo vivirán en la austeridad si la única razón por la que están donde están es dejar atrás esa austeridad? En estos momentos, todos los políticos piensan (fuera de tiempo) en campañas. Olvidan el día a día para enfocarse en la guerra, en esa guerra entre ellos para ver quien va a tener el efectivo en el bolsillo para comprar más cosas. Y salir más en la tele. No quieren ganar la campaña para dar la vuelta a nada. Para ellos, no hay nada a que dar la vuelta, no existe nada que cambiar. Si algo cambiara, los dejaría sin chambas, sin trajes caros y sin choferes. Eso sí sería grave. Ningún partido cree en nada más que en su propia supervivencia, en lo único que creen es en la lana, en el poder. No en las reformas y esas idioteces. Y nosotros, pueblo, silencioso, damos de comer a los actores de teatros al ser sus fieles, sus más fieles espectadores. Adoramos el chisme nacional. Y lo juzgamos, y hablamos de él, y lo único que queremos es que nos den más de qué chismear. Y ver escándalos más fuertes, y leer en los periódicos quién es el que está de moda para recibir las pedradas, sólo hay pedradas. Hace mucho que no hay flores. No hay posturas. Nadie cree en nada. Y eso, como nación, nos deja vacíos por dentro. Nos deja con las manos atadas. Listos para recibir el golpe que alguien más decida dar. Están tan preocupados todos los políticos en ver qué piso les tocará del nuevo hotel, que nadie se digna a construir el edificio. Y eso ya no se puede aguantar más.
            Cuando yo leo soy espectador. Voy encontrando nuevas cosas en las que creer, quisiera hacerlo más, creer en más, fundamentar aquello que sigo. Tener a quién seguir y por quién alzar mi mano y mi voz. Pero no lo encuentro.
            Además, en el mundo tan achicado en esta época por el Internet, cada vez es más fácil encontrar un pasto verde en el vecino, entretenernos con las creencias de los otros, mientras nosotros seguimos negados a avanzar, a crecer. Estamos siendo guiados por estrellas de cine que sólo piensan en su propio poder y en su propia fama. ¿El país? ¡Ja! ¿A quién le importa? Si los jodidos son ellos.
            Yo, sigo intentando leer y decir lo que pienso, hacer crecer mi criterio para poder alzar la voz. Para demostrar que si sabemos realmente adónde vamos podremos llegar a ese lugar. Seamos más críticos y menos chismosos, ¿no?
            ¡Qué hueva seguir dando vueltas en círculo alrededor de un teatro al que damos nosotros mismos de comer!

lunes, 8 de marzo de 2010

LAS MUJERES Y LA LIBERTAD DE MIS PALABRAS

Y me encanta la idea. No puedo decir que no. Finalmente escribo aquí, en un blog, en el único lugar del mundo en el que puedo decir lo que me venga en gana y ser leído. Considero que el mundo de las letras es un universo desmesurado, infinito y permanente que cierra sus puertas herméticamente tanto para entrar como para salir, un universo lleno de ambigüedades, de ventajas y desventajas. Un universo permisivo, en el que cualquiera se puede convertir en cualquier cosa. En el que los límites son inexistentes. Sin embargo, al mismo tiempo es un mundo que castiga, que corrompe y que desplaza, un mundo lleno de sueños y de sentimientos frustrantes.
            Inspiración. Esa luz que llena, que permite ver con claridad los contornos exactos de aquello que queremos admirar, de aquello que deseamos destazar, hacer grande, hacer pequeño, matar o dar vida. Esa luz que se inventa y que se encuentra, que decide por nosotros cuando nosotros decidimos por ella. Esa luz que ilumina al arte, que lo crea. Que lo destruye con toda su fuerza. Ese tacto femenino que nos roza la piel y nos hace convertirnos en algo más grande que nosotros mismos. Sí. Tacto femenino.
            Entonces, el Día Internacional de la Mujer, en el mundo de las letras, despierta sensaciones. ¡Y no quejas! La mujer es el amor de este planeta, su sensualidad, su belleza, su inspiración. El arte es mujer. Cualquier representación estética metafórica o no es femenina. Y eso es lo que tenemos que reconocer el día de hoy. Perdón, es lo que yo reconozco el día de hoy. Como dije, en este espacio me da igual a quién le parece y a quién no lo que digo, lo puedo decir y ya. Y digo que la mujer es el motor de la jerarquía celeste o divina que regula este universo. ¿Por qué? Porque lo siento, porque quiero, porque para mí la figura femenina es la representación de la vida misma. Los hombres estamos de relleno.
            Me encanta la idea de dejar atrás los prejuicios, las premoniciones y las limitantes, me encanta la idea de saber que hoy es 8 de marzo, me encanta la idea de saber que tengo libertad, me encanta la idea de adorar a las mujeres: de haber decidido compartir mi vida con una.
            ¡Me encanta la idea de que existan las mujeres! Y de que exista un espacio como este para permitirme gritar, escribir poesía, escribir ficción, dar las noticias que yo quiero a mi modo, de ser leído sólo por aquél que decide leerme. Me encanta la idea de que en este espacio las letras son vírgenes de corrupción. Y las mujeres son este espacio y este espacio es para ellas, hoy les dedico todo lo que aquí está escrito, les dedico cada una de las palabras que aquí pueden encontrar. Hoy me dedico a mí mismo en cuerpo y alma a la mujer, al genero femenino, a las curvas, la sensibilidad y la humedad, a sus besos y sus caricias, a sus cuidados. A su sobresaliente inteligencia. Hoy dedico todas mis letras a Venus y sus seguidoras.
            Hoy les doy las gracias por haberme dado la libertad en este espacio y permitirme seguir salpicándolo de letras. Son el lado hermoso de la luna, de la única que me alumbra para poder decir las cosas que digo.
        

miércoles, 3 de marzo de 2010

PIEL

Soberana del olvido y la memoria
Del deseo más formal al más sublime
Suspicaz encantadora de sentidos
Promotora del pecado
Sensaciones y caprichos

Amante del tacto
Seductora retraída de la vista
Provocadora infame del olfato
Perfecta contendiente del amor
Deliciosa y peligrosa compañía

Vida propia subyacente a las sonrisas
Esclava antigua
Controladora omnipresente
Eres dueña del delirio
Del dolor y del orgasmo

Eres tú
Piel desnuda
Piel eterna
Piel perpetua
Sofocando a la luna con tus besos
Regalando madrugadas
Eres piernas
Humedad
Eres placer

Eres vida y eres sangre
Eres manos informantes
Ojos delirantes
Muecas insaciables de pasión

Eres tú
Piel desnuda
El clímax
Desencadenado
De la plena confusión

Soberana del olvido y la memoria
Escondite de caricias nunca dadas
De recuerdos no expresados
Del dolor simpatizando con mi voz
Piel amiga Piel hermana

¿Y ÉSTE QUÉ?

Mi foto
Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

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