miércoles, 30 de septiembre de 2009

EL SEXO EN LAS CABEZAS TUITERAS (PARTE I)

Todos escogieron el mejor lugar para su propio inicio y continuación en las artes majestuosas del amor. O lo que cada uno llamaba amor. Y La nena, por primera vez, se va acostando en la cama de su papi a coger. Así, sin más. Y papá podía llegar en cualquier momento. Eso fue lo que dio pie a que más tarde, en una ducha alcanzara, La nena, a tener su primer orgasmo sicológico, o lo que ella pensó que era aquello. La vida y sus historias trenzadas por La bella, llevadas a una fórmula encontrada años después: buenostweets+buenosdrinks=gransexo. Y aplicó. Sin saber lo cerca que estaba de La nena, mujer que encontró la más profunda hombría en un hombre, El campeón, que recibió una mordida en aquel lugar sagrado hasta cambiarlo por un miembro sangrado de placer. Y así fue.

La bella cortó a su chico porque andaba con otra, luego, la otra la buscó, cortó con el chico, y se encontraron muchas veces en su cama y en los probadores de las tiendas. Mientras eso sucedía, La nena pasó, en un solo día así: de tus ojos a tu boca, de tus calles a tus sábanas, de tus ropas a tu piel, de tu reloj a tu infinito: un boom de alcoba. Y continuaba con la historia del orgasmo sicológico, convirtiendo la hipótesis en teoría y la teoría en práctica.

Las vivencias se convierten en historias, y La bella tuvo sexo casi diario en un parque escondido por diez meses enteritos, claro, sin que el tercero y el cuarto lo supieran. Y la mata seguía dando. Y El mago supo todo, el del viaje de una bruja del sur, que una noche se presentó y dijo "hoy tendré un orgasmo, contigo o sin ti: tu eliges". Y eligió. Gran acierto. Y el pasado de la bruja comenzó con La espontánea, niña virgen y mimada que entra al baño luego de dejar seco a su niño para salir y verlo pudoroso: “¿Y tú qué?”, le preguntó al chamaco, antes de darse cuenta que la abuelita del muchacho la veía desnudita. Las historias continúan…

CONTINUARÁ ESTA NOCHE...

¡Nos vemos en @JCOHEN77!

MI RECUERDO DE SU PIEL

No recuerdo cuándo fue la última vez que hablamos. Pero recuerdo que exploté, que mi corazón estuvo a punto de explotar en pedazos de cólera. Recuerdo que perdí los estribos, recuerdo que lloré, que mi voz se fue apagando a causa de los gritos hasta quedar afónica.

No recuerdo cuándo fue la última vez que hablamos, pero todavía sentía algo por ella. Eso me hizo perder la calma, el amor. La ternura que había sentido en algún momento se convirtió en un espacio especial para descargar mi furia entera. Eso no se le hace a una mujer, nunca. Una mujer no puede hacer eso a otra, ni un hombre, ni nadie. Los seres humanos merecen más respeto, las mujeres más caricias. Yo le regalaba caricias. Ella me regalaba caricias. ¡Joder! ¡Qué bien se sentía su boca jugando con la mía!

¿Por qué me hizo eso? No recuerdo cuándo fue la última vez que la vi, pero recuerdo haberla visto, su cara: suplicando clemencia. No quería que perdonara su abandono, ni su infidelidad, quería que le perdonara la vida.

Recuerdo cuándo fue la última vez que la sentí. La última vez que la abracé, que me abrazó. Recuerdo cómo me hizo el amor. Un orgasmo, y otro. Su cara de lujuria mientras lograba hacerme venir. No recuerdo cuándo fue, pero recuerdo que fue.

Y la veo, en mi memoria. Y la siento todavía. La pierdo por completo del esquema del presente, la abandono como ella lo hizo, pero no la suelto en el pasado. En el pasado que terminó con mi máximo coraje, con la fuerza de mi alma y el pundonor de mi existencia, los principios y las fronteras: todos los límites posibles por romper. Recuerdo que olvidé quién soy, y recuerdo su pecho firme, sus pezones y su piel. Recuerdo su saliva y su sudor.

En la cárcel todo es diferente. En la cárcel ya no está su piel.

martes, 29 de septiembre de 2009

¿LLAMARÍAS A TU GATO HITLER?

Tal vez por una carga cultural, tal vez por mi amor a las letras. No lo sé. Para mí, la palabra tiene mucho peso. Empiezo este post –cuya finalidad es, más bien, ser un foro de discusión– con un dato cabalístico. En hebreo antiguo, palabra y cosa utilizan la misma nomenclatura: dabar. Esto es porque el peso de la palabra es tan fuerte como el objeto mismo.

Sigo. El lenguaje da vida a la historia. En una buena parte, sabemos lo que sabemos del pasado gracias a las letras, por lo tanto, creo que la palabra, con el tiempo, y según las circunstancias, toma un peso importante.

De aquí se abre una discusión en la que comienzo con mi punto de vista. Me parece ofensivo utilizar un nombre que para muchos sea sinónimo de muerte con fines divertidos. No estoy de acuerdo con el racismo y con ninguna de sus ramificaciones, aunque suene chistoso o aunque haya pasado mucho tiempo. No acepto una resignificación de la suástica bajo ninguna circunstancia, ni siquiera haciendo alusión a su significado previo al nacionalsocialismo. No acepto alusiones a Hitler argumentando “resignificación”. Tampoco el uso de nombres de campos de concentración o exterminio judíos en la segunda guerra mundial aunque suenen curiosos, divertidos o simplemente por causar polémica.

Defiendo la libre expresión, por lo tanto, cada quien puede llamarse en su blog o en sus redes sociales como mejor le parezca, la red está llena de racismo y odio. Ni modo. Pero la libertad de expresión también me permite decir que no estoy de acuerdo, que defiendo la paz y la tolerancia ante cualquier detractor. Tengo voz y la voy a alzar.

Creo que ninguna persona que haya visto de cerca el racismo pondría Hitler a su gato, como tampoco llamaría a su blog Ku Klux Klan.

Nunca voy a querer a nada que se haga llamar nazi o algo por el estilo. Nunca voy a soportar la intolerancia disfrazada. Ni la ignorancia. Respetaré los puntos de vista, pero sí, alzaré la voz cuantas veces sea necesario al respecto. El peso de una palabra en la historia va mucho más allá de sonar “bonito”.

Tú, ¿llamarías Hitler a tu gato?

UN INSTANTE SUSPENDIDO

Un instante suspendido
y nosotros habitándolo

Regresando juntos del destino
una vez habiéndolo dejado

Desprendiendo nuestros cuerpos
nos soltamos
Abandonamos para siempre
la poesía

Revisando corazones olvidados
me hace falta conocer tu desnudez

y seguir de cerca tus palabras

Un instante suspendido
y yo soñando con tu piel

viernes, 25 de septiembre de 2009

RESUMEN CUARTO CAPÍTULO E INICIO QUINTO - LA TORMENTA

Octavio y Bros reciben un mensaje. Doce horas, reza. Ambos saben lo que esto significa. No tienen escapatoria y no tienen tiempo. La única persona que podría ayudarlos está en Lima, Perú. Es una mujer peligrosa. Sería arriesgado contactarla, pero no hacerlo era una muerte segura para ambos.

No había tiempo para viajar a Lima. Octavio tenía un conocido en la embajada que le debía favores, decidieron ir a verlo. Llamaron por teléfono para asegurarse de que se encontrara en su oficina a esa hora de la noche. Tomaron un taxi y salieron para allá. Sólo quedaban diez horas.

Al llegar ahí, fueron atendidos como viejos amigos. Carlos, el miembro de la embajada dijo que los ayudaría en todo lo que fuera. Sin embargo, al escuchar de qué se trataba, con quién los tenía que reunir, su semblante cambió, tiró el vaso que llevaba en la mano y se disculpó.

-Disculpa, hermano. En eso no te puedo ayudar. De ninguna manera.

El tiempo se acababa

INICIO QUINTO CAPÍTULO

En Lima, ella lo sabía todo. Conocía las intenciones de Joaquín. Se quería vengar de él a toda costa.

Tenía una oportunidad de hacerlo, justo ahora. Sólo necesitaba escuchar de Octavio. Él deduciría cómo llegar a ella.

¡La vida se soluciona con letras!

Vamos a escribir juntos.

Pocas horas.

¡A darle!

#latormenta5

jueves, 24 de septiembre de 2009

FUIMOS MUCHOS. SOMOS MÁS

Esperaremos. Algo vamos a encontrar. He comprendido que lo que no se vende en las farmacias se encuentra encerrado en un espacio de la noche, en un profundo sueño y en un distante aliado.
Esperaremos, porque no somos dos, somos uno. Porque somos todos y porque existe alguien, porque en medio del insomnio se comparte la locura, porque la locura es propia cuando dos se vuelve uno. Y en medio de un instante desolado nos acompañamos de sonrisas. No, de risas. Y de amores. No, de amor. De un amor tan desbordado como la distancia, tan relámpago como los sueños y tan profundo como sí mismo. Un amor tan devastado, perdido y divertido que revive con el aire.
Un amor amorfo y distante.
Entonces, seguimos experimentando. Con pequeñas pruebas de experiencia, pequeños lares desconocidos y grandes ciudades por conocer.
Por los miles de testigos de la más grata locura. Porque hoy somos muchos y mañana seremos más. Porque hoy somos dos. Gracias.
Habrá noticias. Pronto, algo haremos. Fuimos muchos. Somos más. Somos dos reflejados en miles.
¡De nuevo, gracias a todos!
Dudas, quejas, aclaraciones y sugerencias con respecto a 'La tormenta' en jcohen@jcohen.com.mx
¡Uy! ¿Y si me vuelvo loco? Pues ya qué. Sé escribir, no me hace falta nada más.
¿Dije gracias? No lo creo, ¡gracias!

INICIO CUARTO CAPÍTULO - LA TORMENTA

El encargado del hotel se acercó a la mesa en la que Octavio y Bros discutían de la angustiosa situación. Llevaba en la mano un sobre con un mensaje urgente.

El papel decía: 12 horas.

Encontrarían una salida. Sólo había una persona que los podía ayudar, sin embargo, buscarla sería, tal vez, tan peligroso como regresar a Joaquín. Aquella mujer que podía ayudarlos se encontraba en Lima, Perú. No tenían tiempo para viajar.

Octavio y Bros sabían qué significaba el mensaje. Doce horas. Tenían que actuar rápido. Sonó el celular de Bros…


¡A seguirle en #latormenta4! Ya nos acercamos al final.

Sigue el resumen de cada capítulo:

RESUMEN CAPÍTULO PRIMERO

RESUMEN CAPÍTULO SEGUNDO

RESUMEN CAPÍTULO TERCERO

miércoles, 23 de septiembre de 2009

RESUMEN TERCERA PARTE - LA TORMENTA

Alicia entiende, por anécdotas que Octavio le ha contado en el pasado, que Claudia está a punto de hacer un ritual, que pertenece o perteneció a la secta de la que había huído Octavio. Pero Alicia todavía no entiende cuál es la razón por la que busca venganza.

Claudia obligó por la fuerza a Alicia a consumir una droga que poco a poco la fue haciendo sentir pesada, y perdida. Sus sentidos se fueron nublando. Claudia comenzó con el ritual, se acercó suavemente a Alicia, ésta accedió en medio de la inconsciencia provocada por la droga. Fue acariciándola sensualmente hasta lograr excitar a Alicia, que no comprendía bien hasta dónde llegaba la realidad y hasta donde la alucinación. El placer que sentía la llevo a muchas fantasías acompañada del efecto de la droga. Llegó a imaginar que era Octavio quien con fuerza se acercaba a ella, la acariciaba, la mordía ferozmente. Era Claudia quien le hacía sentir un orgasmo único, algo que nunca antes había sentido, por las drogas, por la experiencia femenina, por el tacto, por imaginar a Octavio, qué importaba.

Claudia siguió drogando a Alicia y ésta poco a poco fue perdiendo más el conocimiento, alcanzó a ver cómo Claudia encendía velas. Alcanzó a ver cómo las velas se convertían en un incendio, esto no preocupó a Alicia, ella seguía perdida en el placer hasta quedar perdida por completo en la ensoñación y la inconsciencia. Estaba a punto de ser parte de un ritual.

Finalmente Alicia despertó. Sola en su casa. Para su sorpresa, a pesar de encontrar su casa calcinada, no tenía una sola quemada en su cuerpo. Recordaba que había quedado sola con Claudia, pero no qué había sucedido, su cuerpo se sentía extraño, se levantó y en el único lugar sin quemarse de la recámara encontró un papel con un recado. Decía: 12 horas. Firmaba Claudia.

No tenía idea de lo que eso pudiera significar. Tenía que encontrar a Octavio. Intentó salir de su casa. Al ver la luz, regresó. No tenía fuerza. Doce horas. ¿Dónde había quedado su vida?

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Mañana publicaré el inicio del capítulo 4

¿Listos para entrarle?

Abrazos

@JCOHEN77


ver

#latormenta1

#latormenta2

#latormenta3

RESUMEN SEGUNDA PARTE 'LA TORMENTA' E INICIO DE TERCER CAPÍTULO

RESUMEN SEGUNDO CAPÍTULO – LA TORMENTA

#latormenta2

Octavio decide escapar de su vida como la conoce. Dejar atrás a Alicia, olvidarse de todo. Y reestructurarse en el extranjero. Necesita desaparecer y lo intenta.

Al subir al avión, descubre que el asiento que sigue al suyo está ocupado por un viejo conocido. Tarda unos instantes para identificarlo y pronto se da cuenta que es él: Joaquín, uno de los miembros fundadores de la orden secreta LPS a la que Octavio perteneció en alguna época y de la que desertó. La secta sangrienta dejó una secuela de miedo en Octavio que se reflejó en aquel momento.

El primero en hablar fue Joaquín, llamando a Octavio por su nombre. Le ofreció un trago antes de que despegara el avión, bebieron juntos. Octavio intentó tranquilizarse y los pensamientos desesperados no lo dejaron en paz un solo instante. De pronto notó que Joaquín no llevaba el anillo de la secta LPS, no supo si indagar al respecto o no, en un principio no lo hizo. Joaquín preguntaba cosas de su vida, trivialidades, y lo incitaba a beber con él.

De pronto, Joaquín dice a Octavio que es uno como él, sugiriendo que ya no pertenecía a la orden. Octavio no lo cree, pero decide que si Joaquín hubiera tenido intenciones de hacer daño, lo hubiese hecho mucho tiempo atrás. Joaquín habló a Octavio de un negocio que quería proponerle, pero no hablaría de ello hasta pisar tierra. En el avión no sucedería nada, sin importar el miedo, las cinco horas que en un principio parecían eternas se convirtieron en el refugio que parecía el resto de su vida. Los nervios d Octavio menguaron durante el resto del vuelo, bebió y charló con Joaquín como dos viejos amigos.

Al llegar al aeropuerto de la cuidad de Nueva York, detectives y policías esperaban a Octavio. Joaquín se encargó de ellos.

Un hombre vestido de negro y fumando esperaba a Joaquín, Octavio lo reconoció, era un miembro de la orden a quien Octavio supuestamente había mandado matar años antes. Los tres hombres subieron a una limusina. Se habló de la tarea, el hombre de negro le dio un sobre cerrado a Octavio y le ordenó que bajara del coche, en medio del camino hacia la ciudad.

Finalmente Octavio leyó la nota. Tenía que cortar la cabeza de Bros, el amigo a quien buscaría en Nueva York, el único miembro de la orden secreta que no lo traicionó y desertó junto con él: Bros.

Buscó a Bros y quedaron de verse en un hotel de la ciudad. Al sentarse y pedir un trago, Octavio, sin saber cómo manejar la situación, confesó a Bros que tenía que cortar su cabeza.

Ambos sabían lo que eso significaba, ambos sabían que no había salida.

INICIO - LA TORMENTA 3

#latormenta3

Una vez que Alicia fue forzada a ingerir la droga que Claudia tenía para ella, supo de qué se trataba la situación, Octavio en algún momento había hablado de aquellos rituales secretos. El sexo y la muerte convivían en su culto. No sabía si moriría, pero su vida cambiaría después de aquel momento. ¿Qué pecado tan grave había cometido para terminar conociendo a un ser como Octavio?

Sintió la cabeza pesada por la droga y las manos de Claudia acariciándola…

¡A escribir en #latormenta3!

MÁS DE ‘LA TORMENTA

INICIO Y BASES

RESUMEN CAPÍTULO PRIMERO

#latormenta1

#latormenta2

lunes, 21 de septiembre de 2009

RESUMEN PRIMERA PARTE E INICIO SEGUNDA (LA TORMENTA)

RESUMEN CAPÍTULO PRIMERO, LA TORMENTA


Alicia está en un café esperando, es temprano por la mañana, no para de beber café pensando en Octavio y en lo que sucedió la noche anterior. No ha dormido. La mujer que le sirve el café le resulta conocida, no sabe de dónde pero le produce una incomodidad insoportable, al grado que tiene que salir de aquel lugar casi corriendo. Toma un taxi y llega hasta un mirador en el que ha pasado muchos momentos especiales con Octavio. Se confunde, algo malo sucedió, pero no sabe bien qué. Muchos pensamientos la confunden, le rondan la cabeza, una llamada telefónica la estresa aún más. Lanza el celular por el puente. Octavio no ha llamado, no apareció como había quedado. Ella se preocupa, no sabe por qué, pero siente miedo.

Camina por una calle desolada, mojada por la lluvia que comienza a arreciar. Alicia es una mujer hermosa, pero su belleza no cuenta empapada por la lluvia, con sus zapatos caros manchados de lodo. Hace la parada a un taxi, este se detiene pero le da desconfianza. Alicia no sube, el chofer la persigue, un coche elegante viene justo detrás del taxi, la invita a subir, ella accede por miedo. En la parte trasera del auto, se encuentra con la mesera, la recuerda, se llama Claudia y es del equipo de Octavio. En el coche teme por su vida, no sabe hacia dónde se dirigen pero teme lo peor. Recuerda las historias de Claudia, las actividades de Octavio. Los nervios le nublan el pensamiento.

Alicia se sorprende al descubrir que se dirigen hacia su casa, el camino le parece eterno. Al llegar a su casa, no encuentra a Octavio como ella esperaba, la casa está sola. Y Claudia baja con ella. Luego de varios minutos de silencio, Claudia se sirve un trago y dice:

-Pensarás que todo esto tiene que ver con lo que pasó entre Octavio y tú anoche. No, esto es entre tú y yo. Y suplicarás por la crueldad de Octavio al conocer la mía.

CAPÍTULO SEGUNDO - LA TORMENTA

#latormenta2

Octavio llegó al aeropuerto temprano aquella mañana. Necesitaba deshacerse de la memoria de aquella noche con Alicia. Necesitaba olvidarla. Había prometido llegar al café en el que se habían encontrado tantas ocasiones, sin embargo, no podía hacerlo, no podía verla a los ojos después de lo que le había hecho. Mucho menos, después de saber lo que Claudia era capaz de hacer con ella.

La odiaba. Odiaba a las dos, a la puta vida y al puto país. Odiaba todo, quería volar para deshacerse de sí mismo. Tenía ya el boleto: Nueva York. El único destino en el que podría tener paz. Tenía suficiente dinero y suficientes contactos, pero ¿de qué le servían? ¿Qué haría al llegar a esa gran ciudad? Subió al avión, con una maleta que incluía su vida. Pero esa misma vida resulta muy curiosa. Octavio descubrió que junto a su asiento, en primera clase, estaba sentado…

#latormenta2


(¿quieres regresar a ver las bases y el inicio? Da click aquí)

domingo, 20 de septiembre de 2009

NUEVA NOVELA COLABORATIVA #latormenta

Mucha gente se quedó con ganas de participar en la novela colaborativa que hicimos a través de twitter hace poco más de un mes. Así que ahí viene la nueva. Esta vez la haremos en cinco días, para que dé tiempo de que todo aquel que se quiera apuntar se entere.

El show se trata de lo siguiente:

-Haremos un capítulo por día. Durante todo el día cualquiera puede contribuir al texto en el hashtag #latormenta seguido por el número de capítulo Ej. #latormenta1.

-Cada día por la mañana, habrá un resumen del día (capítulo) anterior y se establecerán los lineamientos para el inicio del nuevo.

-Esta mecánica funcionará desde el lunes 21 hasta el viernes 25. Así que todo el que quiera puede colaborar. OJO: Sólo a través de tweets y cada tweet debe de llevar el hashtag #latormenta

-A partir del martes 29 de septiembre se irá entregando cada capítulo con formato y secuencia correctos, incluyendo el crédito a cada uno de los colaboradores.

Sencillo, no hay más. Hay que buscar en #latormenta o preguntar en twitter a @JCOHEN77 qué fue lo último que sucedió y poner lo que consideramos que debería seguir. Y ya. El chiste es darle vuelo a la creatividad colectiva.

¡Vamos con todo! ¡Hay que hacerla en grande!

LA TORMENTA CAPÍTULO PRIMERO

Ella esperaba en aquel café. Desvelada, viendo la lluvia a través del cristal. Sabía que él no llegaría. Pero quería demostrarse equivocada, esperaba algún milagro. Reconoció de fondo una vieja canción de Miles Davis, sonrió con amargura y volteó la mirada hacia la puerta.

Alicia era una mujer hermosa. Ella lo sabía. Sus largas piernas, su busto perfecto y su vientre plano no mentían. Sin embargo, su belleza no era suficiente. Algo andaba jodido. Muy jodido. El tercer café de aquella mañana lluviosa se lo decía, la noche sin dormir se lo decía. El cielo lo decía. Octavio no estaba ahí. Ella sí.

Si tan sólo hubiera hecho algo diferente aquella noche. Apenas unas horas antes todo estaba en su control, a merced de su sonrisa perfecta delineada por el vodka.

Recordó aquella última noche mientras ordenaba otro café…

¡ A seguirle en #latormenta1 !

viernes, 18 de septiembre de 2009

LITERATURA DIGITAL

No entiendo bien la queja contra la literatura cibernética, como le dicen algunos –a mí me gustaría llamarla digital-. No entiendo bien el problema, a menos que los que se quejan sean aquellos que tienen intereses económicos de por medio, es decir, un fabricante de papel seguramente estará en contra de cualquier publicación electrónica, o un impresor, o editoriales que no tienen forma de evolucionar. Por supuesto, si yo estuviera en su caso, estaría preocupadísimo, de hecho, como escritor lo estoy hasta cierto punto. Nadie me dice cómo chingaos voy a ganar dinero si los libros se empiezan a vender menos cada vez. ¡Uy! Me da miedo. Pero no me da miedo que desaparezca el libro impreso. Estoy seguro que no me tocará ver ese día. Aunque ya me esté tocando ver cómo se ha metido en el espiral la industria editorial clásica.

Amo el olor de la tinta, de las imprentas. Amo el sonido de las hojas y el volumen del libro. Soy un gran aficionado de mi lápiz cuando leo y de doblar la esquina de la página cuando me gusta alguna frase. Soy un amante empedernido de la experiencia de leer como la conocemos. Lo soy. Busco espacios particulares para vivir dicha experiencia. Y espero que no termine nunca. Pero si soy sincero conmigo, disfruto mucho más de las letras en sí que de la experiencia de leerlas. Además, constantemente voy creando nuevas experiencias, supondría que todos lo hacen. Al menos, yo cada día veo más gente en los cafés clavados en lecturas en sus laps, en sus smartphones, o compartiendo enlaces a través de redes sociales. Eso también se está volviendo una experiencia que se puede compartir con un buen café y en un espacio agradable.

Me encanta el romanticismo del papel, pero lo que yo defiendo con toda mi fuerza son las letras. Y esas todavía no se casan con nadie. En algún momento fueron las columnas de las catedrales, los pergaminos, las paredes, el códice, los rollos. ¿Qué más da? Buscamos letras. Buscamos poesía, buscamos historia o noticias, buscamos entretenernos, enterarnos o enamorarnos. Buscamos el arte que encontraremos en las letras, sin importar si estas vienen grabadas en piedra o en un monitor viejo de un café Internet en un pueblo desconocido.

Yo defiendo la libertad de expresión, y los derechos tanto de lectores como de escritores, defiendo cada intento por plasmar letras y darles continuidad, la divulgación de la literatura. Defiendo el concepto de que los lectores son aquellos que harán los cambios en un planeta enfermo. Somos seres peligrosos, los lectores, los gobernantes nos tienen miedo. ¡Me apasiona! Y por lo mismo, quiero ver cada vez más lectores, más devoradores de libros, más fieles a las letras.

No estoy de acuerdo con la discontinuidad de los textos electrónicos, al menos no lo estoy con respecto a los libros. Por supuesto que estamos en un universo infinito de información, en un cuadro en tercera dimensión que nos puede llevar a millones de lugares sin regresarnos a nuestro texto original. Sí. Pero la era digital consigue algo sin precedentes, dar completa responsabilidad al lector de lo que lee. Yo no confío en todo lo que está escrito, pero confío en lo que yo leo, en lo que a mí me gusta, me apasiona, me entretiene. Confío en algunos que me recomiendan. Lo que necesitamos son nuevos líderes de opinión en un universo tan vasto como el que vivimos. Necesitamos calidad, y estoy seguro, que tendremos todo el material necesario para leer lo que más nos guste. Hoy, la responsabilidad la tienen todavía los de la fábrica de literatura, mañana ya no será así. No es una guerra, es una evolución.

Los libros impresos seguirán, caros, lujosos, hermosos. Un artículo para aquellos amantes de la experiencia. Los seguiremos buscando. Seguiremos acudiendo a librerías y bibliotecas con motivos sociales (siempre y cuando el ajetreo nos lo permita), seguiremos acudiendo a presentaciones y comprando ejemplares para que los firme aquel autor que tanto admiramos. Seguiremos respirando olor a tinta, seguiremos soñando en las páginas que cuidadosamente hemos marcado. Nada desaparecerá.

Pero es inútil luchar en contra de una evolución natural que nos está marcando a todos. Es inútil luchar, más importante es contribuir. Cierto, nuestra generación también está caracterizada por la soledad a la que nos induce clavarnos en un monitor, sin embargo, el mundo se ha hecho tan grande que buscamos nuevas formas de transportarnos, de economizar nuestro tiempo y nuestra distancia. Tendremos bibliotecas virtuales, librerías virtuales, libros virtuales. Tendremos todo lo necesario para llegar a la librería sólo cuando lo necesitamos, para llegar al café por el hecho de disfrutarlo, para disfrutar de nuestra vida sólo por el hecho de hacerlo. Nuestras necesidades literarias estarán dentro de un mismo bloque, similar al que ocupa un libro, que incluye nuestras revistas y periódicos favoritos, nuestras novelas más queridas y nuestra poesía indispensable. Todo en un mismo “libro”, ¿no es genial?

La responsabilidad es del lector. Por primera vez desde Gutenberg, volvemos a ser libres de buscar nuestras letras favoritas en un vasto universo. Tenemos la oportunidad de dar oportunidad y de tomarla. De forma en que los grandes seguirán siendo grandes, y los nuevos magos de las letras tendrán un nuevo reto superior a cualquier otro. Brillar entre millones.

jueves, 17 de septiembre de 2009

UNA MAÑANA NUBLADA

El día nublado hacía parecer desolada la calle por la que paseaba. Alicia empañaba su pasado con la recién apagada lluvia. Intentaba deshacerse de sus recuerdos, enterrarlos en el lodo de la acera. Buscaba desaparecer aquella noche. Borrarla.

Un enfoque diferente llamado futuro, la pasión de descubrir con asombro el color que se refleja en el nuevo cielo, en el sol que busca su camino hacia otro día. A pesar de la tormenta. Roberto no sabía más de nada. Disfrutaba todavía de su vida.

Esperando en un café a que la tormenta pare. Solos, callados. Sin decir una sola palabra. Había sido un mal día. La lluvia no lo hacía mejor, la calle no lo hacía mejor. El evidente trámite de divorcio a empezar el día siguiente no lo hacía mejor. Gustavo sabía que Raquel no podía irse de la casa aquella noche. Tendría que esperar a la siguiente mañana. Era inútil siquiera pensar.

De pronto la locura mezcla los colores, la música se dibuja en la pantalla. Todos somos uno y no discutimos nuestra propia existencia. Lluvia o no, nos deshojamos. Repetimos frases creadas hasta convertirlas en mantras. Intentando escapar de tantas cosas. Esperamos a la siguiente mañana, que, a pesar de las nubes, nos traerá un poco de luz. O no.

Gustavo no durmió. El sillón era incómodo. Estaba cansado de gritar, de pensar, de contener la rabia en su estómago. Estaba cansado de vivir. De imaginar a Raquel con otro. De imaginar sus sueños pisoteados. No podía más, aún así, no pudo dormir. Se vistió para estar listo cuando Raquel despertara.

Alicia esperó aquella noche. Hasta escuchar a la tormenta callar. Esperó hasta el amanecer sin respuesta. Era esa noche o nunca más.

Roberto se preparaba para un nuevo día. Subió a su auto, y, como de costumbre, subió el volumen al estéreo. Disfrutaba de cantar en camino al trabajo.

Raquel estuvo a su lado, caminaban hacia la oficina del abogado. Algo sucedió. Gustavo se despistó al cruzar la calle y el pequeño Chevy blanco no pudo hacer nada. No con el asfalto mojado todavía por la tormenta de anoche. Lo mató.

Roberto manejaba, cantando, feliz. Aquel hombre se cruzó en su camino, no pudo hacer nada. Su Chevy fue cómplice. No importaba la culpa. Importaba que era un asesino, y nunca podría lidiar con eso. Intentó llorar, pero quería haber muerto él.

Alicia caminó. Su amante no había aparecido, era ese día o nunca. La había dejado. Avanzó por la calle nublada recordando que Raquel había prometido dejar a su esposo aquella noche.

martes, 15 de septiembre de 2009

SEPTEMBER (15) MORN (EN EL CENTRO)

Definitivamente no quería ir. Era un hecho. ¿Qué pinche necesidad tenía de aparecerme por el centro cuando está cerrado? Pero las circunstancias se volvieron en mi contra: tuve que hacerlo. Pero no sólo eso, sino más tarde de lo que yo esperaba, la corrección de un texto se puso complicada y yo, pues me quedé peleándome con ella. Y no me di cuenta, así que ahí andaba. Pasando por el Auditorio nacional, rumbo al centro de la ciudad de México ni más ni menos que a las 9:30am, esperando un espeluznante tráfico que me disponía a soportar como un valiente ciudadano, ¡ya qué!

Para mi sorpresa, todo fluyó. Cuando llegué a Avenida Juárez, los policías muy civilizadamente nos decían que hasta ahí habíamos llegado. Así que decidí buscar un estacionamiento público, aparcar mi coche y lanzarme caminando hasta 20 de Noviembre –para eso había dejado guardada la corbata en la casa, ¿no? Venía cómodamente en jeans y suéter, con un portafolio ligero colgado del hombro: cual turista listo para pasear. Y paseé– lo encontré a la primera, vacío. ¿Y ahora? El ruido Juárez se había esfumado. No entendía. Por un momento me sentí productor de algún concierto o algo así: backstage. Gente con radios rodeada de policías bocinas aquí y allá, estructuras de iluminación, todo el aparato necesario para montar un show. Juárez cerrado, y la gente, callada. Algunos despistados como yo caminando en silencio, otros dependientes de comercios aburridos en la calle fumando o charlando entre ellos. Juárez estaba vacío. La explanada de Bellas Artes casi desolada. Yo seguía sin entender. Eran las diez de la mañana, a pesar de estar nublado eran las diez. Yo sólo había visto algo así en la zona antes del amanecer. Me pareció bellísimo el escenario. Ahora sí, viene la parte surrealista. Y seré mucho más conciso en lo que viene, porque así fue: rápido y conciso. Divertido y surrealista.

Caminando por Madero, como en día de kermés, una cuarta parte de la gente que veo comúnmente. Los dependientes de las tiendas sin gente en la calle, fumando, platicando de su propio aburrimiento con sus colegas de otros comercios. Una mezcla excéntrica en la misma imagen: cientos de policías movilizados por todas partes, camiones de televisoras y de más polis. Ingenieros de algún canal de tele y polis escudados corriendo de aquí para allá. Mientras que el resto de la gente caminaba con una güeva del tamaño de los impuestos que quieren que paguemos. La apatía generalizada se notaba. La música tradicional mexicana pretendiendo ser alegre resultaba más deprimente que las cumbias a todo volumen en un día cualquiera. Algo había que nomás no prendía la gente. Pero eso sí, todos pasando a través de los retenes o filtros para llegar al Zócalo, a pesar de los otros guardias les tentaran sus partes íntimas buscando armas, bombas o latas de jugo. Pasaban por el detector de metales para entrar a la plancha, lista para un magnánimo desmadre. Eso sí, va a ir un montón de gente.

En medio de estas calles sin coches, medio sin gente, con gente, o con un poco de apatía. No lo sé. En medio de estas calles del centro de la capital mexicana, había un malabarista sueco, de no más de 25 años, jugando con cinco o seis pelotas a la vez, en medio de una calle llamada, precisamente 16 de Septiembre. ¿Qué hacía? Practicar. Llevaba ya sus franjitas tricolor pintadas en la cara. Y estaba, según él, esperando unas horas más para vestirse de “mexicano”, no quiso decir su atuendo o dónde se quedaba, pero estaba emocionado de que tanta gente lo admirara haciendo malabarismos como los que hacen los chavos menos güeros y más bajitos en los semáforos. Él decía que era pro. A mí me divertía verlo en medio de la calle, tan desentonado con el resto de los transeúntes celebrando con pelotitas el día de la Independencia de un país que visita por primera vez. Le parecía divertido. A mí, surrealista. Empezando.

También sobre 16 de Septiembre está el Starbucks (sí, como un bagel en Starbucks cuando voy al centro, o Starsucks o Starfucks o como sea, yo sí voy). Al entrar veo algo mucho, pero mucho mejor que el espectáculo solitario, decadente y apático del sueco al que no pelaba nadie: un grupo de doce adolescentes japoneses vestidos de fiesta. Riendo, obstruyendo el paso, formados sin formarse para ordenar un café, o un refresco. Lo pasaban de maravilla gracias a Miguel Hidalgo y ellos. Se divertían de lo lindo, tal vez habían planeado su viaje por el mundo precisamente para pasar el quince de septiembre por la noche en el Zócalo de la ciudad de México. Mientras nuestros festivos compatriotas con la pereza tatuada en la frente los veían como bichos raros, bostezando. México lindo y querido. Sí. Salieron del café los japoneses y el café regresó a su silencio espectral, con menos gente de la de costumbre. Afuera los policías, el sueco se había movido de lugar. En silencio, los mexicanos sin morrales pasaban el filtro para llegar a la plancha, en la que se escuchaban las pruebas de sonido. Cola para entrar: silencio entre la gente. Policías cateando. Y el Zócalo llenándose poco a poco de gente silenciosa –que despertará después de un par de tequilas, seguramente–.

Terminé de hacer mis pendientes. Me dirigía hacia mi coche por Madero. Y justo en la esquina con el eje central, me doy cuenta de un grupo festivo, vestidas de colores: sólo verde y rojo. Parecían un mueganito de colores patrios. Pero algo me hacía ruido, tal vez era el cabello güero y el inglés a gritos. ¡Eran gringas! Otro grupo de festivos surrealistas en medio de gente caminando en silencio. La música de Juárez ya se escuchaba. De nuevo, mi México es surrealista. Y eso me gusta. Seis rubias vestidas de colores patrios en medio de muchos bajitos y morenitos en silencio. Esperando, tal vez sólo esperando que llegara la noche para mentarle la madre al presidente sin que éste se diera cuenta, siendo incapaz de descifrar los gritos. Tal vez un montón de hipócritas que dicen cuánto lo odian pero que esperan este día para verlo como en concierto de Maikol. Tal vez sólo quieran chelas y música, tal vez sólo estén por el desmadre, tal vez por patriotismo. El chiste es que esperan. En la noche serán personajes diferentes. Besándose, gritando, festejando, rompiéndose la madre. Escupiendo y, al mismo tiempo, gritando ¡viva México! Ese grito que cada uno de los personajes extranjeros entonará con su particular acento. Disfrutando nuestra independencia desde la mañana, festivos, sin preocupaciones de impuestos o mediocridad. Simplemente aprovechando la música la chela y el desmadre. En un lugar tan pintoresco y mágico que nosotros no podemos ver. En un lugar tan maravilloso como el centro de la ciudad e México. El corazón de nuestra fiesta nacional. Ese lugar que tenemos algunos tan cerca que pasamos apáticos mientras otros lo disfrutan como el día de su vida.

Regresé a mi coche para ver mi grito en mi Zócalo por tele más noche. ¡Viva México, cabrones!

lunes, 14 de septiembre de 2009

NAVAJAS TUITERAS

Todos contra todos. Todos para uno y uno para todos. Cada quien con su cada cual. Todos a bordo.

Frases y dichos, millones de ellas. Y aquí seguimos. Escuchándolas, inventándolas, transformándolas, cotorreándolas. Bajezas, altezas, reinas y actrices. Y lo único que queremos es comunicarnos. Los madrazos se valen. O no. Todo depende.

Hoy me di cuenta de algo importante en este mundo de la red, algo que posiblemente se convierta en una regla de oro: la responsabilidad en la blogósfera es del lector, de nadie más. Ya no tenemos a magníficos (o no tanto, seamos francos) editores que nos hagan la tarea y nos den lo que piensan que es mejor. Ahora somos nosotros los propios jueces de los textos que leemos y de nuestras propias fuentes de información.

Entonces, también somos jueces de a quién seguimos o no en nuestra red social favorita. ¿No te gusta que el acosador vea tus fotos en facebook? Pues le das borrar y lo mandas a la chingada. Tan fácil como eso. Lo mismo pasa si alguien comienza a hacer algo divertido, movido, loco, cachondo, alucinado o idiota cuando tú tienes algo mejor que hacer. Te pierdes y ya. Desapareces o haces desaparecer al que se anda haciendo el chistoso. Básico y sencillo. A un click de distancia.

Pero como decía, los golpes se valen. Totalmente. Y hoy fue un día de mezcla entre madrazos y risas. A algunos les gustó y a otros no, pero los que andaban por ahí se pasaron un buen rato, y los que nos andábamos madreando, pues también. Y a los que no, pues nos callaron y nos dejaron ser, y los que no nos dejaron ser… pues sufren porque quieren. Así de fácil.

No sólo identifico a twitter como una forma de pensar o de convivir, sino como un espacio de escapatoria, un oasis en medio de un infierno o un supuesto infierno. Una rutina que podemos cambiar constantemente. Andy Warhol nunca se hubiera sentido más orgulloso de sus famosos quince minutos que en esta época, en la que todos podemos ser famosos por un rato. Y eso es lo que pasa cuando dos personas se pelean, un importante Goliat (famoso de verdad) y un irreverente David (judío y todo) deciden luchar por followers en twitter. En esta ocasión, a diferencia de la historia bíblica, Goliat terminó arrasando con el enemigo. Y, también a diferencia de la historia bíblica, habían apostadores, políticos, caciques en peleas de gallos: porras corrientes y poéticas, mujeres enamoradas y otras verduleras. Hubo de todo. ¿Con qué fin? Con ninguno, que termina siendo el propósito fundamental de una red social: entrelazarnos por completo para compartir.

Hoy se puso buena la trifulca. Estará en nuestros timelines por un tiempo, mañana se borrará, Jairo regresará a ser un reconocido periodista y yo seguiré siendo un escritor explorando las letras en el mundo digital, mientras tanto. Seguimos con la adrenalina de las navajas amarradas.

@JCOHEN77

BLOG DE SOCIAL MEDIA

El tema no es nuevo, pero para mí es novedad. Últimamente se ha convertido en una de mis prioridades en lectura y en uno de mis temas fundamentales de interés: Social Media. Este término sigue revolucionando nuestra forma de utilizar la red, desde la interacción con otras personas, hasta hacer campañas que convoquen a millones. Es la forma en la que hoy en día nos enteramos del mundo, nos comunicamos, y nos divertimos. Todo en uno. Sufrir y gozar. Simple como suena: hacemos del mundo un espacio más pequeño.

Y a algunos nos encanta. De verdad, nos encanta. La responsabilidad queda absolutamente en nuestras manos, tanto de informar como de ser informados. Lo he dicho muchas veces, la información en la generación digital es meramente responsabilidad del lector. Uno mismo, como lector, tiene que encargarse de hacer sus propios juicios, de revisar, de buscar, de perderse o encontrarse en este inmenso océano de letras, fotos, reseñas, noticias, recomendaciones, partidismos, mierda, y cielo. Todo esto al alcance de nuestros deditos tecleadores. Vivimos inmersos en nuestro monitor y decidimos. Por primera vez podemos decidir lo que queremos saber, y por primera vez podemos alzar la voz para ser escuchados, a un URL de distancia. Y todo esto se concentra en un flujo virtual de personas reales. Mucha gente. Millones de personas que, al igual que en la calle, están ahí, sólo necesitamos encontrarlas.

Aquí entra el blog de Rosaura Ochoa. Justamente en el manejo de dicho tráfico, en los consejos. ¡Uf! Yo no sé qué tiene el ser humano por leer tips, consejos, recomendaciones. Nos encanta, carajo. A mí me encanta. Siempre y cuando, me dejen algo, me ayuden a aprender; es decir, me sirvan como herramienta para lograr algo, cualquier cosa, en este caso, cómo ser mejor en el manejo de Social Media. Este blog es un espacio amigable en el que se puede encontrar información de actualidad, consejos técnicos, consejos sociales. En fin, es un espacio completo que resalta la importancia de uno de los grandes fenómenos de nuestro tiempo. Rosaura entiende la palabra “social” y la palabra “media”, entiende también las dos en conjunto.

El propio concepto del blog habla por sí mismo, es absolutamente amigable y no amenaza con la información. Es un lugar en el que cada una de las personas que pertenecemos a alguna red social tenemos algo que ver. Nos podemos quedar curioseando o investigando. Hay espacio para ambas cosas. Además, la estrella del blog es un personaje accesible, tanto en su programa de radio como en twitter o facebook.

El mundo está cambiando nos demos cuenta o no, y tenemos que tener un montón de fuentes distintas para estar enterados, para intentar (al menos eso, intentar) estar al día. Y una de las herramientas básicas para lograrlo es ser seguidor de un blog de Social Media. El de Rosaura Ochoa es una gran opción.

Muchos necesitamos un gurú en este nuevo mundo, un oráculo bien similar al blog del que hablo.

viernes, 11 de septiembre de 2009

VIERNES POR LA NOCHE

Despeinarse aquella tarde no era una opción, Susana había salido tarde de la junta. Como siempre. Se sentó en su computadora unos minutos antes de salir. Su chofer la esperaba en la calle. Un martini era lo único que necesitaba, y para eso, Matt la estaba esperando. Llevaba una hora ya en el bar de moda, en el lobby del hotel X. Ella no aceptaba menos que los martinis más caros de la ciudad, Matt, menor que ella pero ardiente en la cama, la esperaba dispuesto a hacerla gritar aquella noche.

Matt pensó que no llegaría, había pasado ya una hora. Ella no contestaba más que un mensaje en el celular, ni siquiera una llamada. Pero valía la pena una noche con aquella ardiente mujer diez años mayor. Valía todo el poder ver a aquella mujer llegar perfectamente arreglada, con su cuerpo sin reservas. Completa y perfecta para él. Terminarían ambos sudando en la cama de el hotel más fino de la ciudad. La espera valía la pena. Todo había comenzado con el video que le había vendido Raúl, el pequeño. Un niño que estudiaba frente a su oficina y que al salir de la escuela lo iba a buscar para venderle videos caseros de Z, su madre, teniendo sexo. Matt era un completo fanático de la pornografía casera, y la madre de Raúl era el objetivo perfecto para tener en un DVD. Raúl cursaba apenas quinto año de primaria, diez años. Y era todo un coyote mafioso, escondido tras esa perfecta sonrisa de escuincle idiota.

Jacinto. Puta madre, odiaba aquel nombre. Prefería Jack, como lo llamaban los cuates. Recibiría el traspaso de la quincena a su chequera a las 23:00 horas. Tenía que esperar en la oficina, no había más que hacer. Él, un joven mediocre, capturista de medio pelo. Lo único que necesitaba era ser rico por una noche, tal vez dos al mes. Chupar como los grandes, enfiestar. Para eso tenía toda su quincena. Ya faltaba poco. Chatear mientras era un buen pasatiempo. Su cuate Steve tenía los mejores consejos. Sabía perfectamente qué hacer en cada situación, contaba sus anécdotas con las múltiples mujeres con las que había estado, jugaba con las palabras, con su magnética personalidad. Era un genio, todos lo seguían en las redes sociales. Era rico, guapo, popular. Las mujeres lo adoraban y los hombres lo admiraban.

Verónica, maestra de literatura en preparatoria había leído los ejercicios de un niño llamado Raúl. Le llamaban la atención, tanto por el ingenio y creatividad como por su maravillosa capacidad de redacción, la maestra de primaria había llevado los textos a Verónica aquella mañana. Era un viernes. Uno más. Lista para salir y matar. Por completo. Literalmente. No le importaba a quién. Pero necesitaba sangre en sus manos. A las once en punto de la noche saldría.

Susana llegó. Matt la esperaba. Ordenaron sus martinis, ella hablaba, contaba todo lo que había sucedido en el piso 32 en el que se encontraba su oficina, hablaba y hablaba. Al menos no paraba de beber. Y Matt no podía sino observarla, admirar su belleza. La imaginaba desnuda como estaría en pocas horas, la imaginaba gimiendo, gritando. Pidiendo más. Necesitaba estar dentro de ella, poseerla.

Susana necesitaba desahogarse. Más tarde cogería con aquel niño, pero en aquel momento necesitaba hablar, ser escuchada, tal vez confesar lo sola que se sentía, lo impotente que la hacía sentir ser una mujer tan segura, tan completa. Tan perfecta. No lo era y lo sabía, tal vez necesitaba solamente desnudar su alma en aquella ocasión.

Steve estaba en su departamento, sentado frente a la computadora, no hacía nada más durante todo el día, lo sabía. Pero no le importaba, su vida estaba entera, a pesar de no ser real, a pesar de no existir siquiera, a pesar de ser lo más distinto a lo que él mismo diseñaba en su avatar. Todo era tan jodido. Pero tan feliz. No entendía cuál de las dos. Las mujeres lo adoraban, pero nadie lo conocía. Sólo había tenido sexo dos veces en su vida, y hablar con gente le costaba un mundo de trabajo, por eso escribía. Y comprendía el mundo dentro de una computadora.

Jack, o Jacinto, llegó a las 11:30 de la noche al bar. No era lo más lujoso, pero tenía buen ambiente. Sus amigos lo esperaban, se sirvió una cuba y rondó el lugar con la mirada. En aquel momento tenía el poder completo que no tenía en la oficina, en aquel lugar podía ser quien era. Sin reservas. Fue entonces cuando la vio.

Verónica no dejaba de pensar en aquel niño. Esas fantasías la prendían, hablaba de la muerte, pero cómo tenía una visión tan clara de la gente muriendo, sólo ella lo sabría. Ella, que había matado. El niño comprendía la sensación, ¿por qué? ¿Cómo?

Verónica escribía por su celular lo que sucedía, lo que veía, lo que pensaba. Steve la escuchaba. De pronto se acerca un hombre a ella. Lo vio. ¿Jack? Una perfecta víctima.

Steve aconsejaba a Verónica acerca del pequeño Raúl. Verónica no podía entablar conversación con Jack, tampoco lo aburriría, conocía su cuerpo y las capacidades de éste. Tal vez tendría que ir directo al sexo. Lo consultó con Steve, Steve aprobó. Salieron juntos hasta el departamento de Verónica. Ella manejaba. No podía dejar de pensar en el pequeño Raúl. Jack, no podía dejar de pensar que era el sexo más barato que había tenido en una noche.

Mientras Susana hablaba con Matt, se deprimía un poco más. Otro poco. Ya no quería sexo, sólo hablar. Matt seguramente entendería. Matt escuchaba, imaginando con fuerza a Z, la del video, la madre del pequeño Raúl. La comparaba con Susana, la sentía, no podía esperar más, necesitaba penetrar a la mujer que tenía frente a él. Era suya, por completo. La necesitaba penetrar en ese instante, sin espera.

Se lanzó hacia ella a la mitad del bar, a besarla, ella lo intentó apartar, pero no lo conseguía. El barman observaba. Matt seguía intentando besarla, ella imprimía resistencia, eso lo excitó más.

Verónica, por otra parte estaba ya encima de Jack, siendo penetrada salvajemente, como a ella le gustaba. Recapacitó, no podía dejar de pensar en Raúl. Hasta que de pronto encontró lo que buscaba, había sido Raúl quien había asesinado a la maestra desaparecida la semana pasada. Maldito escuincle. ¡Era un genio!

Susana comenzó a gritar, pero Matt se había ya transformado por completo, había arrancado su ropa y su sujetador, ya estaba sobre ella desnuda en el suelo, cuando se acercó la policía. Nadie más parecía hacer nada ante una inminente violación pública.

Al descubrir la genialidad del escuincle, Verónica, la maestra de escuela tuvo el mayor orgasmo de su vida, incluso, segundos antes de estrangular a Jack hasta verlo muerto, debajo de ella, todavía penetrándola. Tuvo un orgasmo más, con el cuerpo dentro de ella, antes de deshacerse por siempre de él.

Steve, al darse cuenta de lo que sucedía. Desquició. Nunca se supo más de él. En Internet o en la vida real. Verónica, seguía tuiteando como siempre. Sólo ella, ni Jack, ni Matt, ni Steve. Todo, en un viernes por la noche.

110901 - PALABRAS SIN PALABRAS

Cuando no queda nada por escribir, la flama se consume. Y sólo quedamos nosotros, desvelados, sin tinta y sin fortuna. Enredados en un cosmos destrozado.

Cuando no queda nada que escribir, lo mejor es callar. Despertar de nuestra inercia, retorcernos en el seno de una pasión desenfrenada. Perdida.

Porque la muerte se confunde con poemas, los sueños se reducen a nostalgia. Vivimos en un mundo que es de todos, y ocho años no son nada. Perdimos todos.

Quién soy yo para rendir un homenaje, carajo. ¡Quién puta madre creo que soy! Para sentir en carne viva la más pura decadencia, la razón del sinsentido. La opinión que se refleja en mis ancestros perseguidos, en mi persona perseguida. En mis metas compartidas.

Una guerra ha comenzado y no termina. Me acerco a las personas más dolidas, me retracto y me reitero. Soy judío y sé de eso. El dolor no se termina. Y ocho años no son nada. Porque somos todos y algunos continuamos.

Porque si hoy volviera a suceder, veríamos poco a poco, y de repente, apagarse muchos tweets.

Cuando no queda nada por escribir, nos robamos las palabras, correteamos asustados por la casa y repetimos día a día las tragedias más perversas. Concentramos nuestros años en sonrisas.

Que descanse en paz el mundo que murió hace ocho años.

jueves, 10 de septiembre de 2009

090909

Me gusta la gente optimista que se levanta diciendo: “hoy será un gran día”. En verdad me parece admirable, una actitud correcta ante un potencial infierno en puerta. Yo soy uno de esos optimistas, a mi manera, al menos soy un entusiasta que intenta traducir en retos los obstáculos. Pero este nueve de septiembre seguramente fue capaz de romperle la madre a más de uno. Porque fue un día que amaneció con encabronamiento masivo, con indignación colectiva.

Impuestos. Supongo que la palabra por sí sola tiene una sorprendente carga de molestia. Es como escuchar dentista, pocas personas sienten emoción al escuchar que tendrán que aparecerse en la sillita que se mueve a que lo alumbren con luz directa para meterle minitaladros en la boca abierta hasta secarse, mientras le ejecutan una llamada “limpieza” para quitar el sarro y esas cosas. Por lo tanto, si no nos gusta escuchar la palabra dentista porque nos trae a la mente memorias incómodas, menos nos gustará escuchar la palabra impuestos, mucho menos cuando viene acompañada por la palabra más. Mancuerna maldita. Y si a esto le aumentamos que dichas palabras, disfrazadas de noticia, caían por todas partes, el malestar se convirtió en una mezcla de pánico e indignación colectivo que sólo se pudo callar por unas horas poco más tarde.

Porque resulta que secuestran un avión. No mames, yo quería hablar de las broncas financieras de Annie Leibovitz y su fotografía. Pero no. Secuestraron un avión. De nuevo, pánico e indignación. Horas (o minutos, digamos) de angustia que fueron resueltos de la mejor manera, limpio, hermoso, perfecto. Sin contratiempos, con un comando armado de agentes federales de primerísima que llevó a cabo un peligroso operativo para rescatar a los secuestrados. Por supuesto que todo salió a pedir de boca. El secuestrador era un fanático religioso con ganas de llamar la atención y hablar en las cámaras de televisión, igualito al ciudadano cero del que canta Sabina, un tipo de fundamentalista mandando un mensaje de su dios particular, pero con menos ganas de joder. Mientras tanto, nosotros vueltos locos pensando en qué chingaos querrá un secuestrador boliviano con nuestro querido presidente. La respuesta, nada. Un loco y ya. De chocolate. Una noticia de chocolate. Y México regresó al encabronamiento masivo con el que amaneció escuchando la palabra Impuestos. Entonces se convierte en una cuestión de semántica, la palabra secuestro también nos tiene muy mal acostumbrados, la escuchamos en las primeras páginas con tanta frecuencia. Impuestos y secuestro. No importa si fue un avión llevado al terror con dos paquetes de jumex y cinta canela. No importa nada. Es la palabra: secuestro. Puta madre. Qué dolor. Impuestos. ¿Quién los paga con gusto? Nadie. Nos molesta la palabra, nos molesta la noticia, nos molesta como si nos dirigiéramos directito a una endodoncia.

Un tráfico tremendo y lluvia. Consecuencias de vivir en una ciudad exactamente como esta. Ajetreo y locura. Para que al final del camino, nos riamos, encontremos la guasa y el optimismo. De vuelta a la mediocridad, al aceptar. Al recibir con risa y tranquilidad una noticia que en otros países ha cambiado la historia. A poder decir que las cosas pasan, cuando en realidad, lo malo es que nada pasa. Nos dicen lo que quieren y como quieren. Triste. Y al final del camino todos cuidamos las apariencias y seguimos igual, sin importar cómo nos gobiernan, cómo nos dan las noticias, qué pensamos o qué no. El chisme gana, el morbo gana. Y la indiferencia termina como siempre ganando el primer premio. Perro que ladra no muerde. Y creo que es hora de que alguien suelte a los perros de defensa para que los asaltantes dejen de robar.

Entre más nos hagamos pendejos, más libres nos sentiremos, pero no más libres seremos. Yo no acepto que me quieran tapar el sol con un dedo. Y creo que cada vez somos más los que exigimos que nos dejen de fabricar noticias para emocionarnos. Vivimos en la angustia constante de la cita con el dentista, pero clavados en la comodidad de saber que hoy, justo hoy, no iremos. Eso es conformismo y yo no lo aguanto más.

Entonces, escribo.

martes, 8 de septiembre de 2009

TORMENTA

La región
entre la tormenta
de arena
y tu frugal
deseo errático
me inspira
a definir tus curvas
sin el mínimo
esfuerzo
requerido

me inspira
a vislumbrar tu aroma
sin el absurdo
reglamento
administrado

La región
más persistente
ente el escueto
inmaculado
crucigrama
no es más que el simple
aliento de tus besos
ya cruzados

no es más que el derrotado
desencanto
de tu piel
oscura y limpia

Eras tú
conmigo dentro
ingeniosa alfombra
del deseo
pródiga esfige
de los besos
tan perdidos
como el más
profundo encuentro
con tus senos

La región
de la tormenta
en mis instintos
no es más
que tu guarida
desolada

PASTILLITAS, PILDORITAS Y CAPSULITAS

Despertar entre el sensato diluvio y el efecto de las eficaces medicinas fue una atroz experiencia madrugadora. ¡Qué se le va a hacer! De pronto las pastillas se sienten bien, no sé si ayuden, pero a mí me gusta sentir la cabeza pesada y los ojos apendejados buscando un lugar en paz para poder relajarse por completo, me gusta la sensación de los párpados artificialmente inquietos intentando sobrepasarse con mis ojos. Me gustan las ganas químicas de dormir. Y no generalmente no me molesta despertar, no físicamente. Pero los martes, los martes son groseros. Esa capsulita verde con morado que me tengo que tomar para no sé qué chingados, nomás no me ayuda. Digo, duermo bien y todo, porque tomo la otra cápsula, pero el amanecer, ¡puta madre! Molesto, como con unas náuseas, un malestar, extraño. Me siento mal. El doctor dice que no debo preocuparme, que me tome esa otra pastilla blanca que parece aspirina y que las náuseas se van a ir. Y se van, pero entonces no puedo tomar (ojo, sólo los martes, los demás días no hay problema) la otra pastillita, o capsulita, o jarabito, ya no me acuerdo, de puras sonrisas. Esa que no me hace dormir, bueno, a mis párpados no los hace dormir, pero a mí me manda bien lejos. Puedo hasta sentarme a leer un rato, algo ligero, claro. Si no, me puedo volver loco. Sí, todavía no estoy loco.

Pero los martes. ¡Otra vez! Hoy es martes. Me estoy empezando a poner nervioso. El doctor me dijo que si me ponía nervioso un martes por la mañana, luego de la pastillita blanca para la náusea nocturna, me tomara el otro antídoto, pero no el otro, porque me podía volver loco. Pero no me dijo qué debía hacer un martes, si al despertar con náusea estaba lloviendo. No me dijo nada. No me dijo nada. ¿Qué? ¿No entiende lo que es lidiar con gente deprimida? Pues no me tomé nada. Y me dio náusea, y vomité. Busqué la pastillita blanca y me volví loco. Porque ya estaba nervioso. Llueve. Y yo estoy deprimido. Y narro la historia de mis pastillitas, y pildoritas, y capsulitas, y pendejaditas. Pero hoy es martes, Las cosas tienen que ir peor, mi doctor me lo dijo antes de los shocks. ¡Ah! La cagué. No debo hablar con nadie de eso. ¿Qué me tenía que tomar? ¿A todos a los que sus viejas les pintan el cuerno terminan así? Pues no lo sé. Es martes, llueve y tengo náusea. Estoy nervioso. El doctor no me contesta. ¿Qué haré?

Llueve. Intentaré buscar al doctor por la ventana o refrescarme con la lluvia. Hay un hombre ahí, ¿será el doctor? ¿Habrá venido a mi casa sólo a verme? ¿Tendrá más pacientes en este edificio? No me escucha el muy cabrón, mis gritos no tienen ocho pisos de fuerza. ¡Doctor! Nada, puta madre. Me lanzo a recibirlo, tal vez tenga una pastillita milagrosa allá abajo.

¡Pum!

¿Y ÉSTE QUÉ?

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Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

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