J. M. Coetzee plantea, en su novela Disgrace, un problema sudafricano post apartheid, en el que la igualdad de derechos a las diferentes etnias actúa como doble filo. Luego de tantos años de segregación y desigualdad se alcanzó la libertad, la equidad en los derechos. Gran avance para la humanidad. Sin embargo, existe una repercusión social severa. Mientras antes (durante el apartheid), absurda y equivocadamente, no se necesitaba dar ningún tipo de prueba ante un crimen presuntamente cometido por una persona de color (según el acusante) para que ésta fuera injustamente castigada por la ley, habiendo o no cometido dicho delito, en la época post apartheid era difícil que procediera una acusación hacia una persona de color en la inteligencia de que se le estaba acusando por ser negro, y eso iba en contra de las nuevas leyes de igualdad. Así que se generó un pandemónium. Criminales salían libres o no eran perseguidos bajo este refugio, bajo esta cara puesta bajo lupa de tantos medios de comunicación alrededor del mundo dispuestos a juzgar y rematar cada que algún blanco pensaba que un negro le había robado.
El resultado a este fenómeno fue que los victimizados criminales de color siguieran libres de la calle para que los periodicazos no afectaran la reputación de un país que después de tantos años había logrado igualdad social. Y no, no todos los criminales de Sudáfrica son de color y no todos los sudafricanos de color son inocentes. No. También hay blancos criminales, negros inocentes. La raza, la etnia, el color no hace culpable a nadie de nada. Pero tampoco lo hará inocente. Estoy a favor de la igualdad de género, de raza, de creencias religiosas, de preferencias sexuales. Estoy a favor de la libertad de expresión y de la libertad de prensa. Estoy a favor de los derechos. Y conciente de las obligaciones.
Hoy leí una noticia que llamó mi atención y me recordó el problema que plantea Coetzee. A Jared Malsin no le fue permitida la entrada a Israel y fue detenido en el aeropuerto Ben Gurion hasta ser puesto en un avión volando a Nueva York. Malsin trabaja como editor de la versión en inglés de la agencia de noticias de Gaza, Maan. Leí la noticia en el New York Times, luego la busqué en Haaretz, periódico israelí y en la misma página de Maan.
¿Qué sucede? ¿Que automáticamente, al estar a favor de Gaza puede entrar y salir de un país cuantas veces le parezca con o sin documentos? La respuesta es no. No puede. No se puede tomar partido viendo los datos de esa forma, apelando a la libertad de prensa, llamando fascistas a quienes no permiten la entrada a un país a una persona cuando no tiene papeles. ¿Quién sí lo permite? ¿Qué país moderno y “no fascista” permite la entrada a una persona con antecedentes de ilegal en ese país, rehusándose a responder preguntas de seguridad?
La óptica es distinta, puede ser distinta. Los matices tienen que ser revisados y buscar la claridad. No puede ser una guerra mediática para ver quién es el más dañado. Yo viví en Jerusalén en 1996. En noviembre, el camión 9 de la ruta a la Universidad explotó. Yo estaba de vacaciones en Tel Aviv. La gente que yo veía una o dos veces por semana al subir a ese mismo camión murió. Lo mismo sucedió en esas épocas en Haifa, y lo mismo viene sucediendo ya muchos, muchos años, hasta el día de hoy.
Hay mucho por hacer. Sí, se está muy lejos de la paz en aquel territorio. Pero por favor, no por ser palestinos o pro Palestina son víctimas. No podemos equivocarnos, al menos no siempre. Seamos honestos, si Jordania conquistara el West Bank, ¿lo daría de vuelta con el corazón en la mano a los palestinos? O Gaza (con su nuevo nombre) sería territorio ocupado, ahora de un país árabe.
Hay muchos como Malsin en el mundo, logrando una guerra mediática temible. Hay muchos castigadores, muchos jueces, muchos ojos entristecidos por imágenes seleccionadas para que así lo estén.
No somos blanco y negro. No todos son buenos ni todos son malos. Es guerra. Y eso está jodido. Pero sigue siendo guerra, cobrando víctimas de ambas partes, alcanzando la muerte de la manera más maldita. Estoy a favor de la libertad, de la solución de dos estados. Estoy a favor de una Palestina libre, pero eso no quiere decir que esté a favor de ver cómo matan a gente con la impunidad mediática del aparente oprimido.
Lo he visto. Lo he vivido, al igual que los “reporteros de guerra” que publican en periódicos o en blogs antisionistas. Entiendo la paranoia que puede presentar la seguridad israelí, definitivamente, la misma que Siria, Irán, Irak, Líbano, Jordania y Palestina, lugares que tampoco me permitieron la entrada a pasar de mi pasaporte mexicano por tener un apellido judío.
Por eso dejo arriba las dos caras de la misma noticia.