viernes, 30 de abril de 2010

DÍA DEL NIÑO

Disfrazado de pirata
voy bebiendo primaveras
Voy contando principitos
Y castillos de cristal

Disfrazado de bombero
apago incendios con saliva
Escribo cuentos con dibujos
Y te regalo un corazón

Aparezco entre la luna
y las estrellas
con espada y un escudo
destrozando a mil dragones
que me quieren espantar

Gano guerras
Mil conquistas
Soy un héroe que se ríe
Sus batallas son sin sangre
Son sin muerte y sin dolor

Soy un niño porque sueño
Porqué sé que hay un futuro
Porque vivo en el presente
que me das

Soy un niño
y desafío a los planetas
mientras veo a Peter Pan
Luego duermo
Y protejo a mi  pasado
Porque yo ya soy futuro

jueves, 29 de abril de 2010

HUYENDO DE TI

Salí volando a media tarde. Mis alas seguían impregnadas con tu aroma. No, con el aroma de tu perfume. El encontrarme de pronto con alas dando vueltas por las nubes fue una  gran sorpresa, no recordaba aquella parte de mi cuerpo, o nunca antes la había descubierto, daba igual. Yo volaba. Y recién había dejado tu recámara. El aroma de tu perfume fue cobrando peso, mis alas comenzaron a flaquear. No tengo idea qué hacer en ese caso, nunca putas había volado. Poco a poco tu perfume fue convirtiéndose en un veneno insoportable para mí. No di tantas vueltas antes de caer, más bien fue una caída rápida. No de película, sino como un salto de niño a una alberca, de esos en los que caen con toda la panza. Así lo sentí. Así caí de vuelta en tu cama. Tú dormías dividida en dos. Corrijo, eran dos tús en la cama. Claro, en un principio yo tampoco lo entendí. Pero después de decidir si acostarme del lado de la de bata blanca o de la mujer desnuda, el aroma del perfume disminuyó. Y ahí estaba yo. Acostado junto a una tú desnuda, libre, con el cuerpo tibio todavía de la noche que no terminaba de partir. La otra había despertado ya y nos observaba. Decidí no hacer caso a la otra tú. ¿Para qué si te tenía a ti desnuda? Por lo tanto te besé. Creo que ese fue el primer error.
            Al besarte, la otra tú, la de bata blanca, me abrazó por la espalda, no era ella, era mis alas. Jamás había sentido tal placer, mis propias alas acariciándome el cuerpo, tú frente a mí. Tu saliva y tu sudor formando una burbuja húmeda y tibia que me cubría suavemente el cuerpo. Veía tu cuerpo. Algo extraño sucedía, eras mis alas, te podía ver con la espalda, te vía desnuda con los hombros, con el pecho, te veía con el mismo sentido que te tocaba, me tocabas con el mismo sentido que me olías, que me besabas, que me probabas, todo en el mismo suspiro. Todo en el mismo lugar. En tu sonrisa, que veía por cada ángulo que alcanzara mi cuerpo. No mis ojos. ¡Todo mi cuerpo! Me pediste que te penetrara, lo logré con el mero pensamiento, te sentí húmeda. Te sentí mujer, te sentí ardiente devorándome. Al abrir los ojos descubrí que me habías cubierto por completo. Eras una gran caricia. Terminé dentro de ti. Y perdí las alas. Intenté volar sin saber cómo y no lo logré. Salí corriendo por la puerta para escapar de ti. De esa tú que ya no estaba, de esa tú que me había engañado, que me había alimentado con la duda del placer. Corrí para seguirte, para escapar de ti. Para lograr volar como lo había hecho antes.
            Puerta tras puerta, cuarto tras cuarto, nube tras nube. Un momento. De nuevo estaba volando. Hasta que de pronto, me topé con tu violín. Con ese instrumento que te conoce mejor que nadie, que volaba huyendo de ti. Me encontré con las notas de su música, con un pentagrama anciano, me encontré por ahí con una Venus que llevaba tu cara pero no tu cuerpo. Su cuerpo era frío, de porcelana. Te grité, en medio del cielo. Te grité como si fuera humano, como si aquel que veía en ese instante acostado en tu colchón fuera ya.
            No lo soy. Soy sólo un espejo. 

miércoles, 28 de abril de 2010

LLEGASTE DISFRAZADA DE LUNA

Tu disfraz era perfecto. Te confundí con la luna. Fueron tus piernas desnudas quienes te delataron. Por lo demás, estaba seguro que eras luna. Me extrañó que mi recámara tuviera espacio suficiente para ti, pero ya que habías llegado por la puerta y no por la ventana como siempre te abrí. Confundido y excitado. Eras la luna. Pero tus piernas me invitaron a tocarlas. Las toqué. Soñé estar llegando con mis manos al mismo sexo de la luna. Lo soñé. Eras tú.
Llegamos juntos al día siguiente, un par de horas antes que el sol. Y nos besamos de nuevo, yo creía todavía estar besando a aquella luna. No eras luna. Eran lunas tus pechos que viajaban a mi boca. Me asomé por la ventana y las estrellas te ocultaron. Regresé a aquella cama de madera sin colchón que había sido nuestro lecho. No hacía frío, así que no ocupamos sábanas, nos cubríamos con nuestros cuerpos. El sudor cubrió tu cara al tiempo que yo te penetraba. Entonces vi que estabas disfrazada de diamante. Eras un diamante, mi diamante. Mi emoción se reflejó en mi movimiento, en mis brazos presionándote hacia mí. Entonces tu aliento, entonces los suspiros, entonces la delicia de tu piel. La piel de aquel diamante con olor a tu perfume, con sabor a madrugada. Invadido por la esencia de tu cuerpo. En mitad de aquel orgasmo mutuo fui sangre cubriendo a su diamante y te besé. Te besé con tanta fuerza ahogando nuestros propios alaridos y me perdí.
Justo entonces vi a la luna rodeada de diamantes, alejada de mi cama de madera, no era cama. Era un mueble, no era mueble, era una esquina. Escondida de mis ojos tras tu cuerpo. Eras tú. Bañada en mi sudor. La luna era otra cosa, los diamantes otra cosa. Entonces la luna me abrazó. Me lastimó con su fuerza desmedida. Luché para llegar de regreso a ti. Luché para llegar a aquella alcoba, a tu ventana. En tu departamento. Ya no estabas en mi espacio, ya no estabas en mi piel. Ya no era mi sudor mientras peleaba con la luna. ¡De pronto habías dejado de existir!
Y desperté con tu presencia entre mis manos. Con tu imagen en mis párpados, con mis sueños en tus fotos y tu sudor cual saliva entre mis labios. Te extrañé y salí corriendo. En mitad del bosque, a través de una tormenta, desnudo, derrotado por la luna que había dejado de alumbrar. Te busqué. ¡Salí a buscarte en medio del peligro! Mi lengua fue directo hacia tu cuerpo, entre tus piernas se encontró con tu humedad. Fuiste luna, eres diamante. Y nos volvimos a besar al terminar.
Minutos más tarde amaneció y busqué tu foto. Tus palabras y tu eterna seriedad. Me entregué por unas horas a tu cuerpo, esperando a que me invites a volver.

LA TARDE

Tarde cautelosa
con labios de mujer
Me besas
Me sorprendes
Eres brazos
Abrazos
Colores
Desvelo
Eres tierna y misteriosa
Eres piel

Tarde enloquecida
En la paz
de la inocencia
En el fuego
del deseo
En la luna
que no viene

Tarde no perfecta
Directa
Que me besa
y me descubre
Tarde intensa
Luz desierta
Eres mía
Con tus labios
de mujer

UNA FOTO COMPLETA

La página en blanco. El ogro desgraciado. Ese demonio desalmado que amenaza cada día a columnistas, articulistas y escritores en vías de desarrollo, es vencido, al parecer, por aquella arma mágica, poderosa espada que alimenta a los lectores: tirar mierda. Para los que no sepan, se dice tirar mierda a quejarse, a hablar mal; siempre, claro, con un “fundamento”, una justificación que termina haciendo populares a los escandalosos. Para ser más claro, vendemos chisme, consumimos chisme, desayunamos chisme, nos nutrimos de chisme. Y, al igual que en secundaria, nunca era chisme decir lo chingón que era alguien, sino con quién se había dado de besos, o cuál había sido su última metida de pata. Buscábamos, en secundaria, a nuestros patiños, o éramos patiños de otros. La costumbre se nos quedó. Tenemos un gran patiño, alguien que lo aguanta todo, a quien le podemos tirar mierda de día y de noche, alguien cuyos defectos son tan evidentes que nosotros, ordinarios mortales, podríamos solucionar con un chasquido de dedos. Los demás, son los imbéciles. Nosotros, quienes los señalamos, quienes seguimos a aquellos que los señalan. Y al final del camino, así es esto.
            Ayer por la tarde, recibí un correo que coronó una perfecta trilogía que dio vida a estas palabras: una buena amiga, vino a vivir al DF, muerta de miedo, espantada de todo aquello que escuchaba de sus amigos capitalinos, de sus anfitriones pretenciosos y anarquistas que hablaban de lo jodida que era la vida en esta capital. Espantada de que saliendo a la calle llegara un robachicos a arrancarle su bolsa del brazo para salir corriendo a toda velocidad con ella, de ver asaltos en la calle mientras ella transitaba en paz, de ser asesinada por que sí, porque el crimen es el crimen. Como dije, muerta de miedo. Es una niña guapa, simpática, exitosa. Me escribió un correo en el que me decía que tal vez pensaría yo que estaba loca, que seguramente no estaría de acuerdo con lo que me iba a decir, pero que estaba maravillada con mi ciudad, que estaba feliz de ver lo que veía en sus calles, que la gente era cálida y hermosa, que todos la trataban bien, que el metro era una maravilla. Y sí, claro, tiene sus cosas malas, pero no todas, como ella pensaba, de hecho, muchas menos que las buenas. Estaba feliz con la decisión que había arrancado angustias y lágrimas durante tantas noches antes de aterrizar. Me dijo que el DF era universal, mágico, con un clima único y una vibra increíble que nunca había sentido. ¿Qué? Sí. Eso fue lo que percibió ella y a mí me dio tanto gusto.
            El resto de la trilogía se dio un par de días antes, cuando un amigo argentino que lleva viviendo 32 años en México regresó de unas vacaciones en Brasil. Aquí no entraré en detalles, simplemente dijo que en México estamos en los cuernos de la luna, es fácil comunicarse, es fácil encontrar cierto orden, la gente está dispuesta ayudar. Y sobre todo el aeropuerto (ese del que los capitalinos nos quejamos tanto), es una maravilla, hay de todo, está bien armado, la gente sabe por dónde sí y por dónde no. ¡Deberías de ver el de Río! (me dijo) ¡No mames! Esa misma mañana, desayuné con una ejecutiva colombiana trabajando en México. Había estado viajando por carretera en el país para ver asuntos de negocios. Y me dijo, “No entiendo por qué los mexicanos se quejan tanto de sus autopistas, ya quisiéramos en Colombia al menos una como las suyas”.
            La conclusión a mi breve trilogía es simple. ¡No todo está jodido! Tenemos varios ángulos para ver el mismo panorama, muchos enfoques. Nuestra misión, como ciudadanos, es explorarlos. Explicarlos, si tenemos oportunidad, diversificar las opiniones para que el consumidor de las mismas pueda crear su propio criterio basando en un esquema de verdades. No de sensacionalismo y realidad sesgada. Tenemos un gran país. Y es de todos. ¿Podemos, por una vez, intentar representarlo en una foto completa? ¿Alguien lo hace? Y si es así, quiero saberlo, para apoyarlo. 

martes, 27 de abril de 2010

TIBIA NOCHE

Suspendida
Entre el fantasma y la promesa
Entre el humo y el delirio
Nota suave
Desertora del olvido

Fuiste ardor a media noche
Fuiste luna en la mañana
Decidida detractora de los besos
Fuiste cielo
Luz
Sudor
Anidaste en mi locura
tras tu ausencia
Fuiste drama y melodía
Sexo y vino
Tibia noche
Desconcierto
Fuiste tú mientras te ibas
Te quedaste

Suspendida
Entre los días y mi aurora
Entre tierna madrugada y desnudez
Te perdiste
Desertora de mi sueños

ESCAPASTE DE MI PIEL


Te esperé de madrugada. Esperaba que llegaras. Mis manos congeladas persiguiéndote en la luna, en mi cama sin personalidad, sin presencia. En mi puta cama sin ti. Escucho la lluvia: danza de aprendices solitarias, de zorras que se escapan del cielo en soledad para abrirse de piernas al chocar con el concreto y perderse en un orgía de charcos libertinos, de locura salpicando, decibeles desmedidos. Y yo aquí. Sin ti. Esperándote. Porque sé que llegarás, supongo que llegarás. Mientras imagino la noche a tu lado, añorando que estés a mi lado. ¿Dónde estás? ¿Por qué no llegas? ¿En qué idiota viaje desprendido te escondes?
            Soy tu mujer. Lo sigo siendo, siempre lo he sido. No como esas gotas corrientes que se mezclan con cualquiera. Huyen, todo el tiempo huyen. Yo no, amor. Yo te espero. Porque soy tuya, porque las únicas manos que han tocado mi piel en tu ausencia son mías, porque comencé a fumar para recordar con el olor a humo tus cigarros, tu compañía, tus defectos. Porque aquí estás. Porque sé que llegarás esta madrugada. Mientras tanto el humo hace figuras, figuras de fantasmas que se meten en mi pecho, acarician mi piel, desempolvan mi piel. Esa piel ansiosa de ti, esperándote de noche. Mis manos congeladas te buscan en la luna. Pero sólo encuentran humo. Fantasmas que me invaden, me penetran. Fantasmas que recorren mi cuerpo y despiertan mi humedad, que me inventan y me alumbran, fantasmas que son lenguas que viajan por mis piernas, se estacionan en mi sexo y me invitan a sentir. Los espanto, amor. Porque hacer el amor con esos fantasmas también es ser infiel. Nunca serán tú. Pero ellos no ceden a mi espanto, siguen siendo lenguas que me producen placer. Mis manos los ayudan para calentarse, no pueden con el frío y con la lluvia. Y tú no estás. No has llegado.
            Te esperé de madrugada hasta que supe que no vendrías. Permití al humo invadirme más profundo, consolarme, en tu ausencia. Sí, te fui infiel aquella noche, amor mío. Porque no me permitiste hacer algo diferente. Los fantasmas me llenaron, me hicieron gritar, cobraron forma. Devoraron mi humedad. ¿Y dónde estabas tú? ¿En qué mundo abandonado te perdiste? ¿En qué abandono mundano me perdiste? ¿Adónde fuiste? ¿Cuándo te fuiste?
            Las gotas me invitaron a bailar con ellas. No quería, amor, lo juro. Pero no me dejaron opción, salí a la calle y tuve que unirme a ellas. Entre charcos y sonido, entre gatos y palomas. Ahí estaba yo. Aunque te cueste trabajo imaginarlo. Bailaba, gritaba, sí yo, la misma. Jugaba, soñaba, te olvidaba. Vivía, vibraba. No podía hacer otra cosa, cedí al mundo cuando no apareciste. No te presentaste aquella madrugada, no te presentaste antes. Nunca antes. Nunca me tocaron otras manos que no fueran las tuyas. Luego fueron las mías, en la furia del humo y los fantasmas, del mal y de la lluvia, de un diablo bondadoso que me llevó hasta ese baile.
            Aquella mañana me encontraron desnuda, en el patio del convento, empapada, con el hábito hecho trizas y la moral sangrando. Me juzgaron, me expulsaron. Me golpearon aquella alma que no sentía ya después de haber vivido al lado de la lluvia. Escapaste de mi piel. 

viernes, 23 de abril de 2010

SENTADA FRENTE A SU COMPUTADORA

Sus ojos no engañaban. Su sonrisa tal vez sí. Sus pasos. Caminaba volando y volaba mientras sonreía. Alegre y sensual. Soñaba con los astros, con universos, con el cielo y la energía. Tal vez por eso volaba al caminar, porque aquella galaxia que sólo ella conocía lo exigía, por vivir bajo otra ley de gravedad. En un monitor se instaló sin reservas. Un mundo. De sorpresa. ¡Una idea! Un trueno y una historia, la inventaba, el cielo se abría. En sus audífonos sonaba un tema que emitía sonido a través del vacío, sonido sin sonido; creaciones del absurdo. No estaba sola, pero sólo ella lo sabía.
            El sudor fue perlando su frente, su cuello, su ansiedad, dejó de ser humano para convertirse en una estrella, para viajar siendo luz en la oscuridad del universo. Sabía, más que nadie. Sabía.
            Yo la vi. No tenía nada que ver, pero la vi. Sin sueños a la mano, sin pasado en la bolsa, con historia sin respuesta y con basura en el cajón. Me acerqué. Ella no se dio cuenta pero yo sí. Viajamos juntos, amanecimos de la mano en mitad de un desierto, desvestidos, empapados de sudor. Sonreía, eso lo recuerdo, sonreía. Y yo que no sé sonreír. Nunca he sabido hacerlo. Su agresividad en el desierto me llevó de la mano hasta mi oasis, hasta aquel espacio que únicamente conocía ella, en el que su piel tan blanca y su aura tan perfecta coexistían. El calor nos derritió, y caímos juntos en la arena, mezclándonos en estado líquido, haciéndonos uno. En ese momento observé lo que ella veía, pude ser testigo de su universo. Sentir en su piel la calidez de la pasión que despertaba la locura, su locura, aquella que las estrellas se empeñaban en acrecentar, sentí la luz del sol bajo su sangre, siendo parte de su sangre, dejé atrás todo placer al sentir lo que siente su piel, lo que provoca su sonrisa. Entendí adónde iba cuando encendía aquel monitor.
            Despertó, mientras la observaba, levantó su escote con la mano, ofendida. Y de inmediato me mandó a despedir. Con el trapeador en la mano y mi carrito de basura caminé, cabeza abajo; suponiendo, que con ese sueño, en otro lugar, la tendría. Mía para siempre. 

miércoles, 21 de abril de 2010

TU SUDOR ENTRE MIS MANOS

Eres sueño disfrazado de mujer
Pasión despierta
Eres lumbre en la nostalgia del saber
Eres luna
Paz ardiente
Esperanza de locura y desnudez

Madrugada y revivimos
Luz de alcoba sofocada
El calor y tu delirio
Tu sudor brillando en mi espejismo
Son tus piernas
Tu humedad
Mi lengua y el destino
Madrugada y nos besamos

Eres sueño a media tarde
Disfrazado de mujer
Sol despierto
Eres cera derretida en mi colchón
Eres eso
Mientras sudas en mi cama
Eres todo lo que espero del calor

viernes, 16 de abril de 2010

LA HERMOSA BEL

El centro de la ciudad era su casa, su campo, su elemento. Burlaba los coches con incomparable astucia y conocía cada rincón, cada basurero. Rinat era un gato ágil y esbelto, un macho delicado y hábil. Avanzó por la Tercera Avenida hasta llegar a la calle 43, subió dando brincos y trepando por balcones y escalinatas hasta llegar al piso 4, en el que se encontraba Bel, la gata más hermosa del barrio, la gata más hermosa, más blanca y más sensual de todas, de toda la ciudad, de todo el mundo, Bel era una gata en un millón. Y Rinat lo sabía. Él era quien lo sabía. La deseaba mientras paseaba por las calles, la llevaba deseando días, la deseó mientras subía por la pared para llegar hasta su apartamento.
            Al entrar por la ventana, Bel lo recibió con un arañazo en la cara, Rinat llevó sus manos a la cara. Sabía que lo merecía.
            -Yo no soy ese tipo de gata, ¿lo entiendes? –Bel gritaba- ¡A mí me tratas como la princesa que soy! ¡Hijo de puta! ¡Lárgate de mi vista!
            Rinat intentó abrazarla, consolarla, pero Bel seguía golpeándola. Rinat preguntaba, por qué, ¿qué había hecho para merecer ese recibimiento? Pero Bel dio media vuelta y se perdió por una puerta que Rinat no conocía. El gato sabía que llevaba días sin aparecerse por ahí, sin dar señal alguna de vida. Pero la vida de los gatos de la calle requería de esa libertad para lograr la supervivencia, todos debían saberlo. Todas las gatas hermosas debían saberlo. Una paloma se acercó a la ventana:
            -¡Pst! Rinat…
            -¿Qué?
            -Otro gato vino a ver a Bel anoche, sólo para que lo sepas.
            -¿Otro gato? ¿Quién? ¡Dime! ¡Lo voy a buscar hasta matarlo!
            -No creo que puedas… ¡je! Es un siamés, enorme, bellísimo. Mucho más fuerte que tú, con garras más filosas.
            -¿Por qué no te vas de aquí? ¡Chismosa! No te creo nada. Siempre haces lo mismo.
            Pero se acercó otra paloma, y dijo lo mismo. Otra. Rinat sabía que las palomas callejeras podían ser peligrosas cuando se juntaban de noche, prefirió dejar de retarlas. Intentó seguir a Bel, pero la puerta estaba ya cerrada. Las palomas intentaban decir algo desde la ventana pero Rinat intentaba no escuchar, las veía fumar. Como siempre, uno tras otro encendían los porros, dejaban todo el callejón apestando a marihuana. Rinat buscó la forma de abrir la puerta de una u otra forma, pero no lo conseguía. De pronto se abrió y salió Bel ignorándolo, caminando con soberbia y dirigiéndose a la ventana. Ofreció un café a las cuatro palomas que se encontraban ahí y ellas le dieron de fumar. Rinat intentó interponerse para impedirlo, pero ahora eran las cinco que lo ignoraban. De un salto salió de la ventana y cayó en el barandal del piso 2. De ahí bajó hasta la calle y salió corriendo. Buscaría a su clan, a todo su equipo para matar al siamés.
            A las once en punto de la noche ya eran tres gatos en el piso cinco del edificio que daba frente a la ventana de Bela. Observaban todo sin ser observados, listos para atacar a la llegada de cualquier extraño. Rinat recordaba que no había podido verla por estar en los bares, consiguiendo sobras de tragos y de comida, jugando apuestas para ganarle un regalo bello a su mujer. Recordaba aquellas noches, los besos y las caricias, recordaba la lengua de su amada recorriéndole las patas, la espalda, aquellos abrazos y aquella calidez, aquella sensación de bienestar y de presencia, sus ronroneos cuando se besaban, sus garras tiernamente arañándose. Dio un brinco y llegó de nuevo hasta su ventana. Ella lo recibió cortésmente pero le suplicó que se marchara lo antes posible, que nunca más se acercara a ella. Que lo odiaba. Por favor, que se largara. Miró por la ventana, eran ahora las palomas quienes charlaban con sus compinches, no entendía nada. De pronto, sintió unas garras por su espalda. No era Bel. El siamés lo atacaba. Bel se acercó a él. Rinat sabía que lo ayudaría.
            Mientras sus amigos espantaban a las palomas para llegar a él, sintió las uñas de su amada clavándose en el corazón. Cuando llegaron a salvarlo, ya había muerto.
            El siamés y las palomas eran sólo un plan. A Bel, nadie la dejaba con ganas.

miércoles, 7 de abril de 2010

VAMPIROS MEDIÁTICOS

No, no se trata de Paulette, es un tema de principios. De una moral en decadencia de la que algunos sacan ventaja, una moral en decadencia que nos convierte en vampiros mediáticos. En predadores al acecho. La lucha debería ser contra todos aquellos que alimentan con sensacionalismo el hambre devastadora de los morbosos, sin embargo, es una lucha perdida, los vampiros seguirán buscando sangre. Pero este sensacionalismo debe quedarse en su lugar, separado de la prensa seria, en otra canasta, con otro letrero.
            La portada del Milenio de hoy es indignante. Punto. Demuestra una falta absoluta de compromiso con la comunicación seria, con un público interesado en saber más, en conocer mejor, en tener más datos para juzgar qué es lo que está pasando en nuestro desesperado país. No entiendo en qué puede ayudar a esto cualquier fotografía de un cadáver, mucho menos de una niña de cuatro años. Me cuesta trabajo ver la finalidad, a menos que esta sea la de prostituirse con la polémica barata y con el sensacionalismo corriente dando de comer sangre a los vampiros del morbo, a esos vampiros mediáticos que consumen, leen y escuchan lo que se les dé, sensacionalista o no. Y es responsabilidad de la prensa seria demostrar la realidad, explicarla, señalarla, criticarla, no burlarse de ella, no prostituirse a sus costillas. Eso dejémoslo a las casas de terror en los parques de diversiones, esa es su chamba, ese es su papel: apelar al miedo y al caos, a las desgracias y las leyendas urbanas para que el espectador pague su boleto y se espante. Los periódicos deben de vender información, no terror, documentar con imágenes los lugares, gestos, personajes presentes en el lugar de los hechos.
            Y cuando esto sucede, sólo nos pone en claro que vivimos en una civilización en decadencia, y somos nosotros mismos quienes la llevamos en picada. Qué tristeza, pudiendo hacer algo para revertir este declive, vemos una portada sin sentido, sin conexión con el encabezado que logrará algunas monedas más poniendo en juego su propia integridad. De por sí el caso de la niñita es indignante y frustrante desde donde se mire, de por sí el show es escalofriante, de por sí está lleno de chismes y mentiras. La ineficacia del Procurador mexiquense, la oscuridad total de la información, el reality que se vive en nuestra política, la enferma guerra sicológica y mediática del narco, el eco escandaloso de nuestra apatía como pueblo. De esa apatía que sólo se hará más profunda con imágenes como la de esta mañana. Los periódicos son quienes demuestran que existe un periodismo pensante, que permiten que la libertad de expresión sea una realidad, que disertan acerca de los temas que el pueblo necesita conocer. Son los únicos que pueden crear conciencia.
            ¿Es esta la forma en la que se creará conciencia en nuestro país? No, no lo creo. Esto es mearse en ella. 

ERES DOS

Eres dos
Tiempo desierto
La aventura
y el rencor
Eres dos
Enfermo invierno
Cuando sales
a soñar

Te desvistes
de mañana
Cinturón de castidad
Te revelas
en nostalgia
Tibia idea de locura
Triste historia
de pasión

Desarrollas
Con tu piel
Mis sensaciones
Saboreas
Con mi risa
Tu dolor

Eres dos
Oscuro intento
Dulce beso
entre tus piernas
Fiel destello
de ilusiones
Desertoras
Despiadadas
Eres dos

martes, 6 de abril de 2010

VIENDO LA TELE

Me quedé atrapada entre el pasado y el peso de la conciencia. ¡Qué incomodidad! Y yo que sólo quería salir un rato, en fin. No había mucho más que hacer. Quedarme en casa, como siempre. Mis propios miedos me estorbaban, como siempre. Encendí la televisión y me tiré en la cama a ver la serie de vampiros. Esas cosas de vampiros siempre tienen alguna carga sexual, a mí la sangre no me parece sexy, para nada, ni las mordidas en el cuello, ni las manos frías, ni los colmillos afilados. Pero me gustan las historias de amor, así que la veo. O más bien, la sigo viendo, me intriga, pero no me intriga la parte de los vampiros, ni de las fantasías, me intriga la parte del sexo oscuro, del sexo sangriento, de esas personas que disfrutan de imaginar a un hombre muerto mordiéndole la sangre a la mitad de un coito. ¡Coito! Odio esa palabra, también odio la palabra sexo. Pero no odio el sexo, creo que me gusta, o me gustaría.
            Ya había visto ese capítulo, la escena en la que el acto sexual es sucio siempre me ha excitado, lo volvió a hacer. Y como siempre, yo sola en casa. Acaricié mi piel, poco a poco, no era la primera vez que lo hacía viendo la televisión, me gusta dar sentimientos a las imágenes, es fácil, es bello. Yo imagino que ese sexo no es un coito, sino un hecho de amor descomunal, eso imagino yo, que el vampiro ama como los humanos no saben hacerlo a la niña gringa. ¡Y cogen sin parar! Pero con ese amor extrahumano que sólo ellos pueden sentir.
            Yo siento mis manos en mis pechos. Soy patética, yo lo sé. Hace meses que no me toca un hombre, hace meses que no salgo de casa, hace meses que me da miedo todo, pero el placer es el placer, y luego pensaré en lo que pienso todo el día, mi estúpida vida. Sigo acariciándome, despacio, poco a poco, como me gusta, como me gustaría que me acariciara el vampiro antes de hacerme el amor. ¡Pero no me gustan los vampiros, ni la sangre, ni las mordidas! Pero imagino sus manos heladas en mi entrepierna, aunque no me guste imaginar las manos frías, me calienta, me excita. Mis manos profundizan, analizan, detectan y viajan, me descubren y me acompañan. Sigo imaginando al vampiro, a la niña gringa, sus gemidos, su amor. El amor que quisiera sentir, el amor que no conoce la luz del día, el amor que me va a hacer llegar a un orgasmo, a otro orgasmo. Al mismo orgasmo, a mi único pinche orgasmo. ¡A lo único que conozco! ¡Ah!
            Muevo mis manos ensangrentadas, hago a un lado el cuerpo que tengo junto a mí. Otro cadáver del que me tengo que deshacer. ¡Puta madre! Con lo poco que me gusta la sangre…
            Y yo tenía ganas de salir.
            

REGALO DE CUMPLEAÑOS

Que la luna ilumine con luz propia
y la noche se transforme en ilusión
Que los días
sean viajantes incansables
y mis manos no se cansen de jugar

Que la tinta sea la calma
Y el refugio
Que los besos
puedan darnos de comer
Que el error de los más fuertes
no sea muerte
Y la poesía
se conciba en un mural
Letras de oro
Alma impresa
Que los sueños
sean la llama y el motor

Que la sangre se resuelva en crucigramas
y la vida se resuma en la pasión
Que mis ojos
puedan siempre ver promesas
Y mi amada no se canse de mi sol

lunes, 5 de abril de 2010

MAGIA VIVA

Un encuentro de papel
entre la noche y tus abrazos
entre el sentido y el delirio
Un encuentro
Tinta y hambre
Mermelada de estaciones

El regreso a la mañana
Tu sol deslindado del paisaje
Del recuerdo
Esas sombras que caminan
En tus manos
En tus dedos se despejan

Por canciones

Crucigramas van bailando
en los rincones de tu cuerpo
Son mis dedos
quienes cantan a tu ritmo
El paisaje

Por el viento
Por sus risas

El encuentro de papel
entre el sonido y la memoria
entre las letras y la sangre
Tinta hirviendo
Madrugada del paisaje
Luz del sol
Somos dos entre las letras
Descubriendo las montañas


ESPERANDO LA ENTREVISTA

En medio de una revolución enigmática estaba ella. Sentada ahí, esperando su lugar para ser atendida en aquella entrevista de trabajo. Tanto tiempo desempleada había nublado un poco su pensamiento, llevándola a un pesimismo crónico que se reflejaba en cada uno de los músculos de su cuerpo sentado en aquel incómodo sillón. La plaza era muy solicitada, y la sala de espera estaba llena. ¿Cuántas personas estarían entrevistando? Ella sabía que era mejor que el resto de las aspirantes, lo alcanzaba a ver. Sí, era la mejor vestida de todas, seguramente la más preparada, tal vez la más inteligente. Posiblemente era la más guapa. Pero también había sido así en el resto de las entrevistas a las que ella había acudido, ahora la visión era distinta, alcanzaba a darse lástima viéndose a sí misma desde fuera, desde los ojos de fotógrafos transparentes que se encargan de dar una cara al mundo real. Era una más de las imbéciles aspirantes. Además, ¿quién chingaos necesitaba que una mensajera vistiera bien, o fuera preparada? ¿A quién puta madre le importaban las cosas importantes en aquellos días, en medio de una ridícula crisis que la estaba matando de hambre? Las cosas habían sido diferentes alguna vez, cuando completó sus estudios universitarios, cuando las vacantes eran de secretaria ejecutiva, no de mandadera.
         Eugenia sabía que las circunstancias habían cambiado, no sólo para ella sino para toda una población, sabía que el mundo estaba cerca de llegar a un fin, al menos así lo visualizaba ella, que después de tanto soñar y luchar había caído en un pesimismo idiota del que no se podía salir fácilmente. El hambre era una hija de puta bien hecha que atrapaba a cualquiera sin pedir permiso. Si sus padres vivieran todavía, tal vez las cosas serían distintas, pero la vida cambia y tiene que seguir. Eugenia Contreras no sabía para qué, pero entendía borrosamente que la supervivencia era un mal necesario. Su tío no tenía mucho dinero para prestarle, con los pocos centavos que le arrimaba de vez en cuando ella podía comer.
         Mientras esperaba, el mundo se hacía un eterno pasar de gente y ruidos sin sentido, la realidad se alteraba y ella no podía hacer nada para cambiarla, los sueños se veían trastornados: tal vez se estaba volviendo loca, tal vez ya estaba loca. Tal vez. Trabajo. Trabajo. Trabajo. Su casa parecía un puto nido de arañas, necesitaba ese puesto, por más insípido que fuera, por más que estuviera echando por la borda su talento, belleza, imaginación, preparación. Necesitaba comer. Necesitaba pagar la renta. Necesitaba dormir tranquila. Sólo eso, ¿era mucho pedir? Necesitaba esa plaza al costo que fuera. No podía tener otro fracaso a cuestas. No podía. Las cosas iban mal, no lo conseguiría, el pesimismo se lo decía, y el pesimismo había sido el único consejero que se acercaba a ella en aquellos días. La vida se había tornado en un desolado cuarto de motel en el que ella no encajaba. Un sórdido y oscuro cuarto de hotel en el que Eugenia Contreras no podía respirar. Bola de arpías estúpidas. Todas las que estaban sentadas junto a ella esperando un pedazo de pan en su plato, no eran sino brujas desalmadas que sólo estaban sentadas ahí para convertirse en sus enemigas, para hacerla sufrir más. ¿Qué? ¿Con la pinche vida por sí sola no es suficiente?
         ¿Cuánto tiempo faltaba? ¿Cuánto tiempo llevaba ya esperando? Su reloj no servía desde hace meses, no tenía idea del tiempo. No sabía lo que sucedía, las pendejas alrededor de ella parecían hablar en un idioma extraño, riendo deliberadamente. ¿De ella? ¿Qué se creían? Eran enemigas, puestas ahí por la misma oficina de reclutamiento para darle un pretexto y no contratarla, como había sucedido tantas veces. Creyó escuchar su nombre, pero no era eso. Quizá era sólo su imaginación, esperaría a que alguien llegara para avisarle personalmente, eso era lo mínimo que esperaba de una entrevista para un puesto tan importante.
         Ser la jefa de administración en una trasnacional requería mucho esfuerzo y ella lo había logrado. “Eugenia Contreras”, decía el altavoz por cuarta vez. Ella no se inmutaba. No era para ella. El resto de las mujeres de la sala se miraban entre ellas buscando a la siguiente rival. Nadie decía yo. Eugenia no sabía lo que sucedía. Tenía hambre, no había desayunado. Pero para la dirección general de una trasnacional no había tanta competencia. Ella estaba esperando al consejo: ¿estarían ya listos los señores de trajes finos con corbatas elegantes color pastel? No más. No más.
         Una mujer se acercó a ella. “¿Es usted Eugenia Contreras?”, preguntó. Sí. Era ella. Despertó de su trance. Se disculpó con las presentes y fue hacia el escritorio de recepción a decir que era ella a quien estaban voceando.
         La entrevista ocurrió sin mayor contratiempo. Eugenia sabía que tenía la plaza. Estaba convencida. Dio la mano a su entrevistador y se despidió profesionalmente. Caminó por el pasillo de salida hacia la sala en la que había esperado por tantas horas. La espalda derecha  y la cabeza en alto.
         En el hospital psiquiátrico de la policía, nunca recordó haber clavado tantas veces una pluma en el cuello de la mediocre y fea secretaria del entrevistador apenas unas horas antes. Eugenia tenía hambre, no era una asesina.  

¿Y ÉSTE QUÉ?

Mi foto
Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

SI BUSCAS...

Subscribe via email

Enter your email address:

Delivered by FeedBurner

Subscribe Now: Feed Icon