miércoles, 30 de junio de 2010

BESOS


Los secretos prisioneros de los labios
Prisioneros del deseo descubierto
De los sueños escondidos
Prisioneros liberados por dos lenguas
Que se enredan como cuerpos
En ardor
Que se funden en suspiros
Besos propios
Que disparan ilusiones en tu voz

Lenguas que gimen
Labios que cubren
Bocas etéreas
Haciendo el amor
Almas que ríen
Viento inocente
Ardiendo de pasión

Los secretos prisioneros de tus besos
Son instantes entre el cielo y el fervor
Frenesí desesperado
Fiel ternura
Enredados personajes
Que se inventan al sentir
Nos buscamos y encontramos nuestras bocas
Besos propios
Que disparan ilusiones en tu voz

lunes, 28 de junio de 2010

EL COLOR DE TU SONRISA A MEDIA TARDE


Atrapado entre tu cuerpo y tu sonrisa
Luna llena a flor de piel
Desvelado por la ausencia y el olvido
Por el franco crucigrama sin razón
Ilusión a media noche
Bajo el sol
Y tus colores

Prisionero del deseo y el acertijo
Del encuentro y el placer
Prisionero de la duda
En tu sonrisa
Nos bebemos de mañana
Por sentir

No te vayas
No regreses
Mantente junto a mí
No te esfumes
Gran fantasma
Investiga tus pasiones
En mi ser
Retrocede
Entre tus labios
Sé saliva
Complementa
Con sudor
Tu vanidad

Sé mis brazos
Sé mi cuerpo
Busca lunas
En un cielo de cristal

Atrapado en tu regazo y en tus sueños
Voy volando por la tarde
A media luz
En tus piernas y en tu risa
En tu sombra que alimenta
Mi obsesión
Es la luna tu sonrisa

UN INSTANTE. UNA NOTA. TINTA

Le pregunté tantas cosas en tan poco tiempo que con trabajo recuerdo el tono de su voz. ¿Por qué esto? ¿Por qué aquello? Influencias. Comentarios. Pasatiempos. Ex mujeres. Mujeres actualmente. ¿Bebe? ¿Qué bebe? ¿Fuma? No, no lo diré a nadie. ¿Para un pianista como usted de qué se trata la vida? Todo tropezó ahí. Número dos. De nunca ser el número dos. No me importa ser el número tres, o el diez. Me vale madre. La vida me vale madre siempre y cuando no sea el dos. En la escuela soportaba un 10 o un 8, nunca un nueve. Nunca. Nueve quería decir haberlo hecho todo bien pero por algún error, el resultado no fue el máximo al que se podía aspirar: fracaso. Un fracaso. Punto.
            Primero pregunté. Estaba tan nerviosa. Preguntaba. Me ofreció una copa de vino. Acepté, era justo lo que necesitaba. Eran tantas cosas en tan poco tiempo que me volvía loca. No podía parar de pensar, de intimidarme ante su autoridad de artista, ante la fuerza de sus dedos y la capacidad de éstos para hacer belleza. ¡Qué locura! Necesitaba otra copa de vino. Esperé a que me la ofreciera, no tardó mucho. La segunda botella, se la pedí yo. No recuerdo si hablaba mucho o no, yo dejé de anotar y me perdí en su voz, en lo que me decía. De pronto se levantaba, y en medio de nuestra conversación me ponía ejemplos con las manos en el teclado, haciéndolo sonar, rápidamente, fácilmente. Diciendo algo. Lo decía mejor que cuando hablaba. El hombre hablaba mejor con la música. Le dio por jugar a Duke Ellington con el piano, mientras me contaba una anécdota. Recordaba el sonido de aquél bar musicalizando su anécdota con sus propias manos. Sentimental Mood, me dijo que se llamaba. No tenía ninguna relación con aquello que yo necesitaba entregar al periódico. Yo escribía el reportaje de un pianista que pasaba de casualidad por mi ciudad, pero no soy reportera. Simplemente me gusta la música, así que decidí ir. Trabajo. Hablé a casa, avisé a mi esposo que llegaría un poco más tarde, no le importó gran cosa. Siempre he sido una mujer bien portada, o al menos lo que la sociedad entiende por bien portada. El vino. Sí, era el vino. O no sé. Era yo y su música. Éramos ambos. Era él. Sus malditos dedos dando indicaciones a las notas para crear poesía.
            Le conté que era escritora. Me dijo que lo sabía. Que notaba en mi forma de tomar nota y de abandonar una entrevista que no era una periodista, que mi compromiso estaba con la víscera, nada más. Que las letras las sentía desde las entrañas. ¿Cómo podía saber algo así? Yo era la que preguntaba. Lo negué. Negué cualquier cosa que comprometiera a mi piel. Negué cualquier cosa que pudiera hacerme vulnerable. Me explicó de nuevo aquella canción de Duke Ellington. Me explicó poco a poco el porqué de la sensualidad en la música. Paró de repente, sin previo aviso, tomó un cuaderno con pentagramas, un lápiz: los dejó en la mesa de noche entre la segunda y casi vacía botella de vino y mi copa. Me preguntó si me gustaba Chopin. Le respondí que por supuesto. Algún soneto tocó mágicamente en el piano y me solté escribiendo. Perdí el control, la cabeza. Dibujaba junto a las letras. Una hoja, otra, otra. Nos perdimos juntos. En el arte. En la noche. En el vino. Nos perdimos. Fuimos piel, letras, música, tinta de arte, sudor mezclado con tinta, lenguas furiosas, ardientes cuerpos. Gritos, no gemidos, gritos. Sólo gritos. Saliva por toda la cara, por mis piernas, por el último refugio de la luz. Hicimos el amor, o eso creí, el sexo fue entre fantasmas, flotando, volando. Reuniendo la pasión y los instintos. Fuimos ángeles, humanos, animales. Locos, pero locos de verdad. Confiábamos. Luchábamos. Vivíamos, bebíamos. Todo aquello que nunca quise hacer lo hice. Él lo hizo. Mi amante. La poesía. Mía. Me mojaba escribiendo recargada en su espalda. Lo besaba, lo lastimaba. Me comía su sudor, sentía su semen dentro de mí. Su lengua besándome. Fluidos. Paz. Frenesí.
No llegué a dormir a casa. Ni aquella noche ni la siguiente. Él se fue de mi ciudad luego de dar un solo concierto al que lo acompañé. Me pidió que fuera con él. Estaba perdida. Dije que no.
            Regresé a casa. Busqué un momento en que no estuviera mi esposo. Tenía tanto que decirle. Tantas disculpas que pedirle. Tenía que repetirle tantas veces que lo amaba. Que había traído luz a mi vida. Tantas cosas. Pero no se las dije. Me fui. Nunca un número dos.
            Nunca más se las diría. Tomé una pequeña maleta y me lancé a París. El arte había dejado fuera al amor para siempre de mi vida. Era yo. Mi mundo, contra el mundo, mi único amante de verdad. Único. Sin dos.

martes, 22 de junio de 2010

ENTRE DADA, BEAT Y LO ESENCIAL


Hoy me cansé de las cosas serias, de la poesía seria, de los textos serios, de las palabras serias. ¡Al carajo! Quién es quién en mi mundo. He intentado buscar respuestas en la adultez y esas pendejadas. Simplemente no. Hoy no. Hoy dada. Hoy surrealismo en tinta indeleble. Labios, saliva, piernas. Lunas. Sueños. Ritmos y esas cosas que rompen el ritmo, que liberan a la libertad de competencia.
            Las letras se rigen por pensamientos que derrumban encrucijadas. Y de eso se trata. Nada más. Únicamente de paso, se va construyendo –a veces- un dibujo distorsionado del paisaje que vamos viendo. Ahí entra el tinte de crónica. Es decir, hoy todo vale madre. La poesía sensual y la poesía política. Las narraciones insulsas y las locuras en menos de dos cuartillas, cada una de las teclas de mi computadora que me enseña algo. Hoy escribir vale madre, porque así debe de ser. He estado tan comprometido últimamente con cada cosa que escribo, que me doy cuenta que me ata las manos. Así que hoy, con su permiso, me suelto. Y empiezo aquí. En medio del mundial de futbol, con la muerte de Saramago y la de Monsiváis todavía frescas. Con el mundo de las letras sufriendo por sobrevivir. Con un Twitter que se vuelve cada vez menos ocasional y con más seudo expertos. Con el mundo haciendo evidente una cultura bloguera y un vendaval de información al alcance de cualquier mano. Desaprovechada y disminuida por mierda que sigue volando por ahí.
            ¿Y yo qué hago mientras tanto? Dejar de jugar. Preocuparme por las cosas serias. ¡Qué hueva! Y dejar a un lado las cosas que realmente valen la pena. Me quedo pensando. Porque tengo que pensar, aunque no quiera. Imagino qué puedo hacer por este ignorante y agonizante planeta: muchas cosas. Pero lo único que quiero hacer es escribir. Yo no quiero ser presidente. Quiero que alguien le regale un par de minutos a este texto, y luego otro alguien. Y otro. Para poder transmitir un mensaje.
            Y otra vez, dándole con eso de las cosas serias. No quiero más mensajes, quiero surrealismo para que pueda convivir con una realidad maquiavélica que no nos permite sonreír. ¿Es mucho pedir? Dibujar ojos y boca a una luna para que ésta nos sonría, ¿es mucho pedir? Permitirnos soltar nuestros pensamientos sin tener que apoyar al político menos jodido. Sin tener que disfrazarnos de banderas que no nos dicen nada. Vamos a imaginar, sólo por un momento y juntos, que la lluvia nos canta. Que nos liberamos sexualmente y disfrutamos de la pasión como se debe. Imaginemos que dentro cada canción que suena en el radio está hecha especialmente para nosotros, que los libros nos vigilan y nos llenan por completo.
            A mí me gustaría ir caminando por la calle riendo de estupideces con gente que no conozco, como compañeros de borrachera. Pero me gustaría más platicar con la misma calle, con las nubes, con las estrellas, una a una mientras van saliendo. Me gustaría que se comprendiera en verdad el significado de la poesía. ¿Por qué no dejamos atrás todo lo establecido? ¿Por qué no usamos el dada sólo como un ejercicio mental y estético que nos pueda liberar un poquito? Es más, empiezo con un párrafo dada… y con eso termino, para que todo aquél que no entienda todo aquello que acabo de escribir se confunda más y brille más, y desestructure el pensamiento para dejar entrar nuevas ideas, ¿cuáles? Pues ya las pensaremos cuando tengan receptores.
            No hay cosas serias. Hay palabras y papel. Hay cocinas que nos dicen la verdad y faldas que no entienden. Espectáculo divertido por sansón y sus gorilas. Hay sonido y hay locura. El sonido es la locura, nuestra locura que se lee, las paredes que se arañan y golpeamos nuestras manos: nos prohibimos, prohibido, prohibición que no haya prohibiciones. El que halla que no haya venido. El que regrese que se atenga al chimpancé de los instintos y la luna que se enfoque y los ojos que se miren. Si se miran que se miren. ¿Qué más da? Si el sexo sigue siendo sexo. Y el sexo nos describe. Nos consuela cuando goza y cuando mueve las macetas que sin sangre nos adornan, impostoras del olvido. No sé. Y no he querido saber porque los que saben, saben mucho. Y ¿para qué?
            ¡Qué la música siga tocando y nos libere de todo mal! Amén. Que la poesía sea música y la música poesía. Y amén. 

viernes, 11 de junio de 2010

TE DIBUJO CUANDO LLUEVE


Te dibujo con la lluvia
Que amenaza con fingir
Te dibujo
Amante ardiente
Con las hojas que me intentan conocer
Eres sueño de tormenta
Luz y sal
Sudor y vino mientras llueve
Eres sangre sin piedad
Tú me atacas
Flor desnuda
Con tus manos que me empiezan a tocar
Eres lazos de locura
Mientras suena mi cordura
Eres ruido
Y eres noche
Eres lluvia que dibujo para amar

Te dibujo mientras llueve
Porque existes y eres sol
Porque vives sin recuerdos
Y la aurora no te espera
Eres agua
Y penetras por mi piel
Invencible encrucijada
En mi memoria
De tu voz y tu humedad
Eres viento
No eres aire
Eres luna
De tan clara
Y te dibujo cuando llueve
Con mi mano
Escondida en tu colchón

jueves, 10 de junio de 2010

ERES BELLA EN MI MISTERIO

Una forma interesante de conocerte fue conocerte. Despistado como soy, no me di cuenta de tu belleza hasta que estaba frente a mí, no tenía escapatoria. Ahí estaba, nada había que yo pudiera hacer ante ella entonces, y nada hay ahora que pueda hacer. Como no te conocía, te llamé Belleza. Una interesante forma de bautizarte. Caminamos juntos, tú no lo sabías, pero caminamos juntos un largo rato, de hecho, yo caminé contigo mucho más tiempo. Una de esas ingratitudes de la tía Vida: justo ibas en dirección opuesta a mí, tuve que cambiar mi ruta por completo para ir a tu lado. Y al fina, regresé todo el camino andado con el movimiento de tus piernas, con el vaivén de tu cuerpo. Flotabas, Belleza, flotabas. Y en poco más de media hora lo sabía todo de ti. Y tú sólo sabías de mi una cosa, que existía. Para mí era más que suficiente. Caminaba solo riendo, consultando contigo tantas cosas de mi vida. Caminaba solo contándote de mí. Entendías todo en ese entonces, Belleza. Hoy has perdido esa gracias. Pero me gustas igual, te sigo llamando Belleza, ¿lo ves? A pesar de conocer tu nombre y apellido.
            La tarde después de la tarde en la que nos conocimos, nos volvimos a conocer. Ahí fue donde supe tu nombre y tú te enteraste del mío. Me reconociste. Sí, era yo quien caminó junto a ti una tarde antes. ¡Coincidencias! Sí, ja. Te gusté, lo sé, pero también sé que me gustaste más tú. Tomamos café, luego güisqui, luego nos besamos, luego llegaste a mi casa conmigo. Solos. Borrachos. Un sillón primero, una cama luego. Y ese luego se convirtió en la personalidad de presente y de futuro.  La palabra luego fue equivalente a sexo. Ese es el siguiente episodio, Belleza. ¿Lo recuerdas?
            Con las manos conocí cada hilo de tu ropa, cada costura, cada botón, con las manos te conocí. Comprendí que eras perfecta. Con los ojos comprobé una vez más lo que ya estaba comprobado. Me sentí científico. Fuiste tú mi obra maestra. Te veía una y otra vez como un artista admira a su creación. Eras mía. Cada vez más hermosa. Te había llamado Belleza. No tenías otro nombre, no podías tenerlo. La ropa te ataba a algo, por eso la hice a un lado. Sin sutilezas, simplemente te desvestí casi al mismo tiempo que yo me desvestía. Entre más profundo te veía, más seguro estaba de que eras hermosa. Te besé otra vez. Y otra. Creo que otra. Sin ropa. Otra. Te besé. Te adoré, te hice el amor suavemente, permitiéndome sentir cada movimiento de tu humedad, cada expresión de tu rostro, cada actitud de tus manos. Te observé. Sin ropa. Mía. Te amé, te veneré. Eras mar y yo cometa. Deslumbramos a planetas, a universos, con la unión de nuestro cuerpo. Logramos atraer con un orgasmo al mismo sol. Te gustó eso que hacía con la lengua, me pediste que lo repitiera, estaba dispuesto a hacerlo mil veces más. Gritabas, justo como una noche antes habías gritado en mis sueños. Llegabas a mí a través de tu excitación. Y de tus múltiples orgasmos. A través de tu belleza, de tu sudor. No sé si lo recuerdes porque tu memoria no es buena. Yo no dejo escapar un solo detalle de aquella noche.
            Amaneciste a mi lado un día después de haberte conocido. En la forma tan interesante en la que te conocí. Saliendo de aquél salón. Una tarde cualquiera en la que descubrí que eras bella. Te llamé así, como a tantas otras antes. Debiste de haberme tenido miedo, tal vez debí de habértelo advertido antes de que entraras a mi casa, tal vez antes de hacerte el amor. Tal vez antes de hacerte sentir el orgasmo que me haría perder el control. Hoy te recuerdo mientras tu cuerpo se disuelve en ácido en la tina de mi laboratorio. Bella te llamé. Gracias por mi noche. 

miércoles, 9 de junio de 2010

TU SONRISA


Una sonrisa empapada de misterio. Como arena reflejando a un sol intenso, como sombras escondiéndome del sol. Podría describir aquella sonrisa como un largo camino, como un sueño a medias, entre noche y realidad. Tal vez sólo sería una fantasía, un recuerdo inexistente, esperanza a media luz. Sin embargo, la belleza se desnuda en la sonrisa, los ojos se convierten en cómplices de locura y abstracción. Una sonrisa es un tal vez el único instante que dura horas, o siglos, posiblemente es eterna y alberga al caos.
         Tu sonrisa es diferente: es un espacio de infinita seducción, ¿te das cuenta? Tu sonrisa es universo a media luz, es distancia y es encanto. Es hechizo. Tu sonrisa se dibuja con el sol. Y la luna, cuando llega, nos despista, me deslumbra en tu mirada y en tu piel. Tu sonrisa es laberinto y es enigma. Risa ardiente, entre dientes. Te lo digo, eres locura. No lo olvides, porque invades con tu espacio mi razón, te diseñas por segundos en mi mente y mis palabras, con imágenes recientes, con ocultos paradigmas de placer. Eres noche y eres día. Yo lo sé. Eres agua, aire y tierra. Y todo eso a través de un par de labios, divididos. Esperando el tiempo justo de atacar, dos halcones domesticados por tu instinto, que devoran con sus manos a la presa. Cualquier presa, cualquier cara. Tu sonrisa es el ejercito del sol.
         Todo esto me lleva al misterio del movimiento de tus labios, de aquello que esconden, de todo eso que me atrapa sin querer. Son palabras que me llevan sin razón a la distancia, y desde aquél lugar lejano veo tu piel. Tu sonrisa me enseña, me despierta y me convence. Convence. Estremece. Tu sonrisa es la verdad de la ilusión.
         ¿Lo entiendes? No eres tú, es tu sonrisa. ¿Yo? ¡Por supuesto que no existo!

¿Y ÉSTE QUÉ?

Mi foto
Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

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