Sin duda, entrar en el territorio de la potencialidad de las palabras, suena casi redundante: escribir es ahondar en la potencialidad de las palabras, pensar lo es. Las palabras son potencialidad. Absoluta. Posibilidades desbordándose, explicándose y creándose exponencialmente cada segundo.
Las palabras hoy, ocupan un lugar distinto. Son más, corrientes, públicas, descomunales: una cascada de ideas que recorre cables y satélites para llegar sin filtros hasta nuestros ojos. Pero siguen existiendo las letras, pero siguen existiendo las historias, la información, la locura, el arte y el placer de descubrir con la verdad de la comunicación, la verdad de la comunicación más efectiva según las religiones occidentales más importantes. Dios escribió la creación y después se llevo a cabo ésta. ¿No es apasionante? Mágico y sublime.
Mientras tanto, los cables y satélites se llenan de mierda, los papeles se llenan también de mierda, entre más fuerte es el flujo de palabras más se esconden los diamantes en el palabrerío. Y los ojos se pierden, y los ojos se frustran y los ojos se confunden leyendo. Pero también hay más tesoros escondidos. Como representante del palabrerío, dibujo con tinta de bites las historias que pasan por mi mente, el surrealismo que suponen mis sueños, aquellos que esconden a mi realidad y me vuelven un loco, diserto sobre mi particular punto de vista del mundo que me rodea, del calor que me mueve y la pasión que me transforma. Como representante del palabrerío me pierdo entre la mierda y los diamantes. Pero busco. Busco sin parar, y encuentro magia que no llega a las librerías, magia que cuelga de las librerías pero no había llegado hasta mí. Encuentro inteligencia y sensibilidad. Encuentro más de lo que busco, busco más de lo que propongo, ensayo más de lo que resuelvo. Descubro. Y me topo, entonces, con una mala noticia: el término líderes de opinión es obsoleto y ridículo, ya no dice nada. Las opiniones a las que refieren son minúsculas, son creadas para ellos mismos por ellos mismo, por un branding fantasioso que los hace dueños del punto de vista. Eso pasa en México, en el mejor escondite de los escritores maravillosos y el mejor escaparate de los mediocres.
¿Dónde quedaron nuestros periódicos, nuestras revistas, nuestra poesía? ¿Dónde quedaron nuestras letras?
La importancia de las palabras va desde la imaginación y el acercamiento a nuevos universos, hasta la más educativa de las posturas políticas, desde la movilización hasta la espiritualización. Abarca todo aquello que se puede comunicar. Todo aquello que nos puede hacer soñar, callar o morir. Las palabras nos llevarán a ganar batallas. Y sin ellas, seguiremos siendo hombres de paja, espantapájaros pegados a la TV, vampiros mediáticos envueltos en chismes. La importancia de las palabras está en el corazón y en los ojos. En los más profundo de nuestra sensibilidad. La fuerza de las palabras está en nuestros anhelos, en nuestros sueños, en la única esperanza que tenemos de mejorar. Las palabras son nuestra salida a un país y un mundo mejor. Con ellas, y sólo con ellas, construiremos mundos alternativos, mundos reales mejores, nos indignaremos con la estupidez ajena, conoceremos la verdad, aunque no sea absoluta.
¿Cuál es la potencialidad de las palabras? La potencialidad del ser humano. La potencialidad de una especie que tiende, naturalmente, a persistir en su planeta. Nuestro planeta es de las letras.
¿O no es así?