lunes, 8 de agosto de 2011

FORMAS MUY NUEVAS Y MUY VIEJAS DE DECIR LAS COSAS

Si pudiera decir lo que pienso en un solo minuto, lo haría en un blog, en una ventana inmediata para sacar mis confesiones de mi pecho y hacerlas volar para que cualquiera pueda respirarlas, o tomarlas con sus manos y guardarlas en un cajón o una cajita de zapatos.
                Si pudiera decir todo lo que pienso, tal vez no diría nada, ¿para qué?, igual no terminaría. Entonces entra la tecnología, los miles de amigos chateando a la vez, la nueva forma de ver la noticia, el ruido silencioso de las redes sociales. Las cabezas que no callan y los mundos, millones de ellos, que no paran. El profesionalismo.
                El megaprofesionalismo. El superprofesionalismo. La genialidad. La estupidez. Y el subprofesionalismo básico.

Si pudiera decir todo lo que pienso en un momento dado, tal vez no lo haría en un blog, tal vez haría un documental de mi propia vida en YouTube, o un Reality en Ustream. Tal vez sólo contaría cuentos en un block de papel con una pluma fuente.
                Si pudiera decir todo lo que siento, quizá tomaría una foto a las sonrisas más cautivantes, o a la gente más impresionante.
O tal vez no diría nada y me escondería en los personajes de una nueva novela.

En fin, el mundo sigue girando a su máxima velocidad sin pedir permiso.

lunes, 1 de agosto de 2011

CORBATA, CAFÉ Y UN CUPCAKE

 Puedo estar sentado en la computadora o no. ¡Qué más da! De pronto, cuando juego a escribir soy yo mismo. Y algunas veces no. No lo puedo evitar. En este momento soy yo, aunque no sé cómo me llamo, pero eso es lo de menos. Sé cómo se llama ella. Y sé que sabe de mi corbata. Yo sé de ella, sé como se llama, pero no sé si ella sabe cómo me llamo yo. Al no saberlo yo mismo, se vuelve difícil concretar el conocimiento de los demás, ¿o eso sólo me pasa a mí?
      ¡Qué más da! Yo quiero verla. Pero verla muchas veces significa sentirla, y para sentirla sería necesario que admitiera quién soy. O que reconociera que sé cómo me llamo, pero ninguna de las dos posibilidades anteriores es real, ni sé quién soy ni sabré cómo me llamo.

Pero sé que hoy desayuné café y que ella estaba ahí, a un lado mío. En mi propia cama. No sé cómo llegó a ella, ni sé si ella sepa cómo llegó a mi cama. Pero estábamos ahí, tumbados, con un café en la mano y un libro de poesía en el buró. Yo sabía quién era, y sabía que me había hecho café. Sabía que estaba desnuda y que era bella. Sabía que le gustaba la poesía, pero no sabía que si le gustaba mi poesía. Nunca lo sabría. Nunca leería mi poesía a una mujer así de hermosa. Nunca le diría lo que esconden mis corbatas, ni los pañuelos. Nunca podría permitirle saber cómo me llamo cuando no uso corbata, o todo aquello que los colores me dictan cuando uso corbata.
    Tampoco sé si es necesario hacerlo, porque tomamos café juntos, hablando de corbatas, de colores, del amanecer que recién sucedía, yo no sabía cómo me llamaba, por lo tanto no sabía si el lugar en el que estaba era su casa o mi casa o nuestra casa. Ajusté el nudo de mi corbata y comprobé que era un artista, porque amo el arte, porque escribo poesía. Comprobé que era un artista porque leí poesía a una mujer hermosa durante la madrugada.
Comprendí que era un artista porque desperté de mi sueño haciendo un hermoso cupcacke de vainilla con chispas de colores ordenadas para hacer belleza. La mujer hermosa sólo me había pedido uno. Era todo lo que quería. Y el de la corbata naranja no era yo, ambos ordenaron café: adoro ese olor, esa escena.  A esa mujer y a esa corbata que era de alguien.
Alguien que seguramente sabía su propio nombre.
Y yo que había olvidado el mío.
 

UNA TAZA DE CAFÉ

Sin saber de qué trata este día, comienzo con una taza de café. Sin saber de instantes o memorias me refugio en el sonido de las letras, en las notas, en la música, el ritmo y el sentido. Me refugio en el aliento y en la sombra de una noche. Sin saber de qué trata el día lo revivo. Lo sueño en momentos definidos, en la hora, en la mañana, en la búsqueda constante del placer. 
Sin estar en el esquema que traduce tu cintura, te desvisto con la mente. Una taza de café. Y te acompaño, te deseo y te descubro. 
Sin saber cómo tratar a un día como éste, te penetro. Te diseño y te doy la bienvenida a mi locura.

jueves, 28 de julio de 2011

BLOGS: POESÍA Y POLAROID

Desde las más ridículas confesiones de un adolescente hasta los columnistas más reconocidos de The New York Times. Desde la desenfadada princesa frustrada que se cree escritora hasta los textos más recomendados por Vila-Matas.
                    Las letras crecen, de día y de noche. Los ojos las buscan, las mentes las buscan, los cuerpos las buscan. Las letras sobreviven a la moda, la crean: le dan un nuevo significado. Las letras dan alma a las imágenes. Y hoy, la casa de las letras está en los blogs.
                    Afrodisiacos incidentes, coloridos  inventos, extravagantes fotografías, crónica y ficción, periodismo. Arte y ciencia. Comentarios, libre expresión: conceptos de libre expresión desmitificados por tiranos y dictadores. Puertas abiertas: infinito. Física cuántica. Medicina. Poesía, pseudopoesía, cursilería idiota, cursilería fina, romanticismo empalagoso. Poesía pura y literatura exquisita.  Por primera vez encontramos el verdadero significado de un artista independiente. O de un lo que sea, pero independiente. Y eso vale para maravillar.

Para regresar al orden, pulcritud y estructura que siempre me han caracterizado, continúo con la siguiente fase del texto, puede llamarse en este caso, pero sólo por esta ocasión, Parte II.
                    Ésta incluye a la gente que camina en la calle. A los grandes observadores del mundo. Al magnífico invento de la cámara fotográfica instantánea. Llevamos décadas conociendo al mundo a través de la Polaroid de alguien más. Y hoy, un enorme porcentaje de la población tiene algo similar consigo mismo a toda hora. Y no sólo eso, sino que puede publicar lo que su ojo vio en instantes. Algunos pueden comunicarlo a miles de personas en menos de un segundo.
                    Entonces, las mujeres hermosas son más públicamente hermosas, alguien utilizando unos zapatos que encontró en el clóset de su bisabuelo puede imponer una moda así, ¡pum! Sin saber cómo. Una vida se puede destruir porque alguien vio en la Alameda un beso que parecía romántico, y resulta que ese alguien no podía estar besando a ese otro alguien y un tercer alguien vio la foto por Instagram y mató a uno o a los dos alguienes. Lo trivial y lo profundo, las historias desconocidas, descabelladas. Las aburridas o las que simplemente informan de un modo plano. Todo eso lo encontramos en miles de aplicaciones para celulares, computadoras, tabletas. Una nueva generación que será vieja al siguiente día. Un obsoleto mundo que no para de innovar.

Y para dar la vuelta al carrusel en el que llevo montado la última media hora, sigo.
                    La casa de toda esta moda, de todas estas mujeres raras y personas deformes, de las más grandes tragedias en el momento correcto y de la poesía más afrodisiaca, de la nueva y personalísima pornografía y de las noticias en tiempo real. La casa de las letras e imágenes que describen guerras e imponen moda son los blogs. Vivimos en la era metamórfica de los blogs y sus derivaciones. De Polaroid y ediciones periódicas constantes.
Vivimos en la era de las letras como nunca antes las habíamos vivido.

lunes, 25 de julio de 2011

ERRORES Y SONRISAS


Sin descalabrarme, porque no lo ameritaban las circunstancias. Sin correr o presionarme. Sin escandalizarme, porque no lo ameritaban las circunstancias, sin volar ni dividir mi panorama en dos. No valía la pena. No vale la pena. Las cosas importantes de vez en cuando se esconden. Pero qué más da. No es necesario verlas todo el tiempo, si fuera así, viviríamos en un Wonderland o Neverland o Lalaland o Pepsiland o Googleland o Appleland.
                    Y no, resulta que vivimos en un Tierraland y por el momento no nos queda de otra, a pesar de que imaginemos a Blancanieves invitando a su casa a cenar enchiladas a los enanos con sus esposas, a pesar de que imaginemos a nuestro perro volando con Nana a través de nuestra ventana, o que imaginemos el color de los mocos de los pitufos. A pesar de ser parientes del  mucho trabajo y del  caos constante, tenemos un fin en común: la ser grandes pecadores y vivir felices.
                    Aunque de pronto no suceda así. Amy Winehouse se muere, por obvio que parezca. De pronto su corazón dejó de latir, misma acción que ha hecho llorar a millones y millones de personas a través de millones y millones de años de lo que llamamos humanidad, es decir, desde que el ser humano o raza pariente decidió ser consciente de la existencia de la muerte, de la muerte propia y de la cercana, se ha convertido en el factor de dolor más importante del Homo sapiens o razas similares.
                    Entonces intentamos vencer a la muerte con ciencia. Y con rutina, y con experiencia, y con lógica y sentido común. Intentamos vencer a la muerte como finalidad única de nuestra existencia. Y de pronto, para parecernos más a los pitufos usamos gorritos, o un sombrero de con pluma para suponer que somos Peter Pan. Nos ponemos corbata como la que se usaba hace siglos, nos peinamos, nos bañamos, nos lavamos los dientes, nos cuidamos para rezar suficiente pero no demasiado, para coger con frecuencia pero sin riesgo, para salir a correr por las mañanas sin que se lastimen nuestras rodillas. Nos ponemos guapos y guapas para salir a la calle, oler bonito y soñar que seremos jóvenes para siempre.
                    Y sin darnos cuenta nos damos cuenta de que el mundo sigue completamente loco.  Sin darnos cuenta nos damos cuenta que seguimos queriendo ser  destino de colores, queriendo conseguir un arco iris.
                    Y es ahí en donde vemos lo que somos. Los que entendemos que la vida no nos pertenece y que vale más vivirla sonriendo. Oliendo bonito. Soñando. Alimentando a nuestros ojos de amaneceres bellos, de animales y sobre todo, de sonrisas.
                    Las olas del mar vienen y se van, el desierto no termina. Y nosotros somos testigos de la eternidad y de lo efímero, de la locura y de la constancia. ¿Qué puede tener de malo encontrar la sonrisa de un perro?

martes, 5 de julio de 2011

EL YO DESNUDO


Ando lloroso. ¿Se dice lloroso? Ando emocionalmente activo. ¿Mejor? Es decir, traigo la lágrima suelta. Y no me falta motivo. Lloro por los vivos y por los muertos, por la experiencia iluminante de conocer gente maravillosa, por todo aquello a lo que debo la posibilidad de escribir estas líneas u otras. Quizás todas. Tal vez ninguna y sólo estoy diciendo cursilerías.
                Pero aquí estoy. Recordando con letras diuréticas para los ojos. Escribiendo porque he leído, hablando porque he escuchado, integrando una participación activa en mi absurda vida interna. Absurda por sumirse en un pasado al parecer atemporal en el que personas toman café con libros, en las que vivos conviven con muertos, en las que ilustraciones remueven sentimientos, en las que el agradecimiento se mezcla con el fracaso, en las que los éxitos se codean con el dolor. Y todo esto en una mezcla surrealista de líquido que se forma en alguna parte del ojo para ir rodando en forma de gotas por la cara. Así de simple.
                Sin secuencia. La secuencia la pongo yo. Ahora sólo pido un segundo, ¿dónde están las palabras?, ¿las fotos?, ¿en qué baúl de la memoria vive la ausencia?
                Quiero desnudarme y por primera vez siento pudor. Quiero hablar del cáncer, de la muerte, del fracaso. Quiero hablar del valor y de los logros, de la admiración y de los sueños. Pero el pudor me impide desnudarme. Porque el pudor me impide despojarme de las ropas que siguen cubriendo a mis instintos, Porque el pudor me impide gritar: ¡Gracias! Gritar ¡Por qué! Quiero desnudarme hoy, desvelar mi más puro delirio. Llorar porque puedo. Por la gente que me rodea y que me ha rodeado, por la ciencia, por el arte. Por todo aquello que ha permitido luchar a quienes luchan. Por todo aquello que me ha permitido darme cuenta del dolor de una parte del pasado. Porque todo aquello me ha permitido descubrir que en medio de mis sueños hay una parte de otros. Porque el pudor me impide desvestirme: demostrar que desnudo no soy yo, sino una mezcla de personas que dan forma a mi persona.
                Dolor y valor. Maravilla y egoísmo. Locura y complacencia. Todo aquello que hoy alimenta mis lágrimas. Mujeres valientes. Grandes mujeres. Hombres íntegros. Escritores mágicos. Mujeres de mí y artistas volando. Muchos en un extraño paraíso ya sin cuerpos. Otros conmigo por aquí todavía esperando nuestro turno. Mujeres valientes. En mi vida: en su vida. No son, somos. Años y siglos.
                Hoy recuerdo, casi a diez días de la muerte de un amigo. Casi a dieciséis años de la muerte de mi madre. Hoy recuerdo y lloro por los vivos. Por los que luchan. Por las que luchan. Por los que lucharon, por los que me impulsan: por todos aquellos que forman mi yo desnudo.
Lloro feliz por quien sobrevivió para acompañarme en el camino.    

¿Y ÉSTE QUÉ?

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Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

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