martes, 23 de febrero de 2010

VIDA Y SUEÑOS

Regresando de la zona más profunda de mis propios sueños me encontré rodeado de desconocidos, aquellos desconocidos que llevaba viendo cada mañana durante los últimos cinco años de mi vida. Estaban tan cerca de mi vida y tan lejos de mis sueños, más bien, tan lejos de mi sueño.
            Yo trabajaba en una fábrica, mi profesión de ingeniero químico sólo me sirvió para hacer la mezcla correcta de colorantes y pedidos al proveedor. Trabajaba en una fábrica de muebles metálicos. La vida era extraña. Mis sueños eran reales. Me odiaba, casi siempre. Me dejaba de odiar cuando soñaba.
            Regina era la asistente del director de la planta. Y la protagonista principal de mis sueños. No podría describirla como la mujer más hermosa que he visto (aunque podría hacerlo, porque en los relatos cada quien describe a cada quien como mejor le parece), pero había una mecha que prendía en mí. Una mecha que conjuntaba pasión, ternura y la solidez propia de una mujer real, perfecta. No sé por qué Pero era perfecta para mí. Al menos en mis sueños, que repito, eran la realidad más conmovedora. En la vida desconocida sólo me saludaba con una sonrisa lejana cada mañana.
            Pero aquel sueño fue un caso excepcional, me dio a entender que vivía rodeado de desconocidos.
            A la hora de la salida sólo estábamos ella y yo en las oficinas. Los obreros, allá abajo, hacían ruido, el ruido típico del proceso de fabricación, aquel ruido terapéutico para mí de acero chocando con acero. La vi. En silencio, antes de despedirnos, viajé por sus ojos hasta adentrarme en su sangre, la acaricié mientras devoraba su interior. La besé desde sus labios y alcancé a ver su cuerpo, sus ojos entornados hacia mí. Los dos solos buscando un rincón para poder volvernos locos. Yo estaba vuelto loco, ella también, sus gemidos me lo decían, nos desnudamos ferozmente y nos besamos, nos acribillamos como dos luchadores queriendo devorarse. La amé. Juro que la amé. Veía su piel desde su interior, la besaba, sentía su humedad, la hacía mía. Sus gemidos de placer provocaron mi orgasmo, dentro de ella, el orgasmo propio de un amor ferviente, carnal y etéreo.
            Desperté. Los golpes de los obreros me hicieron recapitular, los vigilantes llamaban a la policía.
            Y Regina lloraba, con todo el dolor de su alma.
            Mi vida es extraña y mis sueños son reales. 

jueves, 11 de febrero de 2010

LAS GUERRAS Y NERUDA

Dice Javier Cercas en su novela Soldados de Salamina: “son los poetas los que siempre ganan las guerras”.  Neruda, poeta, dice: “Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas."
            Son las palabras las más grandes seductoras, las únicas revolucionarias. Es la poesía la señora de las palabras, la madre de los cambios, la perpetua amante de la auténtica política. Qué bien haría un Neruda en estos tiempos, cuánto hace falta la poesía en nuestros días.
            Yo recuerdo haber nacido en la pasión tras los textos de Neruda. Yo recuerdo haber soñado, haber bebido y haber sufrido. Yo recuerdo haber deshecho sus poemas, haber deshecho mi estómago con sus poemas. Recuerdo las palabras y la lucha, el ardor y la encomienda. Y hoy, lo vivo. Sigo viviendo a Neruda.
            Hoy, aquí, ¿dónde está la poesía que ganará la guerra? “Así fue devorada, / negada, sometida, arañada, robada, / joven América, tu vida.” Esa América que comenzó llamándose Chile, esa América que hoy se llama humanidad, esa América que hoy responde al nombre de México. Responde a la tinta de Neruda, responde al coraje de la misma poesía, de la poesía que nos hará recuperar su dignidad. Enfrentando al exilio, cuando fue necesario, teniendo de rival a otro poeta, haciendo gala de sesos y no de manos. Mientras que hoy, se hace gala de órganos sexuales y poderes primitivos, al menos en nuestro país.
            Huidobro en una esquina, Neruda en la otra. Es izquierda o es derecha: dos izquierdas que pelean a una mano, a una tinta. Es la búsqueda de un camino, de dejar atrás aquello que estorbe, de creer y de luchar. La creencia de Neruda no era puta. Por eso Neruda, a la larga, ganó guerras.
            La poesía de Neruda es pausada y es violenta, es cuidadosa y perfecta. Tan sensual como estricta, abarca tantos planos que tal vez sólo sea preciso calificarla de humana. La poesía de Neruda encuadra en tinta la condición humana. “Nadie escondió este crimen. / Este crimen fue en medio de la Patria.”, dice Neruda alzando la voz. Y nosotros, hoy en día, lo mismo entendemos que dejamos de entender, lo mismo vemos los crímenes que los escuchamos. Nuestros oídos son sordos a los crímenes, nuestros ojos ciegos a la poesía y nuestras bocas, a diferencia de las de los poetas, mudas de verdades.
            No sé si escribo a Neruda, o a los principios políticos. No sé si escribo al poeta o a la poesía, no entiendo si la descripción tiene que tomar en cuenta cien sonetos de amor o sólo una canción desesperada.
            Hoy la gran noticia en México es que el secretario de Gobernación panista dejó a su partido por vendido, por prostituirse. Yo no soy tan optimista como Loaeza que escribe de los principios y la dignidad de Gómez Mont. Yo creo que hay un plan detrás de todo el show mediático de este día, sin embargo, también creo que sin rumbo, nadie avanza más que en círculos. Y si secretario era de derecha, al menos exigía que el partido en el que militaba también lo fuera. Tampoco soy Gómez Leyva vilipendiando la famosa decisión. Creo que una parte de honor sí tuvo el asunto. Pero es una derrota más de la guerra sin guerra perdida. Es una derrota más de una política sin poesía, una política que presume quién la tiene más grande y no quién piensa más.
            Una política que no ganará la guerra porque no tiene poesía. Porque le urge poesía. Porque le urgen Nerudas. “Ah desnuda tu cuerpo de estatua temerosa.” Luchemos desde París, Chile o Sri Lanka, luchemos con palabras. Manifestemos nuestra intelectualidad como nos enseñó Neruda. Manifestemos nuestra humanidad.
            Porque la poesía no son las palabras. Si no lo que las palabras mueven, la poesía es el resultado de sesos alimentados por creencias. Alimentados por esas creencias que tanta pinche falta nos hacen estos días.
            La guerra no son las armas. Es la paz. La tenemos que ganar creyendo en algo. Todavía existen aquellos que creen. Sólo hace falta la poesía. La poesía de las batallas. La poesía política que nos llevará a la libertad.
            Esto me lo confesó Neruda en secreto diciendo: “Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos, / te pareces al mundo en tu actitud de entrega.”
            ¡Puta madre! Acariciemos al mundo como a una mujer desnuda, protejámosla de los violadores con fuerza mientras susurramos a su oído: “Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.”.
            Y persigamos la política real y no a sus imbéciles impostores. 

miércoles, 10 de febrero de 2010

EL MUNDO DE CABEZA, SALPICADO DE TINTA

Cada mañana, antes de salir de casa, me preparo un café y echo un vistazo a un periódico, sin el famoso cutter que uso para desmadrarlo y cortar sólo lo que me interesa. El primer vistazo sólo lo hago por chismoso, paso las páginas buscando algo que pueda alimentar a mi más morbosa curiosidad. En el momento en el que se termina el café, cierro el periódico, tal como lo recibí y me dirijo a la oficina o a desayunar en forma. Generalmente no pasa de las 7:30am.
            Por otra parte, siempre llevo conmigo una libreta negra y una pluma fuente. En ese cuaderno y con esa pluma escribo todo, literalmente todo, lo que sucede en mi día: es mi agenda, mi lista de pendientes, mi base de notas para la novela que estoy escribiendo o de reflexiones si se me ocurre algo. Lleno las páginas de este cuadernito hasta que se ven completamente negras, incluso tapizo los márgenes de notas. Llevo ya haciendo esto algunos años y tengo todas estas libretas archivadas.
            Hoy, mientras curioseaba por el periódico, decidí sacar mi libreta (cosa que nunca hago en ese momento del día) y me puse a garabatear qué es lo que me gusta escribir, más bien, por qué escribo, qué es lo que me lleva a inventar un relato, mal lograr una poesía u opinar acerca de un tema.
            Como la gran mayoría de lo que escribo en dicho cuadernito, las ideas eran confusas y la divagación era el personaje principal en la página. Entonces, me quedé pensando… escribo porque quiero comunicarme. Es la única forma en la que puedo procesar lo que sucede en el mundo exterior haciéndolo parte del mi microcosmos llamado comprensión. Me di cuenta que escribir es una acción de análisis y no de síntesis, que me concentro mejor con una pluma en la mano, que comprendo mejor lo que leo si lo garabateo después en mi libreta o lo hago extenso en mi computadora.
            Dos cosas me transportaron a este frustrante y desolado espacio lleno de manchas de tinta sin sentido: un artículo de Héctor Aguilar Camín llamado La década perdida de la política mexicana; y la reciente controversia de Ahmadineyad y el enriquecimiento de uranio (eso no lo leí hoy, simplemente me lleva haciendo ruido varios días).
            El primer tema es México: me destroza. Saber que vivo en un país gobernado por intereses personales, me resulta imposible de digerir: escasez absoluta de ideologías políticas, de creencias. Apatía. A ver quién gana más y quién sale mejor en la tele, a ver quién puede darle el mejor hueso a los cuates. Y ya. Partidos buscando alianzas para sacar a otro partido de algún estado. Pero para qué chingaos lo quieren sacar. Eso es algo que nadie dice. Reformas recibidas con una patada en el culo, ¿por qué? Por que me caes mal, güey. ¿No te parece, o qué? Las creencias, al parecer, se reducen a tener mejor casa, mejor coche y estar mejor parados en las mafias. A la gente, como dice Joaquín Sabina: pastillas para no soñar. La columna que leí esta mañana me recordó la impotencia, la apatía, la impunidad. Les vale madre a los políticos si los ventilan o no, si salen trapitos sucios a la luz o no. Nadie les puede hacer nada. El guión ya está escrito y los ganadores asignados. No tengo idea hasta dónde llegue el engaño. Francamente, mi imaginación ya dejó de buscar la realidad porque sé que si la encuentra se quedará corta ante la crueldad con que se maneja aquello que yo no veo.
            El segundo tema es, hasta cierto punto, lo contrario a México. Una ideología tan fuerte que derroca a la democracia, que encarcela a la oposición, que persigue y condena a todos aquellos que la desafíen. Una ideología política, basada en fundamentos religiosos, que es absolutamente ciega. Una creencia que tiene a algún dios de su parte y permite amenazar al mundo, luchar contra él, rebelarse ante las sanciones internacionales. Los recursos utilizados para la generación de energía en un centro médico son, casualmente, los mismos necesarios para desarrollar armas nucleares. Me cuesta trabajo creer que la Comunidad Internacional esté muy preocupada porque Irán tenga menos hospitales. Además, acompañado con declaraciones tan bélicas como que pronto llegará el fin de Israel, cuesta más trabajo entender cómo pueden ser buenas las intenciones para trabajar el uranio.
            Ellos sí creen en algo. Nosotros no. Todos buscamos poder. Pero, ¿al precio que sea? Veo a un presidente Calderón con una propuesta de reforma política digna. Sin ser calderonista pienso que fue, finalmente un arranque de lucidez. Y no entra siquiera a debate. Allá, Ahmadineyad decide mandar al carajo a todo el que no esté de acuerdo con él. Autoritarismo bélico contra búsqueda de poder absurda. Ambos con resultado catastófico.
            Y después de ver estos dos panoramas, reviso mis anotaciones de esta mañana y vuelvo a preguntarme por qué escribo. ¿Qué quiero decir? ¿O será mejor simplemente inventar historias para que alguien pueda encontrar un mejor mundo en algún lugar? ¿O las escribo para que los que viven en un sueño rosa dejen de hacerlo y conozcan la realidad?
            En fin, aquí estoy. En contra de la guerra y a favor de las soluciones políticas. Esperando que no llegue el día nuclear. Esperando que no estalle ninguna guerra en Medio oriente. Y esperando con todas mis fuerzas que en este país deje de reinar el desorden.
            Mientras tanto, no me queda más remedio que seguir salpicando de tinta mi libreta y atacar salvajemente a los periódicos con mi cutter.
            Ah, y buscar algo nuevo y bueno para leer.
            Nos vemos pronto.
            

¿Y ÉSTE QUÉ?

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Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

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