lunes, 25 de julio de 2011

ERRORES Y SONRISAS


Sin descalabrarme, porque no lo ameritaban las circunstancias. Sin correr o presionarme. Sin escandalizarme, porque no lo ameritaban las circunstancias, sin volar ni dividir mi panorama en dos. No valía la pena. No vale la pena. Las cosas importantes de vez en cuando se esconden. Pero qué más da. No es necesario verlas todo el tiempo, si fuera así, viviríamos en un Wonderland o Neverland o Lalaland o Pepsiland o Googleland o Appleland.
                    Y no, resulta que vivimos en un Tierraland y por el momento no nos queda de otra, a pesar de que imaginemos a Blancanieves invitando a su casa a cenar enchiladas a los enanos con sus esposas, a pesar de que imaginemos a nuestro perro volando con Nana a través de nuestra ventana, o que imaginemos el color de los mocos de los pitufos. A pesar de ser parientes del  mucho trabajo y del  caos constante, tenemos un fin en común: la ser grandes pecadores y vivir felices.
                    Aunque de pronto no suceda así. Amy Winehouse se muere, por obvio que parezca. De pronto su corazón dejó de latir, misma acción que ha hecho llorar a millones y millones de personas a través de millones y millones de años de lo que llamamos humanidad, es decir, desde que el ser humano o raza pariente decidió ser consciente de la existencia de la muerte, de la muerte propia y de la cercana, se ha convertido en el factor de dolor más importante del Homo sapiens o razas similares.
                    Entonces intentamos vencer a la muerte con ciencia. Y con rutina, y con experiencia, y con lógica y sentido común. Intentamos vencer a la muerte como finalidad única de nuestra existencia. Y de pronto, para parecernos más a los pitufos usamos gorritos, o un sombrero de con pluma para suponer que somos Peter Pan. Nos ponemos corbata como la que se usaba hace siglos, nos peinamos, nos bañamos, nos lavamos los dientes, nos cuidamos para rezar suficiente pero no demasiado, para coger con frecuencia pero sin riesgo, para salir a correr por las mañanas sin que se lastimen nuestras rodillas. Nos ponemos guapos y guapas para salir a la calle, oler bonito y soñar que seremos jóvenes para siempre.
                    Y sin darnos cuenta nos damos cuenta de que el mundo sigue completamente loco.  Sin darnos cuenta nos damos cuenta que seguimos queriendo ser  destino de colores, queriendo conseguir un arco iris.
                    Y es ahí en donde vemos lo que somos. Los que entendemos que la vida no nos pertenece y que vale más vivirla sonriendo. Oliendo bonito. Soñando. Alimentando a nuestros ojos de amaneceres bellos, de animales y sobre todo, de sonrisas.
                    Las olas del mar vienen y se van, el desierto no termina. Y nosotros somos testigos de la eternidad y de lo efímero, de la locura y de la constancia. ¿Qué puede tener de malo encontrar la sonrisa de un perro?

1 comentario:

  1. O fabricando madrugadas que estallen en caleidoscopicos matices,sonriendo cada vez que logramos sujetar por un segundo a la musa.

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Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

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