lunes, 1 de agosto de 2011

CORBATA, CAFÉ Y UN CUPCAKE

 Puedo estar sentado en la computadora o no. ¡Qué más da! De pronto, cuando juego a escribir soy yo mismo. Y algunas veces no. No lo puedo evitar. En este momento soy yo, aunque no sé cómo me llamo, pero eso es lo de menos. Sé cómo se llama ella. Y sé que sabe de mi corbata. Yo sé de ella, sé como se llama, pero no sé si ella sabe cómo me llamo yo. Al no saberlo yo mismo, se vuelve difícil concretar el conocimiento de los demás, ¿o eso sólo me pasa a mí?
      ¡Qué más da! Yo quiero verla. Pero verla muchas veces significa sentirla, y para sentirla sería necesario que admitiera quién soy. O que reconociera que sé cómo me llamo, pero ninguna de las dos posibilidades anteriores es real, ni sé quién soy ni sabré cómo me llamo.

Pero sé que hoy desayuné café y que ella estaba ahí, a un lado mío. En mi propia cama. No sé cómo llegó a ella, ni sé si ella sepa cómo llegó a mi cama. Pero estábamos ahí, tumbados, con un café en la mano y un libro de poesía en el buró. Yo sabía quién era, y sabía que me había hecho café. Sabía que estaba desnuda y que era bella. Sabía que le gustaba la poesía, pero no sabía que si le gustaba mi poesía. Nunca lo sabría. Nunca leería mi poesía a una mujer así de hermosa. Nunca le diría lo que esconden mis corbatas, ni los pañuelos. Nunca podría permitirle saber cómo me llamo cuando no uso corbata, o todo aquello que los colores me dictan cuando uso corbata.
    Tampoco sé si es necesario hacerlo, porque tomamos café juntos, hablando de corbatas, de colores, del amanecer que recién sucedía, yo no sabía cómo me llamaba, por lo tanto no sabía si el lugar en el que estaba era su casa o mi casa o nuestra casa. Ajusté el nudo de mi corbata y comprobé que era un artista, porque amo el arte, porque escribo poesía. Comprobé que era un artista porque leí poesía a una mujer hermosa durante la madrugada.
Comprendí que era un artista porque desperté de mi sueño haciendo un hermoso cupcacke de vainilla con chispas de colores ordenadas para hacer belleza. La mujer hermosa sólo me había pedido uno. Era todo lo que quería. Y el de la corbata naranja no era yo, ambos ordenaron café: adoro ese olor, esa escena.  A esa mujer y a esa corbata que era de alguien.
Alguien que seguramente sabía su propio nombre.
Y yo que había olvidado el mío.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Y ÉSTE QUÉ?

Mi foto
Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

SI BUSCAS...

Subscribe via email

Enter your email address:

Delivered by FeedBurner

Subscribe Now: Feed Icon