A CHILE PIÑERA. Y A MÉXICO... ¡CHILE!

La popularidad de la ex ministra de defensa y la memoria colectiva de años de dictadura no fueron suficientes. La izquierda, centro izquierda o medio izquierda no alcanzó. Según recuerdo, cuando marchan, los militares responden a la orden: “Derecha, ¡ya!” con un giro del cuerpo completo a favor de las manecillas del reloj y parando en seco a los 90 grados exactos.

            No termino de entender qué sería de las marchas si el comandante gritara: “Izquierda, ¡ya!” y los soldados terminaran su giro a los 45 grados, o a los 60, o a los 32. ¿Realmente la memoria colectiva daba tanto en Chile para cambiar de medio izquierda a medio derecha? ¿Realmente parece Piñera un nuevo Pinochet? ¿Esa es la noticia? ¡Carajo! En el mundo se habla del cambio, de alternancia. De derechas e izquierdas borrándose (para que los más puristas me perdonen debí de haber dicho matizándose).

            Recuerdo una frase de Leonard Cohen en la canción Democracy que dice: “I’m neither left or right. I’m just staying home tonight…” (No soy de derecha ni de izquierda. Sólo me quedaré en casa esta noche). Creo que es la premisa que domina una parte de la política actual en el mundo. ¡Y a mí me parece bien! Me parece correcta la alternancia, me parece correcta la diversidad, aplaudo a los chilenos por las ganas. Como no hay izquierda absoluta, tampoco encuentro ya válida la verdad absoluta, los mítines leninistas del siglo pasado defendiendo a ultranza la capacidad exclusiva de una escuela para gobernar. Fallaron. Fallamos. El mundo no ha encontrado la fórmula mágica disfrazada de política para gobernar en paz a 6 mil y pico de millones de humanos, ni a cien, ni a diez. El mundo no ha encontrado la verdad absoluta. Y hasta que ese mesías llegue, seguiremos todos buscando. Menos mal. Menos mal que alguien esté abierto de verdad al cambio. Se vale, sin más violaciones de derechos humanos, ni más diosificados gángsters a cargo de un partido. Sin extremos ni letras chicas, sin esqueletos en el armario. Se vale.

            ¿Lo aprenderemos algún día aquí, en México? ¿Aprenderemos en algún momento a defender una postura? A pesar de los matices, siguen habiendo corrientes políticas distinguibles. En México vivimos encerrados en esos matices. Caminando por el Zócalo, en la capital de México encontré un grupito de personas reunidos con un micrófono, amplificador y una mini pancarta con una suástica pintada y la leyenda “Calderón: gobierno fascista”. ¿Qué chingaos tiene de fascista nuestro izquierdoso presidente de derecha? ¿Qué chingaos tiene de izquierda nuestro aburguesado dirigente del Distrito federal?

            Una brutal dictadura enseñó a los chilenos la verdad de los extremos, de la brutalidad. En este caso disfrazada de derecha. Otros ven en Venezuela hoy mismo la brutalidad disfrazada de izquierda. En México confundimos lo bruto con brutal. Ya no sabemos si nos da miedo el cambio, porque, como el miope que no ha revisado la graduación de sus anteojos por años, no sabemos lo que es ver. No tenemos idea de lo que es el cambio.

            Chile progresó al tener una ministra de defensa, progresó más al hacerla llegar a presidente. Chile decidió cambiar a la izquierda después de 17 años de dictadura derechista. Y hoy, le da la oportunidad a un cambio, un hombre, que al menos no pretende enriquecerse con el poder. Y eso ya es una ventaja. Chile apuesta a un cambio que se llama Piñera y Piñera invita a desayunar a otro cambio llamado Bachelet. Ni derecha ni izquierda, me quedo en casa. 

            Me gusta el panorama.