jueves, 17 de diciembre de 2009

OLVIDANDO

Mientras mirabas el río, sentiste cómo una mano tocaba tu hombro. Volteaste con miedo de lo que podrías encontrar, recordaste, nadie, absolutamente nadie sabía quién eras en aquel sitio. Al ver su cara te sorprendiste. Casi vuelto loco viste su cara. May I help you, dijiste intentando ocultar tu acento.
            Hubo silencio. No respiraste hasta escuchar la respuesta. Estabas seguro de que su boca mencionaría tu nombre. Alguien te había encontrado. Seguramente hubo algún error en tu estrategia para escapar.
            Te pidió fuego, tú ni siquiera recordabas que estabas fumando. Encendiste su cigarro y con una sonrisa tajante regresaste tu mirada al río.
            Volviste a sentir la mano en tu hombro. Era ella misma. Sus rasgos orientales y su piel blanca se clavaron hasta tu retina, recorriste con tus córneas su cuerpo. Perfecto. Luego la miraste con atención. Preguntó tu nombre. Estuviste a punto de equivocarte. Era muy pronto para establecer una comunicación. Lo sabías. Pero no pudiste resistir a su sonrisa.
            Posó sus codos en la misma barda en la que te apoyabas para ver el río. Lo miró contigo sin decir una palabra. Como viejos cómplices. Las montañas todavía alcanzaban a presumir nieve, el agua casi se desnudaba para dejar ver su más profunda cara, las embarcaciones ya no hacían ruido. Las gaviotas buscaban comida junto a ustedes.
            Le preguntaste si tomaba vino. Asintió. No hubo más palabras. Caminaron. No debiste de hacerlo, pero lo hiciste.  Como siempre. Tendrías que escapar de nuevo al siguiente día. Vivir sin sombra, sin huellas.
            Caminaste hacia el bar más cercano. Bebiste. Hablaron poco. Ella sonreía. Otra copa de vino. Un tinto de la región. Barato. No tenías dinero. No tenías hotel. No tenías nombre. Ella pagó la siguiente ronda. Reía, reían. Rieron. Despejando interrogantes supiste que no dormirías solo.
            La angustia de nuevo se apoderó de ti.
            Llegaron a su cuarto en un hotel discreto, más bien sucio. Más bien jodido. Te desnudaste con la luz apagada.
            No lo pudiste evitar. Intentaste esconderlo. Al ver el tatuaje de tu espalda, salió corriendo de la habitación con lágrimas de horror en su cara. Lo sabías. No lo podías esconder.
            Una ciudad más que abandonar, buscando que alguien borre todo tu pasado, que arranque de una buena vez tu piel.
            Tomaste tus cosas, olvidaste tu nombre, y caminaste para alejarte de nuevo.

4 comentarios:

  1. Oooh muy bueno! sisisi! No ha perdido para nada el toque ni la práctica. Está ese toque de melancolía y romanticismo tan característico de sus relatos :D
    Que bueno es leerlo de nuevo! n_n
    Saludos!





    .♥. chicle

    ResponderEliminar
  2. Para nada has perdido la practica, me dejas con muchas ganas de saber mas...pero mi imaginación le da un fin a tu relato...me encanta como mezclas tantas emociones, un gusto leerte. Saludos!!!

    ResponderEliminar

¿Y ÉSTE QUÉ?

Mi foto
Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

SI BUSCAS...

Subscribe via email

Enter your email address:

Delivered by FeedBurner

Subscribe Now: Feed Icon