miércoles, 23 de diciembre de 2009

UN CAFÉ. UN DÍA CUALQUIERA

Le pedí que viniera. Sólo a tomar un café conmigo. Miles de kilómetros de distancia. Litros y litros de mar. Horas y horas de vuelo. Gastos descomunales. Y una hora. Sólo para un café. No podría ir yo. Nunca. Ella tenía que probar ese café. Dimensionarlo frente a mí. Dimensionar un simple café frente a mí. Una hora. Aunque el café tardaría menos de un minuto en terminarse. Yo exigiría los otros 59. Le pedí que viniera para cruzar nuestras miradas, para dibujar con palabras nuestros cuerpos de una forma desconocida, porque eso hacen las palabras: dibujar. ¿Qué más pueden hacer?
            Compartiríamos nuestros rasgos tan distintos. Nuestras esencias tan similares. Nuestros estados disparados, nuestras etnias, nuestros recuerdos comunes, inexistentes, el color de nuestra piel. El color de nuestros ojos. Compartiríamos la noche aunque fuera de día. Escribiríamos un momento. Otro momento. Otro.
            Resumiríamos el mundo y compactaríamos la historia. Deshojaríamos los libros y recobraríamos la conciencia. La perderíamos. Nos haríamos inconscientes. Desprendidos. Desperdiciados. Nos desperdiciaríamos. Nos aprovecharíamos. Nos conoceríamos. Un día entero para llegar. No más. No menos. Viajar un día para compartir una hora. Cruzar el mar para unos minutos. Y sobre todo, para tomar un café. Para darle a conocer el nombre de mi café, de ese café que sólo podrá tomar junto a mí. Porque quiero que sepa a mí, porque quiere que sepa a mí.
            Le pedí que viniera. Que llegara. Le dije ven. Le supliqué sin hablar. Le rogué sin decir. Nos entendimos sin lenguajes. Nos entenderíamos sin hablar el mismo idioma si viniera a tomar un café. Tal vez hablamos el mismo idioma, tal vez su piel no sea más que un espejo de mis manos. Tal vez mis manos sean su piel. Tal vez sea la imaginación. Tal vez sólo sea un ser mitológico, radicado indiscutiblemente en mi imaginación. Tal vez hemos hecho el amor.
            Yo sólo le pedí que viniera, que cruzara el mundo para encontrarse conmigo.
            Un café. Una tarde cualquiera.

2 comentarios:

  1. VOLVIO A USAR SU BLOG ¡¡¡Y DE QUE MANERA!!!,,, EL CAFE ENLOQUECE COHEN,,, PERO NO SE PREOCUPE, USTED YA ESTABA ASI,,, QUE GUSTO VOLVER A LEERLO,,, LO CURIOSO ES QUE SU RELATO SUENA A FUTURO, PERO TAMBIEN A QUE ESE CAFE YA SE BEBIO,,, SEA PIO, NO DEJE DE USAR SU BLOG,,, YYYYYYYYYYYYYYY FELIZ NAVIDAD :)

    ResponderEliminar
  2. Me gusta mucho tu relato, me siento identificada con él... que daría yo muchas veces por "un café, una tarde cualquiera"...
    Sigues escribiendo de maravilla y como siempre es todo un placer leerte y poder disfrutar de tus letras.

    Un beso...

    ResponderEliminar

¿Y ÉSTE QUÉ?

Mi foto
Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

SI BUSCAS...

Subscribe via email

Enter your email address:

Delivered by FeedBurner

Subscribe Now: Feed Icon