martes, 3 de agosto de 2010

MI OFICIO



Comencé a trabajar por ahí de mediodía. Siempre intento comenzar a trabajar temprano. Nunca lo logro. Pero a decir verdad no me importa tanto, mi profesión no exige horarios. Soy mi propia jefa. Mi propio verdugo, porque la verdad es que tener un verdugo para este trabajo es indispensable. Nadie puede hacerlo sin una mano dura que presione. Lo digo por experiencia. Nunca he trabajado en otra cosa. Y algo he aprendido del negocio. Cuando el ser humano decide deprimirse, siempre hay algo que se puede hacer al respecto, y ahí es justo donde la gente como yo entra en acción. Pero ya hablaré de eso.
            Tal vez no llegaba todavía la una de la tarde. El sol estaba haciendo de las suyas, parecía que nunca había quemado tanto. El calor era intenso, pero los rayos de sol mataban, magnificaban las sensaciones de dolor de la piel. Magnificaban todo, quitaban el aire. Así que busqué alguna sombra. Y ahí es donde la historia se pone interesante, encontré sombra en la cadera de una mujer. No entendía gran cosa, pero ahí debajo el sol no pegaba tan fuerte. Pero el calor era distinto. El olor, la sensación. En cuanto tuve la oportunidad me moví de ahí para buscar el mejor camino a mi oficina. Y llegué a atender a mi clientela.
            El primer caso que tuve que tratar fue el crónico insomnio de la luna. Luego llegó un equipo de pasto con confusiones de personalidad, más tarde un montón de nubes con problemas de adicción. Y yo no podía dejar de pensar en la maldita cadera que me tapó del sol. No es fácil ser una mujer en este mundo tan bizarro. No es fácil ser una mujer en un mundo controlado por un estúpido machismo todavía tan permisivo. Mata. Matan. Matamos todos. ¡Puta madre! No es fácil. Pero es más difícil después de haber sido parte de la cadera de una mujer, bueno, no parte, sino después de haber sido testigo de su sombra y su calor. No podía dejar de pensar. Y de pronto llegaron las manos de un hombre a mi oficina. Y no pude más que examinarlas profundamente. Investigarlas a fondo sin que se dieran cuenta.
            Las imaginé rozando esa cadera, haciendo a un lado la tela. Confesando sus secretos a la luna, a esa luna que no podía dormir. Entendí por qué no podía dormir mientras sentía una necesidad de cruzar las piernas al imaginarlo, al ver las manos de un hombre que pueden hacer a un lado la cadera, utilizarla como puente para llegar a zonas más modestas, más impunes, más perversas y repletas de placer. Las imaginé tocando, rozando, acariciando. Vibrando. Estuve a punto de sacar un gemido de placer y dejarme caer por completo en ellas. Una vez más teniendo que lidiar con sueños y fantasías que se vuelven míos, que nadie puede quitar de entre mis piernas. Un día más. En el mismo patio que ve pasar los años.  
            He aprendido mucho del negocio. He aprendido mucho de mí misma, de las mañas y los sonidos de una mujer caliente, de aquella que gana dinero siendo la loquera de la cárcel de mujeres.
            Habrá que aprender a soñar mejor. O simplemente a dejar de hacerlo. La vida es un ojete pedazo de circunstancia.
  

2 comentarios:

  1. En particular me encanta cuando en tus relatos el personaje principal es una mujer, los pacientes son inmejorables mientras que tus relatos se superan y cada vez me atrapan más. Gracias.

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  2. Me encantan tus relatos, cada dia me vuelvo mas fan de ello, es maravilloso leer lo que escribes, gracias por compartir tu gran talento con nosotros, saludos, xoxo.

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Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

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