miércoles, 16 de febrero de 2011

ANTES DEL AMANECER

Eran las 6:41am. Ella despertó: los colores del amanecer parecían perdonarle sus pecados. Parecían extenderle una redención buscada por siglos, por miles de años. Los colores del amanecer parecían la única muestra de paz que existía en su ridículo universo. Volteó a su lado, lo vio, desnudo, dormido, perdido en un mundo imperturbable. Un extremo fantasioso que va de la mano con la muerte.
            Alcanzó a ver el brillo provocado por el sudor en la espalda de su hombre. O de su amado. O de aquella persona que dormía a su lado. Eran las 6:41am y ella no se había movido un solo centímetro. El hombre estaba vivo. Ella estaba viva. La recámara seguía oliendo a sexo, el calor se concentraba entre las sábanas, el sol amenazaba con despertar por completo.
            ¿Pero qué haría ella a la luz del día? Los pecados resultaban suficiente para desatar la más distorsionada locura de un ser humano. De ella en esta ocasión, o tal vez de él cuando despertara. Tantos años. Tan pocos días. Tan difícil le resultaba respirar. Miró a su lado, la cama había perdido proporciones. Él ya no estaba junto, la cama se había alejado de ella. Él ya no tardaba en despertar. Amenazante. Ella no entendía, más allá de él en la cama encontró otro cuerpo de mujer, otra mujer, dormida. A las 6:52am la recámara olía a sexo. Ella recordaba los gemidos, el calor, el sudor, lo recordaba todo. Miró a la pareja, él no estaba a su lado. Nunca lo había estado. Todo lo había escuchado desde el otro lado de la pared.
            Intentó mover su silla de ruedas hacia atrás para escapar del cuarto antes, tropezó con un escritorio al intentar dar la vuelta. Regresó y fue entonces cuando descubrió el charco de sangre. Sabía que lo había hecho.
            Salió de la habitación, recorrió el pasillo, abrió con su mano libre la puerta que decía portería. Y reconoció que debió de haber cerrado su puerta con seguro. Una huésped más. Debería de controlar mejor sus sueños.
            Escuchó un ruido a las 6:57am en otra habitación una pareja hacía el amor con fuerza. Gritaban, la mujer pedía más. Al parecer lo obtenía. Ella, sin moverse de la silla de ruedas llevó su mano a ese lugar entre sus piernas que mayor placer le provocaba, y al primer suspiro descubrió que había vuelto a dejar la puerta sin cerrojo. Dejó el cuchillo en su regazo, llevó la silla de ruedas hasta la puerta y recorrió el pasillo esperando que la pareja cayera dormida.

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Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

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