domingo, 28 de junio de 2009

CIERTA GENTE

Luego de sentirme parte de Los tres mosqueteros, nada puede ser igual. Luego de pertenecer por un segundo a ese clan tan exclusivo del que nunca pensé siquiera ser espectador, nada puede ser igual.

No sé siquiera cómo empezar a hablar de la gente. Más bien, de esa gente: de aquellos de quienes hemos aprendido tanto con tan poco esfuerzo –y sé que estoy empezando a sonar sentimental, uno también tiene derecho a utilizar sus licencias, ¿no?– y, tal vez, ni siquiera nos hemos dado cuenta. Luego de sentirme parte de un viaje tan alucinante como el que ha sido mi vida hasta hoy, no me queda nada más que seguir adelante. Y la gente que ha cambiado mi vida por dentro y por fuera se encarga de hacer esto posible. Sí, esa gente que ha cambiado por completo mi vida. Que no sólo me ha enseñado, sin saberlo, a escribir, sino que me ha enseñado a caminar, a respirar, a soñar, a querer ser.

Sí, así es la frase: esa gente que me ha enseñado a ser y a querer ser.

Entonces hago a un lado las pretensiones –bueno, intento, porque relegarlas por completo está bien difícil– y dejo escribir a mi mano, como siempre, le cedo el espacio que estoy llenando con palabras para decir lo afortunado que soy yo, no ella, de haberme topado con cada una de las personas con las que me he topado en la vida. Cada persona que ha tocado mi corazón ha logrado hacer un mejor yo. Y con todo, ese mejor yo sigue siendo mucho menos de lo que debería ser.

Algunas personas simplemente tienen la capacidad de hacer cambios, de emocionar, de llenar. Algunas personas han podido hacerme sentir grande. Y muy pocas, me han hecho dar amor. Decidí pasar el resto de mi vida con la que mejor lo ha logrado.

En fin, la conclusión sin sentido de lo que escribo –tal vez sin sentido también– es que yo no soy, me han hecho ser. Lo único que he aprendido es que siempre tengo que aprender. Y los requisitos para ser mis maestros son escasísimos, pero muy puntuales. El secreto está en la conversación y la sonrisa, el secreto es aprender de todos ellos a través de sus sonrisas, sus palabras y sus acciones, no de sus lecciones.

Me siento afortunado de ser hijo de quien soy, de ser pareja de quien soy, de ser alumno de todos ellos de quienes soy. Me siento afortunado de ser yo, pero no por mis propias capacidades, sino por la oportunidad que he tenido con este nombre de cruzarme en el camino de esa gente que ha cambiado mi vida. Como lo dije antes, luego de sentirte parte de los tres mosqueteros, nada puede ser igual.

Y nada es igual. Nunca.

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Nunca es igual, ¿pero te puedo decir algo? siempre puede ser mejor. Cada 6 meses hago parte de un club distinto, a veces son más mosqueteros, a veces menos y cuando nos despedimos siempre digo que nada será igual que este tiempo que estuvimos juntos.
    La experiencia me demuestra lo contrario, siempre vendrán otros a formar parte del club y a los que les puedes contar anécodtas de mosqueteros pasados.

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Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

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