martes, 16 de marzo de 2010

YO NO LA MATÉ

Un día de invierno. Me resultaba difícil concentrarme, el frío era lo suficientemente cruel como para que mi mente sólo pensara en vencerlo, sin pedirme permiso. Yo la recordaba. ¡Cómo no la iba a recordar! En estos minutos es cuando más falta me hacía. Yo la recordaba. La necesitaba.
            Ella había regresado a casa finalmente, después de tres largos meses de separación, había vuelto con los ojos más oscuros, la piel más reseca, el alma consumida. Lo noté pero nunca se lo dije, es una de las cosas que nunca le podría decir. Yo la amo tanto… ¡la amaba tanto! Yo no estaba acostumbrado al invierno, y menos sin ella, la estufa no calentaba lo suficiente en aquel pequeño apartamento. No podía moverme. Y el frío no me dejaba pensar.
            Necesitarla no era la parte más difícil, pensarla lo era. Recordar su mirada antes de marcharse por segunda vez, aquella ocasión en la que me había dicho que era definitivo, la ocasión que dio pie a mi huída, a la escapada que me tiene hoy viviendo el frío. ¡Cuánto la amé! Era una mujer maravillosa, bella. Era bella de joven y fue bella en su etapa más madura. Siempre fue bella y yo siempre la quise.
            Ella se fue. Yo no. Yo pensaba quedarme para siempre, no terminar en el frío que me congela las ideas que vivo en este instante. Todo fue su culpa. Yo la amaba. Y yo no la maté. Ella decidió marcharse. Llevaba en su brazo aquel libro de símbolos extraños, llevaba en sus manos sus propios ojos negros, apagados, llevaba en su mano el corazón que dejó secar. Llevaba en sus manos la poca paz que le quedaba, y la dejó en camino. Mientras yo la veía, la observaba caminar lejos de mí, marcharse para siempre. Dejarme solo. Sin frío. Sin ella. Sin dioses y sin diablos. Sin todos esos viejos símbolos que a ella le dictaban el camino. Yo sin ella no tenía nada.
            Pero no la maté. No podía matarla cuando la amaba.
            Ella me encontró en la puerta. Impidiendo su partida, me empujó por las escaleras. Yo había perdido las fuerzas al saber que se iba. No pude agarrarme del la barda, no pude sujetarme a nada. Caí. Mi cuello golpeó, mi nuca golpeó, la escalera hizo su parte. Yo no la maté.
            Ahora aquí. Soy yo, yo soy ella. Yo no la maté. Ella me mató. Me maté al matarlo. Soy ella. La extraño. ¡Cuánto la amé! ¡Y cuánto la extraño en esta celda rota para gente como yo! ¡Estoy atrapada en él! En ella. ¡Cuánto la amé! ¡Cuánto la recuerdo!

2 comentarios:

  1. Muy interesante como usas las palabras...como puedes hacernos confundir con el final..ese final inesperado...pero eso es lo mejor de tus relatos...que solo estoy segura de algo...que el final sera totalmente distinto al que pueda imaginarme. Saludos.

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  2. Al principio piensas en lo que una relación mal llevada puede causarte, sin darte cuenta te va matando de a poco y por miedo a hacerle daño al otro no le dices lo que está mal y lo callas y se transforman en sentimientos encontrados entre el amor que le tienes y el porque te causa tanto frío sobretodo de alma.
    Wow! cuánto podría durar con la tristeza del otro encerrado descubriendo quizás el amor que si ella le tenia y que él aún le tiene pero esta atrapado.
    Aunque atrapada me has dejado a mi con ese final al reves :)

    Ya te tengo en mi miaumundo para venir a ronronearte cuando pueda ya que me ha encantado :)

    Un beso ronroneado en mi abrazo ^_^

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Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

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