viernes, 26 de marzo de 2010

ÉTICA PROPIA

Al regresar a casa los papeles cambiaron. Ella no era sino un distante reflejo de lo que había sido unas horas atrás. En el coche todo era silencio. Nada sería igual que antes. Ella se volcaba en sus pensamientos, no encontraba un solo rincón seguro en su mente, cada lugar, por más pequeño que fuera en ésta era un doloroso castigo. Eran las consecuencias de sus propios actos, lo sabía. Ella sabía todo lo que había hecho, sin embargo. El dolor, merecido o no, se siente igual: no hay filtros. Escapar sería una ridícula e infantil ilusión. Ya era demasiado tarde para eso. Imposible escapar de ella misma. Imposible correr de su propio dios que la destruía como consecuencia a sus acciones. Sólo ella sabía lo que había hecho, sólo ella sabía la gravedad de sus pecados, sólo ella entendía el castigo de sus dioses ante una vida como la de ella.
         En silencio, el auto avanzaba. La carretera era larga. Habían cambiado los papeles y ella merecía su destino. Sus pensamientos la acosaban como fantasmas descomunales que se apoderaban del aire. Todo era negro por dentro y por fuera, su mente y su alma, el camino, el bosque, el coche. Todo era negro y ella era la única causa de la ausencia de luz en su interior.
         Todo había comenzado días atrás, cuando ella sentía que podía controlar sus demonios internos, cuando los retaba –pobre de ella– suponiendo que saldría victoriosa. Al principio lo logró, acertando en sus ideas, apuntando correctamente al blanco adecuado, disparando palabras en el momento indicado y saliendo por la ruta precisa de salida. Al principio se sintió toda una maestra de la retórica, de la evasión del delirio para azuzar a la tentación. No lo logró, cedió ante el deseo e intentó escapar corriendo cuando era ya demasiado tarde.
         Llegó a su sentencia. En medio de lo que parecía un bosque, o un desierto, parecía algo: oscuridad total. Bajó del auto. Caminó despacio hacia la oscuridad, sabía hacia dónde dirigirse. Su acompañante bajó del coche y la siguió, escoltándola hacia el corazón negro de la noche. El silencio continuaba apoderándose del aire, emitiendo un ruido cada vez más tenebroso, cada vez más ensordecedor, cada vez más directo hacia el fondo de su ya evidente perdición. De esa locura que pocas cosas podrían acarrear. Ella había estado del otro lado, del lado de la conciencia tranquila, del lado acusador. Ella había estado apuntando traiciones, las reconocía. No sabía cómo había podido ceder a la tentación. Imbécil. Imbécil.
         Siguió caminando hasta que escuchó el sonido esperado que siempre sorprende. Ya no notó la bala traspasar su cabeza, tampoco notó cara despedazada.
         Cuando vendes no consumes y no te coges al cliente. Nunca hubiera pensado violar la ética del narco. 

2 comentarios:

  1. Me sorprendes siempre. Cuando he leído en feis "les dejo un relato de esos que dibujan la actualidad de nuestro amado país", no se lo que esperaba, pero si se que no esperaba lo que leí.
    Buenísimo tu relato, intriga y suspense hasta que uno acaba de leerlo.
    El final, como siempre inesperado, tus finales son geniales, sorprendentes, te lo digo de verdad.
    Llevas la tinta en tus venas, no me cabe la menor duda. Gracias por compartir tus letras, es un placer leerte.
    Te deseo un lindo fin de semana.
    Besitos...

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  2. NO SE COMO HACE PARA MANEJAR ESA TENSION,,, PARA SOSTENERLA POR TODO EL RELATO,,, ESTO NO ES CONTAR UNA HISTORIA,,, ES DEJARNOS INDEFENSOS COMO LECTORES EN MITAD DE UNA ESCENA DONDE ALGUIEN ESTA MURIENDO,,, CON ESA OSCURIDAD, NO SE SI DARLE LAS GRACIAS POR LA CALIDAD QUE IMPRIME EN LAS ENTRADAS DE SU BLOG O DEPRIMIRME POR LO TRISTEMENTE HIRIENTE DE LA REALIDAD

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Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

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