jueves, 29 de abril de 2010

HUYENDO DE TI

Salí volando a media tarde. Mis alas seguían impregnadas con tu aroma. No, con el aroma de tu perfume. El encontrarme de pronto con alas dando vueltas por las nubes fue una  gran sorpresa, no recordaba aquella parte de mi cuerpo, o nunca antes la había descubierto, daba igual. Yo volaba. Y recién había dejado tu recámara. El aroma de tu perfume fue cobrando peso, mis alas comenzaron a flaquear. No tengo idea qué hacer en ese caso, nunca putas había volado. Poco a poco tu perfume fue convirtiéndose en un veneno insoportable para mí. No di tantas vueltas antes de caer, más bien fue una caída rápida. No de película, sino como un salto de niño a una alberca, de esos en los que caen con toda la panza. Así lo sentí. Así caí de vuelta en tu cama. Tú dormías dividida en dos. Corrijo, eran dos tús en la cama. Claro, en un principio yo tampoco lo entendí. Pero después de decidir si acostarme del lado de la de bata blanca o de la mujer desnuda, el aroma del perfume disminuyó. Y ahí estaba yo. Acostado junto a una tú desnuda, libre, con el cuerpo tibio todavía de la noche que no terminaba de partir. La otra había despertado ya y nos observaba. Decidí no hacer caso a la otra tú. ¿Para qué si te tenía a ti desnuda? Por lo tanto te besé. Creo que ese fue el primer error.
            Al besarte, la otra tú, la de bata blanca, me abrazó por la espalda, no era ella, era mis alas. Jamás había sentido tal placer, mis propias alas acariciándome el cuerpo, tú frente a mí. Tu saliva y tu sudor formando una burbuja húmeda y tibia que me cubría suavemente el cuerpo. Veía tu cuerpo. Algo extraño sucedía, eras mis alas, te podía ver con la espalda, te vía desnuda con los hombros, con el pecho, te veía con el mismo sentido que te tocaba, me tocabas con el mismo sentido que me olías, que me besabas, que me probabas, todo en el mismo suspiro. Todo en el mismo lugar. En tu sonrisa, que veía por cada ángulo que alcanzara mi cuerpo. No mis ojos. ¡Todo mi cuerpo! Me pediste que te penetrara, lo logré con el mero pensamiento, te sentí húmeda. Te sentí mujer, te sentí ardiente devorándome. Al abrir los ojos descubrí que me habías cubierto por completo. Eras una gran caricia. Terminé dentro de ti. Y perdí las alas. Intenté volar sin saber cómo y no lo logré. Salí corriendo por la puerta para escapar de ti. De esa tú que ya no estaba, de esa tú que me había engañado, que me había alimentado con la duda del placer. Corrí para seguirte, para escapar de ti. Para lograr volar como lo había hecho antes.
            Puerta tras puerta, cuarto tras cuarto, nube tras nube. Un momento. De nuevo estaba volando. Hasta que de pronto, me topé con tu violín. Con ese instrumento que te conoce mejor que nadie, que volaba huyendo de ti. Me encontré con las notas de su música, con un pentagrama anciano, me encontré por ahí con una Venus que llevaba tu cara pero no tu cuerpo. Su cuerpo era frío, de porcelana. Te grité, en medio del cielo. Te grité como si fuera humano, como si aquel que veía en ese instante acostado en tu colchón fuera ya.
            No lo soy. Soy sólo un espejo. 

2 comentarios:

  1. Es tan agradable leerte en medio de la tarde de un dia común...pero lo es aun mas leerte con relatos asi..los llamas surrealistas...entonces debería todo ser surrealista...es hermoso, tanto que hace que lo leas una y otra vez..para sentirlo totalmente, para que cada palabra, cada letra quede en ti completamente...gracias por mitigar esa sed de letras que en mi has dejado!!! Saludos.

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar

¿Y ÉSTE QUÉ?

Mi foto
Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

SI BUSCAS...

Subscribe via email

Enter your email address:

Delivered by FeedBurner

Subscribe Now: Feed Icon