martes, 6 de abril de 2010

VIENDO LA TELE

Me quedé atrapada entre el pasado y el peso de la conciencia. ¡Qué incomodidad! Y yo que sólo quería salir un rato, en fin. No había mucho más que hacer. Quedarme en casa, como siempre. Mis propios miedos me estorbaban, como siempre. Encendí la televisión y me tiré en la cama a ver la serie de vampiros. Esas cosas de vampiros siempre tienen alguna carga sexual, a mí la sangre no me parece sexy, para nada, ni las mordidas en el cuello, ni las manos frías, ni los colmillos afilados. Pero me gustan las historias de amor, así que la veo. O más bien, la sigo viendo, me intriga, pero no me intriga la parte de los vampiros, ni de las fantasías, me intriga la parte del sexo oscuro, del sexo sangriento, de esas personas que disfrutan de imaginar a un hombre muerto mordiéndole la sangre a la mitad de un coito. ¡Coito! Odio esa palabra, también odio la palabra sexo. Pero no odio el sexo, creo que me gusta, o me gustaría.
            Ya había visto ese capítulo, la escena en la que el acto sexual es sucio siempre me ha excitado, lo volvió a hacer. Y como siempre, yo sola en casa. Acaricié mi piel, poco a poco, no era la primera vez que lo hacía viendo la televisión, me gusta dar sentimientos a las imágenes, es fácil, es bello. Yo imagino que ese sexo no es un coito, sino un hecho de amor descomunal, eso imagino yo, que el vampiro ama como los humanos no saben hacerlo a la niña gringa. ¡Y cogen sin parar! Pero con ese amor extrahumano que sólo ellos pueden sentir.
            Yo siento mis manos en mis pechos. Soy patética, yo lo sé. Hace meses que no me toca un hombre, hace meses que no salgo de casa, hace meses que me da miedo todo, pero el placer es el placer, y luego pensaré en lo que pienso todo el día, mi estúpida vida. Sigo acariciándome, despacio, poco a poco, como me gusta, como me gustaría que me acariciara el vampiro antes de hacerme el amor. ¡Pero no me gustan los vampiros, ni la sangre, ni las mordidas! Pero imagino sus manos heladas en mi entrepierna, aunque no me guste imaginar las manos frías, me calienta, me excita. Mis manos profundizan, analizan, detectan y viajan, me descubren y me acompañan. Sigo imaginando al vampiro, a la niña gringa, sus gemidos, su amor. El amor que quisiera sentir, el amor que no conoce la luz del día, el amor que me va a hacer llegar a un orgasmo, a otro orgasmo. Al mismo orgasmo, a mi único pinche orgasmo. ¡A lo único que conozco! ¡Ah!
            Muevo mis manos ensangrentadas, hago a un lado el cuerpo que tengo junto a mí. Otro cadáver del que me tengo que deshacer. ¡Puta madre! Con lo poco que me gusta la sangre…
            Y yo tenía ganas de salir.
            

2 comentarios:

  1. Intenso...esa es la palabra que define tu relato...combinaste perfectamente los vampiros con tu estilo, y resulto muy bien...me gusta la mezcla entre el estilo J. Cohen + Vampiros...sobre todo porque son muy eroticos!!! me gusto mucho...Saludos!!!

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  2. Casi siempre, en tus relatos encuentro esa constante que te identifica. Cada escritor tiene un estilo particular que lo define, y el tuyo, a mi forma de ver, es el de la locura. Personajes que rayan en lo común y cotidiano, encerrados en sus vidas periódicas, con sus esperanzas, desilusiones y querellas. Mientras vas leyendo la vida de ese personaje, pensando, que es como cualquiera ¡zaz! Te encuentras con un final en el que domina el instinto, la locura y la entrega a una extraña perversión.

    La verdad me encantan tus cuentos. El de “La entrevista” me gusto mucho. Misma constante. Esa es tu firma. Siempre hay algo más en la oscuridad.
    Saludos y de nuevo feliz cumpleaños

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Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

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