viernes, 23 de abril de 2010

SENTADA FRENTE A SU COMPUTADORA

Sus ojos no engañaban. Su sonrisa tal vez sí. Sus pasos. Caminaba volando y volaba mientras sonreía. Alegre y sensual. Soñaba con los astros, con universos, con el cielo y la energía. Tal vez por eso volaba al caminar, porque aquella galaxia que sólo ella conocía lo exigía, por vivir bajo otra ley de gravedad. En un monitor se instaló sin reservas. Un mundo. De sorpresa. ¡Una idea! Un trueno y una historia, la inventaba, el cielo se abría. En sus audífonos sonaba un tema que emitía sonido a través del vacío, sonido sin sonido; creaciones del absurdo. No estaba sola, pero sólo ella lo sabía.
            El sudor fue perlando su frente, su cuello, su ansiedad, dejó de ser humano para convertirse en una estrella, para viajar siendo luz en la oscuridad del universo. Sabía, más que nadie. Sabía.
            Yo la vi. No tenía nada que ver, pero la vi. Sin sueños a la mano, sin pasado en la bolsa, con historia sin respuesta y con basura en el cajón. Me acerqué. Ella no se dio cuenta pero yo sí. Viajamos juntos, amanecimos de la mano en mitad de un desierto, desvestidos, empapados de sudor. Sonreía, eso lo recuerdo, sonreía. Y yo que no sé sonreír. Nunca he sabido hacerlo. Su agresividad en el desierto me llevó de la mano hasta mi oasis, hasta aquel espacio que únicamente conocía ella, en el que su piel tan blanca y su aura tan perfecta coexistían. El calor nos derritió, y caímos juntos en la arena, mezclándonos en estado líquido, haciéndonos uno. En ese momento observé lo que ella veía, pude ser testigo de su universo. Sentir en su piel la calidez de la pasión que despertaba la locura, su locura, aquella que las estrellas se empeñaban en acrecentar, sentí la luz del sol bajo su sangre, siendo parte de su sangre, dejé atrás todo placer al sentir lo que siente su piel, lo que provoca su sonrisa. Entendí adónde iba cuando encendía aquel monitor.
            Despertó, mientras la observaba, levantó su escote con la mano, ofendida. Y de inmediato me mandó a despedir. Con el trapeador en la mano y mi carrito de basura caminé, cabeza abajo; suponiendo, que con ese sueño, en otro lugar, la tendría. Mía para siempre. 

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Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

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