lunes, 24 de enero de 2011

LA PÁGINA EN BLANCO DEL BLOGUERO

La página en blanco y el estado de ansiedad que representa, los sonidos del delirio que se pretende encontrar en un escrito, o en la sombra de un escrito. La poesía y sus complejos de grandeza. Música. Cuerpos. La experiencia de encontrarse en dominio de aquellos esclavos de las verdades aparentes. Vivimos desperdiciando ayuda, comprometiendo sentimientos para buscar la palabra adecuada que busque comunicar.
            Y una computadora nos lo dice todo, pensamos, o queremos pensar. Alguien sabrá lo que yo o sé y lo querrá compartir. Lo tendrá que compartir, no le quedará alternativa. A las palabras no les quedará alternativa: escaparán. En esta era todos saben algo, alguien sabe algo que no saben todos, y todos quieren ser los primeros en saber.
            Trabajamos. Algunos se rompen el lomo, otros sólo se desgastan las falanges intentando descubrir el hilo negro entre un mouse y un monitor, un par de teclas y un enchufe a la corriente, por supuesto, un modem para tener acceso a nuestro mundo. A su mundo. Al mundo que se encarga de hacernos soñar, y vivir, sin pedir permiso. A ese mundo que oculta cuerpos, pero no sensaciones. Oculta defectos, pero abre la posibilidad a la imaginación y el placer.
            Un mundo para compartir.
            Para compartirlo.
            En Twitter, en Facebook, entre nombres y apellidos, entre máscaras y caras, entre escotes y colores. Un mundo para compartir genios: artistas, viejos, nuevos, vivos y muertos, conocidos o desconocidos. Pues en este mundo lo sabemos todos. ¿Quién sabe más? La niña del bikini, la de los labios carnosos, la de los senos perfectamente fabricados. El de las palabras.
            El cineasta.
            El músico.
            La modelo.
            El de las noticias.
            El de los videos.
            El excéntrico que quiere ser asesino serial. El vampiro. El delirante decadente. El que sabe todo porque Wikipedia se lo susurra antes de contestar.
            Un mundo que deja atrás al mismo mundo y se llena de salvadores, de héroes que hablan del olor de las hojas, de la magia de tener un libro en mano: por amor a las palabras, a la más pura tradición. A un pasado agonizante. ¡Ja! El que ama las palabras es feliz llevando en su portafolio la obra completa de Mark Twain y que su peso bruto sea menos de 500gms. Pero la tecnología nos salva. Nos da las respuestas a todo. Por lo tanto, si queremos mantener nuestro orgullo del conocedor, nuestro más pura esencia elitista, necesitamos colgarnos del pasado, de presumir que nosotros sabíamos quién era Brahms antes de que su hubiese publicado en Wikipedia.
            Seguimos trabajando, envueltos en poesía desconocida, envueltos en la maravilla de aquel periodismo que nuestro país no quiere darnos. Pero qué nos importa, si podemos leer a Krugman. El triunfo se esconde tras esas monedas que tienen cada vez menos valor ante el inmenso poder de las transferencias interbancarias. Vivimos en este nuevo mundo. Necesitamos de él.
            Los puristas intentan demostrar que ellos sabían. Lo sabían todo desde antes de Google, lo sabían todo. Como ahora lo sabe todo quien lleva un iPhone o una BlackBerry. Hoy lo sabe todo quien lo pregunta en alguna red social. Hoy es una estrella quien es escuchado.
            Pero nuestro sueldo sigue siendo nuestro sueldo, por más expertos que seamos. Por más populares que seamos. Por mejores blogueros que seamos. No hemos dejado atrás a la economía tradicional. Pero ahí soñamos, queremos que nos paguen por decir estupideces, dejar atrás a nuestros jefes y los viejos catálogos y blocks de pedidos que llevamos con nosotros. Queremos dejar atrás a la recepcionista. O ser recepcionista. Queremos dejar atrás el mundo anterior para vender nuestra genialidad por Internet y que nuestros amables seguidores nos hagan millonarios comprando nuestro arte, o nuestro conocimiento previo a Wikipedia. ¿Previo a Google? ¿Cómo los libros de papel? ¡Uy!
            Creo que ya no sabemos lo que queremos.
            Pero tenemos que trabajar, ganar seguidores, lectores, sentir que tenemos fans y soñar que un día los reflectores de Twitter y los inmensos públicos nos aclamarán en el infinito escenario de la red.
            No sabemos si queremos el presente, el pasado o el futuro.
            Tenemos todo frente a nosotros pero no sabemos en qué poner nuestra mano.
            Pero, al final del camino, entendemos que la del escote es más popular.
            Y que nuestra música sigue sin ser escuchada.
            ¡Sin embargo, seguimos intentando ser felices!
            ¡Ajúa!

5 comentarios:

  1. tus palabras hacen eco...
    tus palabras dejan huella...
    tus palabras forman historia...
    un beso

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  2. JAJAJAJAJAAAAAAAAAAAAA ME GUSTARIA SER LA DEL ESCOTE,,, TODO LO QUE ME HAGA SHEGAR A MIL OCHO MIL FOLOGÜINOS,,, MMM, SALVAJE Y MISERABLE,,, RUDO

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  3. de alguna forma todos quieren sus minutos de fama.... con labios carnosos me quedo en calidad... que aburrido ser el que todo lo sabe... soy feliz aprendiendo cada día. Excelente!

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  4. Las redes sociales son un medio no un fin, ese mundo es un mundo no el mundo. Un mundo lleno de pasiones, pasión por las letras, por las imágenes, por los números, por la política, la cocina, el cine, la moda y hasta por los escotes.

    Este nuevo mundo, lleno de submundos, nos muestra lo ignorantes que somos, que no sabemos nada pero que podemos aprender de todos y que lo aprendido nos lo llevamos a nuestro mundo.

    En este mundo virtual puedes dejar de ser quién eres para convertirte en experto de lo que te mueve, en tu pasión y si con eso logras mover a una sola persona ¡qué importan los reflectores!

    ¡Me gustó!


    -tus letras exprimen la página en blanco y sacan de ella infinidad de colores-

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  5. la del escote siempre será más popular, pero un solo comentario de alguien capaz de ver más allá puede dar la fortaleza para seguir escalando años de pasitos hacia el conocimiento.-Y el bloguero sonríe-

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Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

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