lunes, 10 de enero de 2011

SU NUEVA VIDA


Ese día decidió no ser él. En vez de vestirse con los jeans de todos los días, decidió ponerse un traje, la corbata más cara que tenía. Se perfumó, bebió café, bajó a comprar el periódico y lo leyó mientras comía un pan tostado y mantequilla. Todo diferente. Hasta compró una cajetilla de cigarros a pesar de no fumar.
            Después de leer el periódico y  beber dos tazas de café bajó a buscar su coche, tenía que llegar a trabajar. Pero su coche no combinaba con su atuendo de saco y corbata, por lo tanto decidió llevarse la lujosa camioneta de uno de sus vecinos que dejaba las llaves dentro en caso de que alguien necesitara moverla para sacar otro auto. El portero no se dio cuenta cuando se fue. Por lo tanto, nuestro personaje iba escuchando la música del vecino, en la lujosa camioneta del vecino y fumando tranquilamente un cigarro para hacer menos pesado el tráfico. Unos minutos después vio el edificio más moderno de todos, el más majestuoso y nuevo, eran las oficinas de un banco internacional. Decidió que ahí quería trabajar ese día, dobló a la derecha y se encontró con la caseta de vigilancia. Para su sorpresa lo dejaron entrar sin ningún tipo de cuestionamiento.
            Encontró un lugar desocupado, se estacionó y subió por el elevador al piso siete, con una familiaridad casi espeluznante, entró en la oficina y caminó diciendo buenos días hasta la oficina al fondo del pasillo que tenía en la puerta un letrero con la leyenda Director. Se sentó en la silla, encendió un cigarro, marcó un número y entró ella a su oficina con un café cerrando la puerta detrás de ella. ¿Quién es usted?, preguntó la secretaria. Yo. ¿Un impostor? Pues sí, eso creo, un impostor. Me encantan los impostores.
            La mujer se acercó poco a poco a él, con audacia y sensualidad pasó la mano por su cabeza y le dijo unas palabras en un lenguaje que él no entendió. De pronto sonó el teléfono. Él respondió. ¿Sí? Su mujer, señor. ¿Mi mujer? Sí, su mujer. La secretaria se reía en silencio de él mientras él sentía miedo que la mujer del hombre cuyo escritorio usurpaba lo descubriera. Par su sorpresa no fue así. La supuesta esposa comenzó a gritar al otro lado de la bocina reclamando a su marido sus infidelidades. Al no tener paciencia para escuchar a la mujer de alguien más reclamarle colgó el teléfono sin importar en qué etapa de la conversación estuviera. Llamó a la secretaria que hablaba en un idioma extraño y la besó en la boca, era tan hermosa. Poco a poco la fue desvistiendo.
            Tan diferente era esa vida a la suya, que pensaba que no quería regresar a ser él mismo. Nunca. En ese momento estaría llegando a la tienda a sacar todos los modelos de celular nuevos al aparador y a esperar a los clientes. Tenía que convencer a cada una de las personas  de por qué comprar celulares, y todo para qué, para poder pagar una renta y la mensualidad de un coche jodido.
            En cambio esta vida, los senos de la rubia entre sus manos, sus labios magnéticos el sabor de su humedad, la sensación de su mano moviéndose entre sus propias piernas y haciendo despertar a su cuerpo con una furia que no había sentido en años. Una vida perfecta, tan lejana a la suya.
            Mientras hacía el amor con la bella mujer, entró un hombre cargando un portafolio, no parecía importarle encontrarlos en tan embarazosa situación. ¿Señor Roberto? Sí, soy yo, dijo nuestro personaje al darse cuenta que había sido descubierto. ¿Es consciente usted de estar usurpando la vida del señor Alfonso? No sabía que así se llamaban, pero creo que sí, que estoy consciente. La rubia desnuda seguía abrazándolo.
            Muy bien, señor Roberto, si usted me firma estos documentos, la vida del señor Alfonso pasará a ser la suya en este momento, esta será su oficina, más tarde lo le mostraremos su mansión y el resto de sus múltiples propiedades.
            Nuestro personaje firmó desesperadamente los documentos oliendo a su nueva amante y esperando que los hombres se largaran para dejarlo disfrutar de su nueva vida.
            Está usted bajo arresto, señor Roberto.
            ¿Por qué?
            Por el asesinato de su asistente.
            Pero mi asistente… y al voltear a ver a la mujer con la que hacía unos minutos había hecho el amor, descubrió que estaba muerta. 

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Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

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