miércoles, 5 de enero de 2011

POST DE DESAYUNO

Una buena parte del desayuno es el café. Empezando por ahí puedo ponerme a escribir, creo. O a leer. O a inventar lunas y soles y esas cosas. Esta mañana comenzó con la inercia de mi habilidad onírica para autoflagelarme, es decir, una pesadilla que dio pie al insomnio que dio pie a la ficción que dio pie al recuerdo de la película que vi anoche que dio pie a mi angustia que dio pie al café de la mañana con sabor amargo. Entre la ficción, los sueños y el sol a punto de salir, sólo queda el desayuno. Y tratar de escaparme de mi propia realidad invadida de ficción para que al llegar el amanecer pueda recibirlo como una persona normal.
            Pero esta mañana nada tenía de normalidad. Mi perro (es hembra, pero me enferma la palabra perra) me lo dijo. El hermoso amanecer que no se dejó retratar me lo dijo.
            Más despacio: a estructurar. Anoche vi una película de los hermanos Coen llamada Barton Fink: una extraordinaria demostración cinematográfica de los alcances de la locura humana, de su creatividad, de su enfermo humor y de sus sueños por salvar al mundo. Una extraordinaria demostración cinematográfica del horror de los sueños, de la mediocridad de la sociedad, de la estupidez del poder, de la estupidez humana disfrazada de creatividad artística y de la creatividad artística disfrazada de estupidez humana. Una representación perfecta del terror y su escalada por el corazón humano para producir una cómica intranquilidad que apareció con cara de insomnio y fantasma en mi hora de dormir. Por lo tanto, abrí el libro que había comenzado aquella misma tarde, Lo que sé de los hombrecillos (pronto escribiré de él), seguro de que tan divertida novela fantasiosa me haría recuperar un poco la tranquilidad mental necesaria para poder conciliar el sueño. ¡Qué tan equivocado puede estar un ser humano! Un trepidante escándalo de todos mis miedos se apoderó de mi recámara impidiéndome soltar el libro.
            Pero de pronto, la divina providencia se apiadó de mí por unos instantes y me permitió dormir. Dejé caer el libro para no perder un solo instante, tomé un cojín para ponerlo entre mis rodillas y dormí.
            ¡Y que sueño que vivo en el hotel de Barton Fink! ¡Puta madre! No sé cuánto tiempo estuve soñando antes de despertar, pero desperté exaltado. No quería leer, no quería escribir, no quería dormir porque si dormía me volvía de nuevo protagonista de los hermanos Coen. ¡No!
            Y así fue mi batalla contra mí mismo y la fantasía. Imaginando que era yo quien escribía mi futuro, mis sueños, mis libros, imaginando que necesitaba gritar, sacar a pasear al perro a las tres de la mañana. Imaginaba cosas. Hasta que decidí levantarme de la cama y comenzar un día como cualquier otro, estaba a punto de amanecer, fui por mi cámara, pero el amanecer se esfumó, algo extraño, pero así fue, leí un par de artículos en el periódico mientras tomaba mi primer café, Elvira Lindo hablaba del humo del cigarro, se me antojó fumar, llevo seis meses sin hacerlo. No fumé, dejé a un lado el periódico y le dediqué media hora a la novela de Millás (de la que hablaré pronto) antes de prepararme un pan tostado con mermelada, un segundo café y escribir este artículo como desayuno.
            Ya les platicaré algún día lo que escuchó cuando la luna me habla antes de irse a dormir, mientras tanto, se esfumó mi amanecer. Por intentar vivir como el hombre común para el hombre común.
            Algunos entenderán de lo que hablo.
            ¡Buen día!

4 comentarios:

  1. Tan común como un personaje salido de una película de los Hermanos Coen.
    Por qué llamar perro a una perra?
    Y si le llamas por su nombre?.
    Puedes hacer lo que quieras, que sea perro, entonces.
    Barton Fink, muy buena. Casi tanto como mis ganas de dejar de soñar por largo tiempo y despertar en ceros.
    Besos.

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  2. Hoy especialmente hoy... he devorado tu escrito... y me gusto..
    un abrazo poeta.

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  3. Y que te olvides de lo común, y que te sirvas el tercer café mientras te imaginas el amanecer que querías y que se escapó.
    Y que vivas como si fuera un sueño, ¿o es que todo esto no es mentira? ¿esto no lo estamos inventado a diario?

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  4. No me pude resistir a dejarte mi opinión. Ahora que lo hago no sé si comentar al hombre que escribe o lo que escribe. Podría decirse que es lo mismo, que la ansiedad y la impotencia se apoderan de las palabras, que la ficción no distingue la realidad. Tu miedo invita a los miedos que habitan todos los espacios, la angustia de las batallas que aún no declaramos conquistadas. La exposición de una crisis que comienza. Eres un afortunado.

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Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

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