lunes, 13 de julio de 2009

ENTRE MUSAS Y PERIÓDICOS

Mientras preparo un documento serio, de esos que parecen ser elaborados y necesitan de papeles y papeles encima del escritorio, alguien me pregunta si estoy rodeado de musas. No puedo soportar la risa y dejar a un lado los documentos, libros, periódicos, revistas y rayones. Necesito darme tiempo. No puedo dejar de pensar en lo necesario que es de pronto el tiempo para desbloquearme del trabajo de escribir haciendo lo que más me gusta, escribir.

Ataque de histeria. Me desespera ver mi escritorio lleno de cosas. Me levanto, comienzo a recoger todo lo más rápido que puedo, pero no sé qué hacer con tanta mierda, así que la acomodo en un escritorio desocupado cerca de mí, mientras lo hago, volteo a ver a las señoritas que se encargan de diversas tareas y recuerdo a las musas de las que me preguntaban minutos antes. No puedo controlar una carcajada. Lo siento, no puedo, intento buscarles cara de musas. No. No son lo que yo llamaría musas: pero, Cohen, son las que te están inspirando a escribir lo que escribes. ¡Uy! Sí es verdad. Pero sigo corriendo, me sigo volviendo loco. ¡Necesito urgentemente desocupar mi escritorio! Y de pronto, surge el término: musas oficinistas, que yo expresaría mejor como musas oficineras. Y pienso que quiero escribir de eso, pero no puedo escribir porque estoy muy ocupado limpiando mi desmadre de cuando estaba escribiendo. Entonces limpio más rápido y hago más desmadre. Me canso. Un café. Me relajo. Hago todo a un lado –como basura bajo la alfombra–, dejo limpio el frente de mi escritorio y regreso a las musas oficineras.

Y aquí estoy, escribiendo de qué es lo que se necesita para escribir, si en vez de musas se necesitará una palabra mágica, una paz extraña o una inspiración alterna. Pienso en qué se necesita para escribir de cosas serias, y en qué se necesita para escribir poemas, o qué se necesita para contar una historia. Lo único que encuentro de común denominador son las letras. Ahí fue donde se me ocurrió que podría existir La Musa Intelectual: una especie de inspiración que funcionara para los textos serios –¿estoy hablando mucho de los textos serios? ¿Existe alguna duda de cuáles son los textos serios?–, en fin, el objetivo de La Musa Intelectual es motivarme a escribir análisis, artículos, ensayos y cosas complicadas, también podría encontrar a La Musa Twittera, una que me inspirara a meterme con el pie derecho en el lado chip de mi escritura. ¿Por qué no? Podría pensar en La Musa Bloggera, para que me inspirara a estar al día y seguir publicando. Y viene a mi mente la narrativa: las novelas. La Musa de las Musas. Ahí es donde descubro que no hay más musa que la misma vida, que lo que ven mis propios ojos, es decir, que las musas oficineras. ¡Me encanta! Mi musa es la de la coca, el gansito y la barriga, la del chicle eterno, la de las combinaciones excéntricas (sí, es la mejor forma de describirlas). Mi musa perfecta es lo que tengo frente a mí en mi día a día: en una sonrisa con pocos dientes, en una vendedora de Metro, en un sueño surrealista o en una etapa mágica de mi vida.

Mi inspiración es lo que veo, y la musa intelectual, posiblemente la encuentre en alguna que salga en los periódicos, o en una de las añejas fotografías promoviendo las pasadas elecciones. Uno nunca sabe. Tal vez cualquiera de las personas que nunca soñaron con ser musas se conviertan en musas de un aprendiz de escritor intentando dar fe del mundo en el que vive, intentando hacer poesía de lo que hay debajo del sol, intentando contar sus historias, de una u otra forma, como pueda, pero intentando llorar tinta para que ésta humedezca los ojos de alguien más.

Entonces volteo a ver mi desmadre, peor de lo que estaba más completo y más perfecto para ser un desmadre ideal. Veo toda la tinta que hay sobre mi mesa, todas las musas. Me emociono de vivir en el mundo en el que vivo. Tomo otro café y siento como la gastritis me habla para decir que soy un imbécil. Pero no me importa, regreso a mi desmadre de papel y letras, a mi propia computadora, al descanso que me estoy tomando y al teléfono con diarrea.

Amo esta pinche vida, carajo. Amo a las musas que se aparecen cada día y a la musa que le da sentido a mis días. Ahora sí, de regreso a los textos serios. Aunque espero, por ningún motivo fallarle a Saint-Exupéry y estar convirtiéndome en una persona mayor.

Nos vemos pronto, ¿no?

2 comentarios:

  1. Creo firmemente en las musas y en la magia que producen alrededor de los que nos dedicamos a las letras. Creo también que cada uno ve musas donde quiere verlas. Me parece que tu caso,es el de un escritor afortunado, pues tienes la virtud de saber traducir la belleza de lo cotidiano. En hora buena Cohen, deseo que te sigas rodeando de musas. Yo trataré de hacer lo mismo, quizá esta sea el afortunado encuentro de dos soñadores con la Musa Intelectual. Un abrazo!

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  2. Donde demonio se metio mi musa?....
    Todos necesitamos la ayuda de musas, porque todo gira alrededor de las queridas musas, por eso mismo digo...
    Donde carajos estas musa mia..

    Me agrada la picardia con la que escribes, el sentido humoristico y el cambio no violento que introduces en tus composiciones.
    Saludos

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Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

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