Imagino la sensualidad en la que pensaban ciertos poetas de antaño. Imagino la luz que alcanzaban a ver los pintores del siglo diecisiete. Imagino lo sueños de músicos y las aventuras de los toreros de los que habla Hemingway.
Pienso de pronto en el mundo en el que vivo, el mismo mundo que incluye la fantasía y las más crudas realidades, Alice in wonderland y dictaduras totalitarias. Pienso –aunque repito, no me gusta hacerlo– en las alternativas que vivimos, en la nueva belleza, en la esperanza de un mundo mejor y en una generación que alza
Creo que estoy orgulloso de la generación en la que vivo. Creo que me siento agradecido porque me haya tocado nacer cuando nací, creo que ser joven hoy en día se convierte en un lujo que muchas generaciones del pasado hubieran querido tener.
Y regreso a la sensualidad de los poetas, a esa sensualidad que se dibuja tras los siglos de la pintura, que permanece a través de los años, que nos hace sentir con una magnitud increíble. Creo en la belleza hoy más que nunca. Y creo los artistas, hoy tienen la oportunidad de mostrar al mundo que existen, y que pueden seguir haciendo que las mujeres se derritan y que los hombres lloren.
Yo creo en las letras. Pero también, creo en cada una de las personas que se ha cruzado en mi camino para darles vida. Creo en el arte.
Y sí, por más serio que parezca el tema tengo que aceptarlo: creo en la red.
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