lunes, 27 de julio de 2009

GOLDA MEIR

Con un perfecto manejo del idioma local, la señora Meir se reunió con el presidente Nixon a plena luz del día. En Washington. Era septiembre 18, i970. La mujer sabía que era una visita obligada, que el estado que ella dirigía necesitaba de sus habilidades diplomáticas, no de buenas instrucciones. Hay cosas que resultaba importante manejar con sus propias manos. Y esa visita era una de ellas, así como aquellas decisiones de las que dependía la vida de miles de personas.

La visita transcurrió sin contratiempos, acuerdos vitales fueron hechos. Nixon llevaba una agenda apretada durante esos días, visitaría al jefe en España y al presidente yugoslavo. La cosa era a la carrera. Al igual que la vida de la señora Meir, que no podía leer el futuro, pero sí un pasado que impulsaba. Su bola de cristal no le permitía ver que casi dos años después un atentado en las olimpiadas de Munich cambiaría el rumbo de la historia de la inteligencia israelí: su gente no estaba segura. En 22 años de existencia de Israel, la seguridad seguía siendo el asunto principal. Golda Meir lo tenía claro. Su vida estaba puesta en eso, la misma vida que le había hecho presenciar tantas guerras, tantas muertes y tanto sufrimiento en nombre de un ideal, de aquel ideal que la alejó de su familia y la acercó a la otra victoria, a la victoria de millones, a la victoria de la familia de desconocidos y refugiados que buscaban paz. La paz que ahora tenían que mantener con guerras.

En aquella visita a EUA, tampoco podía leer el futuro de lo que sucedería tres años después, en octubre, cuando recibiera el ataque menos esperado por parte de Egipto y Siria, dos poderosos vecinos que llegaron a sacudir el país que ella dirigía con sudor en el día más sagrado del calendario hebreo. En septiembre de 1970 no sabía que aquello ocurriría, aunque su victoria en dicha guerra diría lo contrario.

Su mente no soportó, su vida no soportó, su propio reflejo no soportó. A pesar de ser la mujer de hierro, la madre de un pueblo, a pesar de ser la protectora de un sueño que perdura y que cada vez se nota más amenazado, un sueño que sufre, un sueño en el que millones de personas alrededor del mundo perseguimos con una bandera de paz en la frente. El 11 de abril de 1974, luego de que su partido hubiera ganado en Diciembre del año anterior, tuvo que desistir de la misión: publicar su autobiografía y dedicarse a morir al lado de su hija. El cáncer, en complicidad con la dureza de su espíritu, ganan la batalla el 8 de diciembre de 1978. Esa guerra seguramente no la quiso ganar, el suelo de su Jerusalén la llamaba.

Un sueño que para una mujer nació en Ucrania en 1898 y se consolidó en Estados Unidos años más tarde. Para que luego, en una Palestina ocupada, se convirtiera en una realidad a pulso de muchos, y de la mano de la mujer de hierro. De esa mujer que con gran esfuerzo se encontró con un débil e impopular presidente Nixon en septiembre de 1970 para llevar a cabo la diplomacia que tanto necesitaba un país nuevo, un país en eterna guerra por la paz.

2 comentarios:

  1. Una mujer de una vida tan fascinante como la de Golda Meir merece una mención apasionada como la tuya. Su vida fue significativa y digna de ser recordada. Nadie lee el futuro, ni los grandes, pero sí lo construyen con sus actos de todos los días y sientan las bases para lo que es posible que suceda.

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  2. NO ERA LA MADRE DE CUALQUIER PUEBLO,,, ERA LA MADRE DEL "PRIMER PUEBLO QUE ELIGIO A DIOS",,, ES VERDAD NO QUISO GANAR ESA GUERRA

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Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

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