DOY MIS OJOS Y MIS OÍDOS

Algunas veces no me resulta suficiente con respirar profundo en medio de la noche. No me resulta suficiente descargar mi alma en forma de tinta sobre una hoja en blanco. Algunas veces simplemente no alcanza la pasión para cubrir de seguridad el porvenir.

Pero eso no consigue que pare la lucha.

Hoy no sólo lucho por mí, por un sueño, por una alternativa a la posición en desventaja del arte de las letras en un país. Hoy lucho por nosotros, por los que nos leemos, por los que buscamos compartir un nuevo esquema en el mundo de las letras. Todos somos escritores y todos debemos de ser leídos. El arte es nuestro aliado.

Intentaré ser un poco más claro, aunque no creo conseguirlo. El pasado jueves 30 de julio me tocó contar una historia, el pasado jueves fui yo quien convocó. Al final del camino, sólo logré algo: descubrir un mundo nuevo que comienza en el umbral de un monitor. Ahí, donde todos nos comunicamos, donde conseguimos hablar. Ahí defendemos lo que somos y lo que queremos ser. Ahí somos nuestros propios héroes.

Los años transcurren y yo sigo intentando formar una voz. Y una voz caerá al vacío de no ser escuchada, de no ser absorbida por la materia gris de otro. Una voz en el vacío es lo mismo que el silencio. Y presumo que a la gente de las letras no le gusta el silencio.

Entonces, el pasado jueves 30 fue un día para la voz: el triunfo de la voz de muchos, el triunfo de las letras sobre el silencio del vacío. Esta frecuencia cada vez tiene más alcance en nuestro país y cada vez necesita mayor compromiso. Porque somos los cronistas y los que pueden hacer algo, somos quienes comunican. Yo no quiero dictaduras, quiero libertad y quiero letras.

En Irán se cocinan tremendos planes en contra de la libertad, en Venezuela. Los medios de comunicación convencionales cada vez tienen más obstáculos en ciertos lugares para expresar sin censura su visión. Nosotros todavía tenemos la oportunidad. Tenemos que hacernos más grandes para aprovecharla, tenemos que lograr una voz potente.

El pasado 30 de julio sonreí por haber sido escuchado. Y ustedes, quienes me escuchan, cuentan con mis fieles ojos y oídos.