lunes, 24 de agosto de 2009

DESPERTANDO DEL INSOMNIO

Ante la amenaza de la sonoridad del despertador, justo antes de que los pajaritos comiencen su concierto, la angustia se apoderaba de mí. ¿Por qué? Porque nadie que padece insomnio puede amar a los pajaritos imbéciles que le hacen saber que ya pasó una noche más. ¿Sueño? Nada. La oscuridad más profunda que puede otorgar la noche es el insomnio. Cónico. Peor. Su puta madre.

Una vez que sonó el despertador -con ese ruido maldito y espeluznante capaz de destrozar almas- sabía que ya no había más que hacer, que toda oportunidad había terminado, que el día empezaría con toda la mierda que puede traer consigo un día sin dormir. Parecía convertirme en el experto de las ojeras. La parte negra del espíritu se descubre en las noches sin dormir. Me duché: sin ganas y sin fuerza, llevando a cabo una actividad automática, tal vez controlada por el mismo robot que impedía mi muerte. Vivía en automático. Eso es odio, no enterarse de tu día, lagunas mentales, falta de hambre, escalofrío, desesperación, irritabilidad, desesperación. Uf, de nuevo me estoy pasando de adjetivos. Pero es verdad, el insomnio es una muestra de la muerte en vida, lo zombies no son más que insomnes. Lo decidí hace meses. Soy un zombie.

Lo malo de ser un muerto viviente es algo similar a lo que sucede con la gente que sabe tomar: hace las cosas propias de los borrachos, pero nadie sabe que está borracho, así que su quemón es aún mayor. ¿Me explico? Ser un muerto viviente es algo que sólo otro zombie puede entender, para los demás, sólo serás un perdedor. Así se juega esto. Ya qué.

Caminé por la calle para tomar el transporte público, también en automático, esperando en automático, respirando en automático. El sueño de todo pendejo -como yo- se hizo realidad, la hembra más buena del camión se sentó justo junto a mí. Me sonrió, intentó conversar. Y yo, idiota. Lento, sin poder decir lo que pensaba y sin poder pensar lo que escuchaba. Jodidamente ido. Jodidamente vivo. Desperdiciando la oportunidad que había soñado durante años, llegué a la oficina, a ese estúpido cubículo en el que sentiré ganas de dormir todo el día, a ese teclado sucio y viejo que me provocará sueño cual almohada. Ahí llegué. Un insomne perdedor. A punto de perder su trabajo. Ya qué, el trabajo, su puta madre. Era cuestión de tiempo.

El día transcurrió. ¿Cómo? No sé. Transcurrió. Había dicho antes que padezco de lagunas cuando duermo. Y sí, las padezco. No tengo una maldita idea de qué pasó durante ese día. Sé que era lunes, y sé que intenté regresar a casa. Y sé que no regresé. Que paré en una tienda a comprar una botella de ron barato. Bebí. Me ardía el estómago y la garganta, me valió madre. Bebí. Desesperadamente. Hasta que mi lengua se acostumbrara, hasta que logré seguir bebiendo. Y seguí bebiendo. Comencé a sentir sueño, pero al mismo tiempo, sentía una vitalidad que no sentía hacía semanas. Caminé. Bebiendo. Caminé. No me dirigía a mi casa, lo sabía. No me importaba, nada me importaba. Sabía que no debía tardar mucho, que pronto mi cabeza comenzaría a doler, mi estómago a sonar y yo a vomitar. Pero quería llegar a algún sitio, antes de que esto sucediera.

Al entrar a aquel lugar, al que llegué en automático, todas las putas me saludaron, hablaron de mí. Rieron conmigo. Me sentí querido. Era querido. Todas me acariciaban, me consentían.

De pronto llegó un hombre, simpático, a buscarme. Me dio un sobre con dinero. Mi pago del día. ¿Qué? ¿Del día? Poco a poco comencé a recordar. Sí, aquella mañana también lo había hecho. Claro, ¿cómo pudo haberse escapado dicha escena de mi mente? El hombrecito simpático me dio la pastilla. Me dijo cuándo tomármela. Lo entendí todo. Entendí que mañana mataría a alguien de nuevo. Y que por más promesas que escuchara, nunca podría volver a ser el de antes.

Hasta que el insomnio me matara a mí.

9 comentarios:

  1. Sufro la fascinación por los grises oscuros como si sólo esos me hicieran sentir viva. Feliz cuando en época lluviosa el cielo se pone negro. Truenos y rayos y el sonido del agua crecida del río. Que se caiga el mundo, pero que se caiga ya.
    Tu relato me llevó de la mano donde quería

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  2. ¿será mejor vivir en una pesadilla mientras duermo o vivir la pesadilla? Aún no lo se, el claroscuro de la soledad se ha hecho presente en mi vida estos últimos días y mi único amante ha sido el insomnio, insomnio sin dueño...

    Un abrazo

    Marian

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  3. Jodidamente ido. Jodidamente vivo. Hasta que el insomnio me matara a mí...ese es el fín que espero y solo espero que mi presentimiento de una vida larga larga no sea cierto.

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  4. no tengo palabras para expresar lo q senti al leer este relato!! historia de pricipio a fin y la obscuridad de la noche....

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  5. Wow qué final. No me lo esperaba para nada. De la descripción interna de un individuo a toda una historia detrás de las últimas palabras. Una vez más, felicidades. Insisto: WOW O.O

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  6. Coincido con @Elisa. No podría ser mejor, sigue así :)

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  7. "La oscuridad más profunda que puede otorgar la noche es el insomnio." "Y que por más promesas que escuchara, nunca podría volver a ser el de antes.",

    estas y muchas frases más son perfectas, me gusta la historia, misteriosa, bien lograda, tienes mucho talento mi hermano, saludos.

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  8. Decididamente tú tienes un Alter Ego escondido por ahí. Escribes de las más diversas formas. Me pudo haber encantado el relato. Tks 4 sharing!!

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  9. Le va la madre al insomnio. Le va la madre a despertar con los pajaritos, a ser parte de los muertos vivientes, cuyo día transcurre sin notarlo.
    Te entiendo perfectamente. Es frustrante, pero algo me dice que tarde o temprano tendrá que acabar. ¿De qué manera? Eso no lo sabremos hasta que pase.

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Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

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