Descubrió que no encontraría nada en aquella calle, que la muerte se cobraba puntualmente todas sus facturas. Descubrió que sus instintos la obligaban a regresar.
Habían pasado tantos años, eran tantos los recuerdos que se desvanecían. Ocho años atrás, cuando la nostalgia recubría su soledad, había conocido a un hombre que simbolizó la locura y la constancia, la aventura desmedida y
De pronto, el silencio fue más fuerte que la lluvia y los obligó a salir corriendo del lugar. El hombre cayó de boca frente a ella, empapando su traje y rompiéndose en mil pedazos
Otra vez en aquella noche, en la que un espejo había logrado perderla, a media calle, con las manos ensangrentadas y pedazos de cristal en los zapatos, de frente al destino que había perdido al mismo tiempo que su ya desaparecido pasado.
Decidió regresar a la misma casa que su hombre, en la que yacía, tal vez muerto, tal vez comprendiendo que no lo estaba. El espejo en la habitación estaba roto. Algo era real. Se reflejó el primer sonido. Intenso. Supo que era ella, que era su voz. Tuvo miedo. Debía entender antes de tomar decisiones, sin embargo, ¿qué decisiones podría tomar? Volteó la vista a los espejos, completos y rotos, en el suelo, descansando de ella misma. Los reflejos gritaban su nombre, ella se tapaba inútilmente los oídos para no escuchar.
Tenía que enfrentar sus más grandes miedos. Lo sabía. Su hombre seguía cerca. Tenía que enfrentarlo todo. Tal vez matar. Sería una cobardía dejar de vivir. Buscó alguno de los espejos para intentar de nuevo buscar su imagen. Habían desaparecido, sólo se topó con un mar de sangre. Recordó aquel último disparo, quizá definitivo. No tuvo el valor para hacerlo propio.
No podía encontrarse, tampoco su reflejo. Los espejos traicionaban, las instancias y
Y tropezó a medio camino con el cuerpo de su amante. Aceptar la culpa jamás la haría libre. Sólo aceptar que la razón reposaba entre los cristales de un espejo destrozado. Después de eso, todo fue miedo, un miedo de su propia presencia, miedo de lo que veía y de lo que no veía, de lo que no podía entender. ¿Sería ese el paso definitivo para que su razón y corazón finalmente comulgaran? La primera respuesta que llegó a su mente fue un sí. Cogió lo que restaba de su valor y caminó entre los cristales rotos, dejando atrás el cuerpo del hombre que alguna vez la había hecho feliz. Debía enfrentar al gigante que la acosaba.
Necesitaba valor para soportar las heridas del espejo destrozado, del delirio de su ausencia. Era una empresa difícil, necesitaba de toda su fuerza, lo dudó un par de veces al sentir la sangre fría en la piel de sus pies desnudos.
Ruido. Espejos. Muerte. ¿Alguien se acercaba? La verdad ahora estaba más presta a encontrarla.
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¡Incríble tercera parte! me han dejado cautiva a la historia, amé todo lo que leí, repito una y otra vez ¡FELICIDADES! está excelente el texto, parece que el proyecto que culmina el domingo, lo hará con todo el éxito deseado.
ResponderEliminarMaría Jose del Mar Silva Dorantes
MaryChicle
.♥. chicle