martes, 8 de septiembre de 2009

PASTILLITAS, PILDORITAS Y CAPSULITAS

Despertar entre el sensato diluvio y el efecto de las eficaces medicinas fue una atroz experiencia madrugadora. ¡Qué se le va a hacer! De pronto las pastillas se sienten bien, no sé si ayuden, pero a mí me gusta sentir la cabeza pesada y los ojos apendejados buscando un lugar en paz para poder relajarse por completo, me gusta la sensación de los párpados artificialmente inquietos intentando sobrepasarse con mis ojos. Me gustan las ganas químicas de dormir. Y no generalmente no me molesta despertar, no físicamente. Pero los martes, los martes son groseros. Esa capsulita verde con morado que me tengo que tomar para no sé qué chingados, nomás no me ayuda. Digo, duermo bien y todo, porque tomo la otra cápsula, pero el amanecer, ¡puta madre! Molesto, como con unas náuseas, un malestar, extraño. Me siento mal. El doctor dice que no debo preocuparme, que me tome esa otra pastilla blanca que parece aspirina y que las náuseas se van a ir. Y se van, pero entonces no puedo tomar (ojo, sólo los martes, los demás días no hay problema) la otra pastillita, o capsulita, o jarabito, ya no me acuerdo, de puras sonrisas. Esa que no me hace dormir, bueno, a mis párpados no los hace dormir, pero a mí me manda bien lejos. Puedo hasta sentarme a leer un rato, algo ligero, claro. Si no, me puedo volver loco. Sí, todavía no estoy loco.

Pero los martes. ¡Otra vez! Hoy es martes. Me estoy empezando a poner nervioso. El doctor me dijo que si me ponía nervioso un martes por la mañana, luego de la pastillita blanca para la náusea nocturna, me tomara el otro antídoto, pero no el otro, porque me podía volver loco. Pero no me dijo qué debía hacer un martes, si al despertar con náusea estaba lloviendo. No me dijo nada. No me dijo nada. ¿Qué? ¿No entiende lo que es lidiar con gente deprimida? Pues no me tomé nada. Y me dio náusea, y vomité. Busqué la pastillita blanca y me volví loco. Porque ya estaba nervioso. Llueve. Y yo estoy deprimido. Y narro la historia de mis pastillitas, y pildoritas, y capsulitas, y pendejaditas. Pero hoy es martes, Las cosas tienen que ir peor, mi doctor me lo dijo antes de los shocks. ¡Ah! La cagué. No debo hablar con nadie de eso. ¿Qué me tenía que tomar? ¿A todos a los que sus viejas les pintan el cuerno terminan así? Pues no lo sé. Es martes, llueve y tengo náusea. Estoy nervioso. El doctor no me contesta. ¿Qué haré?

Llueve. Intentaré buscar al doctor por la ventana o refrescarme con la lluvia. Hay un hombre ahí, ¿será el doctor? ¿Habrá venido a mi casa sólo a verme? ¿Tendrá más pacientes en este edificio? No me escucha el muy cabrón, mis gritos no tienen ocho pisos de fuerza. ¡Doctor! Nada, puta madre. Me lanzo a recibirlo, tal vez tenga una pastillita milagrosa allá abajo.

¡Pum!

3 comentarios:

  1. Desesperante y tragico no??? pero indudablemente cierto...creo que ya te lo habia dicho pero siempre estoy esperando por leer tus relatos y poemas que son de las cosas que mas me gusta cuando escribes...porque me transportas a ellas...me gusto mucho gracias por escribir!!!

    ResponderEliminar
  2. Hola,

    Hay que ver cómo quitar los martes de su vida. Todos tenemos un día que no mas no. Un día que por más esfuerzo siempre seran nuestro martirio. Las pastillas, los doctores y demas pendejadas ayudan, pero ayuda más buscar un lugar en la mente donde esconderse mientras pasan esos días.

    Saludos,

    Eloy López.

    ResponderEliminar
  3. Que buen relato :) como anillo al dedo para este desquiciado martes

    ResponderEliminar

¿Y ÉSTE QUÉ?

Mi foto
Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

SI BUSCAS...

Subscribe via email

Enter your email address:

Delivered by FeedBurner

Subscribe Now: Feed Icon