VIDA O MUERTE

Llegó de madrugada. Esperando ser atendido por algún doctor de guardia, no importaba quién fuera, necesitaba que alguien estuviera en turno para verla. Era de vida o muerte. Había utilizado toda su fuerza restante para llegar hasta el hospital. Una vez ahí, necesitaba ser atendida de emergencia. Lo sabía. Era grave.

Sentía el calor moverse por su cuerpo, músculo por músculo. Intermitente. Señal de que algo andaba mal. Lo sabía. Tal vez se estaba muriendo, pero no debía pensar en eso. No. Necesitaba ser optimista. Necesitaba soñar positivamente, de otra forma moriría.

Recordaba todo lo que había sucedido, paso por paso, el dolor y la preocupación no nublaban todavía su memoria. Todo lo veía nítidamente en su memoria. Escapar. Correr. Sufrir, recordaba cada una de las sensaciones y las emociones, de las dolencias y los sufrimientos. Recordaba todo. La traición. Todo.

Gritaba con la voz que le quedaba viva para que alguien volteara a verla, pero nadie parecía haber en aquel desolado hospital. Era la sala de urgencias. La reconocía. La luz estaba encendida. Solitario. Era de vida o muerte.

Llegó la enfermera, con suavidad la atendió y le prestó una camilla. La llevó despacio hacia el quirófano, le dio un par de pastillas. Ella pensó estar en la antesala de la muerte. La gente muere en los hospitales, a ella le tocaba morir aquel día. Llegó al quirófano.

Esperó la anestesia. Ésta no llegó. Llegaron los doctores. Recordó todo. No había urgencias, ni heridas. Una vez más había terminado en la recepción, fracasando en el intento de escapar del maldito sanatorio mental.