GRACIAS A LA VIDA (MI HOMENAJE A MERCEDES SOSA)

“Gracias a la Vida que me ha dado tanto / me ha dado el sonido y el abecedario / con él las palabras que pienso y declaro…” Según algunas culturas la muerte no es sino parte de la vida. Interesante punto de vista. Y según otras, la vida es aquello que dejamos atrás. La vida, a la que Mercedes Sosa agradece con toda la fuerza de su voz, se encarga de nosotros mientras nosotros nos encargamos de ella. Es el vivo ejemplo de la co-dependencia, término que a últimos años se ha vuelto muy famoso. La vida existe sólo para nuestros ojos, para nuestros sentidos, somos los únicos testigos de que el mundo se la pasa girando, de que hay gente grande y pequeña, genios e indigentes. Cada uno de nosotros es el único testigo de la existencia de Pekín y Nueva York, de Buenos Aires y el Vaticano. Del pasado y del presente, el futuro sólo sirve para que nosotros tengamos algo qué creer. Y eso es justamente lo que agradece Violeta Parra. Eso es justamente lo que agradece Mercedes Sosa con su homenaje a esta canción.

Recuerdo, y desnudaré un poco a Cohen con esto, haber llorado con todas mis fuerzas, a grito puro y pelón, hasta sentir dolor en los ojos, con esta canción. Recuerdo haber sentido la muerte a la vuelta y pensar, ¿por qué puta madre he sido tan malagradecido? Recuerdo al destino dándome una oportunidad diciendo: gracias a la vida, que me ha dado tanto. Y los días han pasado desde entonces, muchos días. Y cada vez es una frase nueva la que me saca las lágrimas, algunas veces agradezco caminar en el bosque, o en la ciudad, voltear a ver el mundo mientras ando. Otras veces, son las letras, el abecedario, la virtud de escuchar y ser escuchado, de leer y ser leído, de que exista en este mundo una letra, y otra que se acomode junto, y otra, las palabras, las oraciones, el entendimiento: el conocimiento. El pasado y el futuro que la muerte ni la vida perdonan. El tiempo.

Pocas cosas disfruto más que un concierto para piano y orquesta, sobre todo, en una sala, de esas buenas. Y las lágrimas fluyen casi siempre. He oído el tercer concierto para piano de Rachmaninov más veces de las que recuerdo, y el corazón sigue brincando por todo mi cuerpo cada vez que lo hago. En momentos así, recuerdo la voz de Mercedes Sosa, sólo esa, ninguna otra, cantando: “Gracias a la vida, que me ha dado tanto / me ha dado el oído que en todo su ancho / graba noche y día, grillos y canarios…”. Estoy ahí, con ella. Conmigo. Sufriendo y amando. Porque estoy vivo. Y yo, algunas veces olvido eso.

Pero poca poesía me ha llegado tan profundo como la siguiente frase: “Gracias a la Vida que me ha dado tanto / me dio el corazón que agita su marco / cuando miro el fruto del cerebro humano / cuando miro el bueno tan lejos del malo / cuando miro el fondo de tus ojos claros.”. He perdido el corazón y he perdido el coco, he perdido la sangre en algunas ocasiones. Y de todo aquello que he perdido, el corazón es lo que más trabajo me ha costado recuperar, el valor de las lágrimas y la apreciación del cerebro. No sé cuánto sepa yo de poesía, ni de tinta, ni de letras. Simplemente dibujo mi alma en caracteres, plasmo mi cerebro en papel blanco. Y abro los oídos ante aquellos cantos que despierten a los angelitos y diablitos que llevo dentro.

Como hubiera dicho Leonard Cohen de Janis Joplin: ni siquiera te recuerdo tan seguido. Nunca he sido fanático de Mercedes Sosa, ni antes de morir ni ahora. Pero reconozco en su voz mi llanto, recuerdo esos días en los que pensé: gracias a la vida por haberme dado esta voz.

a Mercedes Sosa (9 Julio 1935 - 4 Octubre 2009)