LA SOLEDAD DE LAS PALABRAS

Las palabras me han enseñado a descubrir el mundo. No he podido conocer otro. Los lugares, las personas, el cielo y la luz, no son más que tinta potencial. No son más que letras atrapadas en la realidad. Así aprendí a descifrar mis propios secretos, a pulir mis ojos y a separarlos del resto de mi alma. Con la tinta he logrado dar vida a mis manos y a mis sueños.

Soy palabras, y no puedo hacer nada al respecto, con el grillete y la soledad que esto incluye, con las lágrimas necesarias para dar vida a cualquier texto, con la sangre escurriendo para dar color a los sentidos, a mis sentidos y sentimientos que son palabras articuladas o desordenadas intentando hablar por mí. Mi voz es mis palabras. Y mis oídos son ojos.

La soledad de las palabras es extrema y lapidada por las plumas. Es blanca y llena de luz. Tiene dos aristas. Y me ha tocado vivir ambas. Sufrir y gozar ambas, pero ninguna de ellas sin su rastro de soledad. El oficio de escribir repudia cualquier compañía. Vale madre la inspiración. Escribimos solos. Inspiración previa o posterior: solos. Y con ese hueco invadiendo cada centímetro de nuestra piel vibramos: lloramos lágrimas de chocolate disfrazado de sangre.

Las letras son unas cabronas. Su ilusión y su delirio. Su constante ensoñación inspirando a nuestra almohada, convenciendo a nuestros corazones de seguir en su prisión. Vivimos en ellas en constante soledad. Regalamos nuestras almas por su causa, entregamos nuestro ser. Comprendemos y evadimos. No podemos escondernos de ellas, en nuestras cartas y en nuestros dedos, viven en los labios y en la piel. Son aliadas de cada ideal. Confunden al amor con crucigramas, nos enredan en el alma de los muertos. Nos sofocan y nos reviven.

Las letras me conmueven mientras me llevan a un oscuro calabozo en medio del desierto, despistan a mis ansias y ponen el deseo en mi mano desnuda, me hacen escuchar, callar y hablar. Las letras son aquellas que me han enseñado a vivir, a conocer al mundo que conozco, que no es nada, que no existe. Las descubro y me describen, las letras me existen y las habito. Me habitan y las existo. Soy letras y me pierdo. Soy un fantasma. La tinta es es el sentimiento fantasma que poco a poco te despelleja para dejarte libre de ti.

Y si el dolor se escribe con palabras, el amor se escribe con la tinta del dolor. Y cada una de las bendiciones de su esperanza son enigmas, cuando descubrimos que las letras son la luz y cada dios. La dualidad perfecta y la precisa soledad. Las reglas de la vida y de la misma inspiración están escritas. Y nosotros, transmisores/receptores entendemos, sin quererlo, su más profunda soledad.

Soy de tinta, soy letras. Soy un solitario empedernido que dedica cada instante a esta pasión.