MI EX MUJER

Mientras yo bajaba por la escalera eléctrica, ella subía: no me quedó otra opción que verla. ¿Cómo maneja un hombre una circunstancia así? La madre de mis hijos, en la posición más incómoda de un centro comercial, los dos solos, nos vemos por primera vez desde que nos dejamos. Se veía más hermosa que nunca. Moví la mano en señal de saludo, pero ella no respondió. ¡Lo sabía! Maldita bruja. Pero habíamos terminado bien, ¿qué pudo haber sucedido? Terminó la eterna escalera de bajada para mí, ella seguía casi a la mitad, subiendo. Emprendí mi partida de regreso, por el mismo lugar por el que ella subía, la tenía que parar. Tal vez no me había visto y sólo era eso. Sí, tal vez. Pero era mejor que lo dijera ella. Apuré el paso. Creo que ella también. Pero la alcanzaría.

La vi acercarse al encargado del departamento de zapatos para dama. Claro, como cada vez. Siempre gastaba en zapatos. ¡Cuánto gastaba! Por eso no pude seguir con ella, tenía gustos caros, ¿y si el encargado de la zapatería era su nuevo amante? Posiblemente estaba con él desde que era mi esposa. Sí, por eso me dejó, por el de la zapatería, me mantendría observándola antes de acercarme a ver por qué no me había saludado. ¿Me notó o no se dio cuenta de mi presencia? Soy un ser invisible para ella, siempre lo fui. Ella tan guapa, con tanta personalidad. El hombre se acercó a probarle un zapato, la forma en que la tocaba, parecía la cenicienta o algo así. Estaban enamorados. Los vi. Se veía en el contacto de sus ojos. Eso era. Esa era la razón porque la que me había abandonado. Yo la abandoné por otra cosa. No recuerdo quién dejó a quién, pero sé que ese hombre tuvo que ver con ello. Esperé un poco. Cada par de zapatos que el hombre traía la tocaba, era como si desde los talones la estuviera acariciando, ella tenía cara de orgasmo, de los orgasmos que nunca tuvo conmigo, aquellos por los cuales la dejé. Sí, yo la dejé.

Finalmente compró los zapatos, ¿qué tarjeta había usado? ¿Cuánto costaban? ¿Los estaría pagando con mi dinero? ¿Con el dinero que le daba de pensión? Mi corazón cada vez ardía más, de odio, de celos, de lujuria. En aquel momento quería tenerla de vuelta, hacerla mía. Desnudarla y darle todo aquello que no me permitió durante nuestro tiempo de matrimonio. Todo por culpa de aquel imbécil disfrazado de vendedor de zapatos. Ahora él mismo le cobraba. Esa sonrisa. Esa maldita sonrisa. Claro, no le estaba cobrando, estaba cambiando la tarjeta para regalarle él mismo los zapatos. Tenía que hacer algo. Era mi mujer. ¡Era mi pinche mujer! Era mía. Y lo tenía que entender. Poco a poco caminé hacia ella, intentando controlarme para no golpear a aquel idiota. Para no golpearla a ella, para no causar un escándalo. Pero era necesario el escándalo, eso mismo me había hecho ella. Un escándalo. Por eso la dejé.

La sonrisa del dependiente al entregarle la bolsa fue suficiente, sonrisa de buen sexo, por eso me dejó. Por tener buen sexo con el zapatero. Maldito sea. Maldita ella. ¡Maldita mi puta estampa! Intentaba controlarme para preguntarle por qué no me había saludado, bien, en el mejor tono. No pude más. Me abalancé en un golpe certero a la quijada del imbécil amante de mi mujer.

Otra noche detenido. Otra noche que mi mujer argumenta que no me conoce. Una vez más he perdido a mi mujer. Una vez más intentan demostrarme que yo nunca he sido casado. ¡Qué saben ellos de la vida!