jueves, 8 de octubre de 2009

LEONARD COHEN. PUNTO

Puedo imaginarlo en un hoyo de jazz, en Montreal, junto al piano, bebiendo y recitando poesía. Puedo imaginarme a mí mismo. Recitando, no cantando. Leonard Cohen no cantaba. Recitaba poesía con música hecha por otros. El señor era un poeta. Y la escena canadiense lo sabía, lo reconocía.
¿Cómo no voy a entender que escribiera acerca de religiones a los 22 años en Let Us Compare Mythologies? ¿Cómo no iba a entenderlo, si llevamos el mismo nombre, si en el marco de la casa de sus padres habitaba el mismo emblema que en la casa de los míos? ¿Cómo no iba a entender aquellas dudas, aquella rebeldía? Esa rebeldía fue mía, la despertó en mi propia casa el mismo olor a libros de Talmud, el mismo olor a pergamino, la misma sensación de tener cerca de rabinos de sombrero y barba larga. Era mía, sigue siendo. El señor era un poeta. Rascaba la guitarra, nada más. Amaba la música, pero recitaba, no cantaba. Era un hombre de letras. Decidido poeta en busca de un destino. ¡Puta madre! ¡Leonard Cohen también tuvo veintitantos! Y soñaba. Ese Leonard Cohen es mi bandera, mi consciencia.
Puedo imaginarlo en aquella isla griega, blanca, limpia y sucia, intentando revivir sus más arraigados rituales, intentando no perderse mientras la mota lo perdía, intentando dejar de ser poeta para hacerse novelista. Luchando con su novela, luchando con su pasado y rebasando su presente. Marianne. Pobre. Pobres de los dos, sin camisa con el calor mortal, frente a su máquina de escribir, buscando las palabras abandonadas, desoladas, que le enseñaban la verdad de su pasado, del pasado que incluía dos libros de poemas que le daban de comer. Pero algo no era suficiente. Necesitaba gritar con más fuerza, explicar en qué creía, Leonard Cohen intentaba dibujar en su novela su más profunda historia. Leonard, esa historia desvelada que no hallaba la respuesta que buscaba. The Favuorite Game fue el otro inicio. Beatuiful Losers no había conseguido salir de su interior. Primero salió otro nombre de su cultura, Flowers for Hitler. ¿Qué se habrá sentido ser un joven judío a salvo mientras destrozaban en Europa a esa misma especie? Esas flores y esa angustia. ¡Maldita sea!
Bob Dylan sabía algo de eso. Y Leonard Cohen era un poeta. El folk fue la respuesta. Andy Warhol el camino. ¿Cómo? Así, sin pedir permiso. Y surgió la música. Leonard Cohen recitaba, no cantaba. El señor es un poeta. Que cantó. Cantó recitando. Logró dar ese grito, establecer la fórmula perfecta para hacer llegar su poesía a las masas. ¡Vaya que era poesía!
No necesito más preámbulo para seguir, no quiero escribir aquí la vida de Leonard Cohen. Ni sus tragedias o problemas, no hablaré ahora de su búsqueda de la verdad en filosofías orientales, de su cruel separación, de sus hijos. No hablaré de cada proceso para cada una de sus canciones. No es el foro. No soy nadie para hacerlo. Hablaré de su poesía y del efecto de esta en un humilde escriba que lo admira.
Puedo verlo cantando Suzanne. Con su guitarra, con esa voz aguda que dejó escondida en un cajón muchos años atrás. Puedo ver finalmente la llegada de los 90. Y, con ésta, Leonard Cohen apareciendo en mi propia vida.
La primera vez que escuché Everybody knows the dice are loaded con esa grave voz ronca, con ese sentido perfecto de la rebeldía que en la década de los noventa me representaba, encontré una parte de lo que yo era. Una parte de mi propia evolución como ser humano. Everybody knows, everybody knows. Lo sentía en las venas. That’s how it goes. Me daban ganas de romper, de escribir. ¡Carajo! Everybody knows. Yo sabía que mi vida eran las letras y tenía un cómplice en el camino. Su nombre: Leonard Cohen. I’m Your Man fue el disco que más veces he escuchado, que más veces he comprado, que más veces he regalado, que más veces he adorado. Lo veo, con un saco, ese hombre con cara de judío, con mi nombre, comiendo un plátano con tranquilidad en la calle, cantando con una voz oscura Take This Waltz para García Lorca. Lorca Cohen, su hija, en honor al gran poeta. Leonard Cohen había conseguido perpetrar un severo impacto en mi vida. Lo venía escuchando en el coche, en mi adolescencia, la primera vez que fui a un entierro. Jazz Police, la sentencia a veinte años de aburrimiento. La vida de Leonard Cohen en ocho canciones, terminando con el himno a toda la música con letra, a todas las letras, a todos los poemas. Terminando, el disco con el himno a todo artista Tower of Song. ¡Cuántas veces soñé con que mis letras llegaran lejos mientras la escuchaba! ¡Cuántas veces pensé en las mujeres que me abandonaron con You’ll be hearing from me baby, long alter I’m gone! ¿Tenía yo otra intención en mi vida más que llegar con las letras en el futuro a las mujeres que me habían lastimado? No, no en la época de I’m your man. Conocía la letra de cada una de las canciones de memoria. Todas. Cada frase, me emocionaba, fumaba mariguana escuchando esa voz extraña, esa música calmada, distinta, escondida, esos coros de mujer adornando la poesía. El señor era un poeta. Y yo sigo siendo un aprendiz de escritor.
Busqué más, y encontré aquello que todos conocemos, sus tributos, sus clásicos, lloré con Famous Blue Raincoat como lloramos muchos, me emocionaba imaginando a Leonard Cohen viajando entre drogas y New York con Janis Joplin: We’re ugly, but we have the music. Sentí el futuro cuando él lo describió, el tráfico que me espera en Boogie Street es el mismo que el mío. Conozco a Suzanne. Conozco a Marianne y le he intentado leer la palma, he intentado que me perdone. He intentado que me acompañe, que no me deje. It’s time that we began to laugh and cry, and cry and laugh about it all again. Sufrí acompañado de Marianne. Y sobre todo, en los momentos más difíciles de mi existencia recé al escuchar If It Be Your Will, con el alma de rodillas, entregada. Esperando encontrar alguna salvación que me hiciera sobrevivir aquellos años de crisis, similares a los que Leonard, mi maestro había vivido años atrás. Que, quizá, seguía viviendo sin decir. Hasta Dear Heather y la cesión de letras en su voz. Hasta su último tour después de haber sido víctima de un fraude millonario.
Tal vez sufría, tal vez estaba más allá del mal. Tal vez es un mortal más en estos días, tal vez sigue siendo sólo un niño judío desubicado igual que yo. Con el pelo gris y con derechos de usufructo sin reservas para el Tower of Song de todos los artistas que habitan cerca de su voz.
Mi homenaje no es homenaje. Es un simple intento de expresar con fervor la importancia de las letras en mi vida. Hay millones de poetas, millones, miles de escritores que admiro. Pero Leonard Cohen es mi maestro, es mi guía. Es la letra a la canción que siempre querré escribir.

6 comentarios:

  1. ESTO ES INTIMO,,, EL ESCRITO DA LA IMPRESION DE ESTAR RECORRIENDO ALGO PRIVADO,,, ALGO DE ALGUIEN QUE NO NOS AUTORIZO A LEERLO,,, COMO ESCUCHAR A COHEN :O

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  2. NO CABE DUDA QUE SIENDO COHEN SERAS UN GRAN ARTISTAS, YA SEA MUSICO, POETA ESCRITOR ESE APELLIDO ESTA MARCADO

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  3. En este escrito, siento que nos permites conocer aspectos de ti mismo. Momentos que marcaron. Así como la poesía y el canto. Y exacto: Leonard Cohen. Punto
    Saludos!!!

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  4. Es de los post que has dedicado a una persona, que mas se ve y denota tu admiración!!! Se percibe totalmente tu agrado hacia el, sinceramente no conozco mucho de Leonard Cohen, pero me queda claro que en ti ha dejado mucha huella, Asi que creo que es buen momento para saber mas de él, pues si en ti a causado tal efecto, puede ser que en mi cause un efecto muy positivo. Por otro lado la forma en como lo describes, me dan muchas ganas de conocer mas de él. Me agrado tu post de hoy...Saludos!!!

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  5. Me gustó tu post, pienso que Leonard Cohen se lo merece. Particularmente siempre me ha gustado mucho, aunque hoy, gracias a tu escrito he conocido mucho más de él.
    Leonard consiguió triunfar pero estoy segura que tú también conseguirás el triunfo un día con las letras... escribiendo. No dudes nunca que eres un gran escritor y un magnífico poeta... en ese sentido no tienes nada que envidiar a nadie. Tus poemas transmiten y se sienten... tus relatos son intrigantes y sus finales siempre sorprendentes.
    Eres un pequeño gran "principito" de las letras, te mereces triunfar, y estoy segurísima que lo conseguirás y serás feliz dedicándote a lo que más te gusta: escribir... transmitir... llegar y hacer sentir al que te lee.
    Una vez más, gracias por seguir escribiendo, publicando y así poder seguirte y seguir disfrutando de tus letras. Es todo un placer.
    Un beso...

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  6. Cuando intento describirlo a alguien que no tiene idea de quién es Leonard Cohen, por lo general digo que es más poesía con música que una simple canción.

    Tu homenaje no pudo haber sido más perfecto.

    Y por culpa tuya, finalmente sentí las palabras de nuevo.

    Gracias

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Un observador del mundo actual. Leo. Luego escribo. A veces me cuesta trabajo comprender que existo. Pero me gusta observar el mundo actual y plasmarlo en letras. No hay mucho más.

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